Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

lunes, 14 de noviembre de 2022

CARTA ABIERTA



Ramon Lllull Rosselló Forteza
10 DE NOVIEMBRE DE 2022

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, cursillistas todos,

La cercanía de las fechas del VIII Encuentro Mundial de Dirigentes de Cursillos de Cristiandad a celebrar en diciembre del año en curso en Mar de Plata (Argentina) me interpela a escribir mis pensamientos, inquietudes y reflexiones sobre el movimiento de cursillos de cristiandad, las diferentes propuestas o visiones que se postulan en dicho encuentro y su situación actual, donde las frías y numéricas votaciones no nos aseguran una cálida y profunda reflexión sobre la vivencia del carisma propio del movimiento, aun siendo realista al saber la amistad siempre crea cercanía pero que la cercanía no siempre crea amistad y es precisamente la búsqueda sincera de amistad, canal de Gracia esencial, y la caridad las que se han notado en falta en la actitud de no pocos dirigentes.

¿El creer saber está ganando al saber creer? 

Lo que más identifica a un cristiano es en el tener confianza plena, agradecida y gozosa en la acción del Espíritu Santo y el intentar hacer vida el Evangelio en la persona en su plenitud y en la vida ordinaria siempre ha de ser la firme apuesta ilusionada y renovadora, nacida de la convicción de que el Reino de Dios puede vivir y empezar en cada persona que desde su libertad va descubriendo y asombrándose cada día que Dios en Cristo le ama. Un amor que es de un Padre que nos ama profundamente a todos y todas y cada cual, y que nos interpela a comunicarlo desde el contagio personal alegre y normal, a que lo sepan, lo descubran, lo conozcan, lo gocen y lo vivan en alegría los más próximos, especialmente los alejados, los que no conocen el amor de Dios, el del Cristo Vivo, normal y cercano del Evangelio.

Dirigido a los que proponen las diferentes opciones a votar en el VIII Encuentro Mundial de Dirigentes:
¿Necesitamos líderes o amigos con los que caminar juntos en la Fe?

A lo largo de estos años desde que hice mi cursillo allá en febrero de 1988 en el monasterio de Santa Lucía he presenciado en Mallorca escenas en las que cursillistas se ofrecían públicamente para ir de rector/a o ir de dirigente, sin saber que paradójicamente ellos mismos en ese mismo instante se habían autoexcluido para tal pretensión. Sé también que en el pasado alguno hizo campaña y promesas particulares bajo mano para postularse como Presidente del Secretariado. Parece ser que eso viste, aunque él o ella no se den cuenta que normalmente su falta de altruismo salta a la vista. Solamente el Señor sabe lo que puntúa, y que tal vez no es más que el testimonio personal de la vivencia desde la alegría, la cercanía y la amistad de cada cursillista y que refleja la presencia de Cristo resucitado en cada uno. ¿Hay algo más importante y más ilusionante? Parece ser que para algunos sí.

¿Tanto ha cambiado la Persona desde la década de 1940 que hay que cambiar la finalidad germinal del movimiento de Cursillos de Cristiandad?

Como ya nos decía Eduardo Bonnín, cursillos de cristiandad es una realidad aún no realizada, como el Evangelio, y que éstos están por estrenar, … como el Evangelio. Con ello quiero decir que no hay que ofenderse en absoluto, ni ponerme a la defensiva y responder a una crítica, que veo constructiva, al momento actual del movimiento ya que no creo que nadie opine que todo en cursillos sea algo ya completado.

Es de agradecer a Dios que todos los cursillistas aporten y compartan su visión con la intención de mejorar el movimiento siendo fieles a su finalidad verdadera.

Es incuestionable que los Cursillos se gestaron y nacieron en Mallorca en la década de los cuarenta, y no fueron obra del azar o de la improvisación. Nacieron con su esencia y finalidad; comunicar el gozo de la fe principalmente, aunque no en exclusiva, a los alejados. Todo fruto de la inquietud y la insatisfacción personal y anterior a ella la acción del Espíritu Santo. Por tanto, esa finalidad no puede sino coincidir totalmente con la solicitud de nuestro querido Papa Francisco cuando desde hace años nos invita a los cristianos a ir a las periferias, periferias físicas (el ambiente en el que se vive, y convive y se relaciona el seglar) y periferias humanas, personas que sufren, personas carentes de sentido en sus vidas y vacías de alegría.  Los seglares somos ovejas entre ovejas. ¿cómo no hacer olor de oveja? ¿Quiénes son los alejados sino los que están en las periferias, periferias del alma? ¿o el orden es al revés? Son evidentemente las mismas personas, necesitadas sin saberlo de la gran noticia, que nos permite un cambio de perspectiva, un cambio de visión de nosotros mismos, de las personas y del mundo. 

