(5) Salirse por la tangente
Mediada ya la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba.
Admirábanse los judíos, diciendo: ¿Cómo entiende éste de libros si no ha estudiado?
Jesús les respondió: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. (Jn. 7, 15 s.)
- Que Cristo convenció a los que le escuchaban con corazón limpio, está claro. Ahora sucede otro tanto. Pero esto es un problema para los que no lo aceptan. Y entonces se inventa cualquier subterfugio, con tal de no comprometerse en aceptar a Cristo. Claro que Cristo no había estudiado en ninguna escuela rabínica de Jerusalén..., pero la realidad es que convenció y sigue convenciendo a los que están disponibles para amar, sean pobres o ricos, cultos o ignorantes, jóvenes o no tan jóvenes. ¿Cuál es la excusa que yo presento?
- Cristo se consagró totalmente a decir a los hombres que Dios es nuestro Padre y que nos hemos de amar prácticamente. Para ello, recorrió los pueblos más alejados, reunió a las muchedumbres, habló ante todas las clases sociales. No buscaba comodidad ni interés propio. No halagó a nadie. Dio la vida para confirmar su doctrina. Él era, en verdad, el Hijo enviado por Dios Amor. En Cristo transparenta Dios Amor, precisamente porque ama hasta dar la vida. Cada afirmación suya es tan honda como Dios.
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