Le rodearon, pues, los judíos y le decían: ¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspense? Si eres el Mesías, dínoslo claramente.
Respondióles Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. (Jn.,10,24 s.)
- Cuando uno permanece mucho tiempo en la duda, al menos en cuanto se refiere a creer y aceptar a Cristo, es que quisiera que Cristo no fuera la verdad. Duele tener que aceptar a Cristo, cuando están de por medio posiciones ya tomadas. No hay nada peor en sana psicología que empeñarse en salir con la suya en contra de la realidad. Entonces Cristo es un conflicto, ya no sólo un problema. ¡Cuánto más natural es aceptar a Cristo y sus exigencias!...
- Las obras de Cristo, sus palabras, su misma persona, son garantía de que dice la verdad. Pero el corazón influye en las decisiones. Quien está acostumbrado a dar largas a Dios (y al prójimo), no puede descifrar el problema de Cristo. La acusación de Cristo es terrible: “vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas; mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna, y no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”...
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