Para conocerlos mejor y poder así saber cómo hacerles llegar de la manera más eficaz la gran noticia que Dios nos ama a cada uno, Eduardo realizó un Estudio del Ambiente, detectando actitudes diferentes y dispares ante la fe, pero no para juzgarlos, sino para conocerlos. Conocer al hombre, lo que le preocupa, lo que le ocupa, lo que ansía en el fondo del corazón y que sólo Cristo y su amor puede llenar. La necesidad del hombre de hoy no ha cambiado, sigue siendo la misma. La sociedad cambia, las necesidades y las ansias del hombre no.

Por otro lado, leyó los principales autores y teólogos más adelantados para discernir qué era lo más importante, lo nuclear, lo esencial del mensaje de Cristo y de su Evangelio. ¿por qué? Porque Eduardo estaba convencido que es Cristo mismo en su esencia el capaz de dar vida y sentido a todo lo demás, a la vida toda, a todo y a todos. Para presentar a Cristo mismo, para no distraer de lo esencial había que quitar lo accesorio del cristianismo, que, aunque fuese bueno y auténtico, restaba potencia evangélica para posibilitar que la libertad del hombre se encuentre con el Espíritu de Dios. 

¿Vamos todos hacia esa dirección de presentar al alejado de manera simple y posible lo nuclear cristiano, aquello que conlleva toda la fuerza del mensaje del Evangelio o tal vez con el tiempo vamos añadiendo cosas que aun siendo importantes y buenas para el cristiano no son lo esencial y sin tener eso en cuenta podemos pensar que falta completar el método pensando ingenuamente que tal vez a los iniciadores se les pasó por alto añadir?

Se trataba entonces y sigue tratándose hoy de huir del cumplimiento chato y sin nervio de los actos píos independientes y estancos de otros actos de la vida, para apuntar hacia el sentido iluminador y dinamizador de la vida entera y plena de la persona.

Pero a Cristo tenía que presentarse al alejado de manera accesible, sencilla, posible, creyendo y confiando en Dios y creyendo y confiando en la persona. Se entiende que el cristiano confíe en Dios, pero ¿y en la persona? Hay riesgos sí, pero en verdad vale la pena correrlos y algunas veces sufrirlos. El otro camino es la norma, el carril, el orden… bueno y estético al principio, para finalmente domesticar y apagar al Espíritu que en realidad siempre debería ser fuente de originalidad apostólica.

Lo esencial es captar esta idea germinal, motivada para acercarnos a las personas sin juzgarlas, conducirlas, reconducirlas, emplearlas ni manipularlas, no buscar que las personas asuman nuevos compromisos por muy buenos que sepamos que son, sino que acepten ellos mismos dar sentido al propio compromiso, al que ya tienen en la realidad, en su vida.

El método para irlo logrando es la amistad, no un compromiso de adhesión, no la asistencia a un acto u otro, no la norma, ni el orden; es el testimonio personal del Cristo Vivo en la normalidad de las relaciones personales, cada uno siendo uno mismo, y es que caminar juntos NO es acompañar, que siempre lleva una carga paternalista.

¿Cursillos debe posibilitar y fomentar el encuentro entre personas o posibilitar y fomentar los actos de la vida de la Gracia?

Por ello todo en cursillos está pensado para posibilitar el encuentro entre personas, que a través de la Gracia también es encuentro con Cristo. Que nos vayamos descubriendo como personas, posibilitado en un clima de alegría por sabernos hijos de Dios y hermanos de Cristo, es la fiesta que nos lanza a la vida, a la vida de cada uno, allá donde el Señor nos ha plantado para ser fermento y transparentar el amor de Dios donde estemos. Mas que predicar el evangelio es ser evangelio, ofrecido en amistad a los demás.

Vamos comprendiendo y descubriendo y comprobando por la misma vida que el trípode de Piedad-Estudio-Acción va asociado al carisma de cursillos Cristo-Persona-Amistad.

El alejado cuando vive un Cursillo y se asombra del gran Ideal de ser persona, persona cristiana en el mundo, descubierta por la Gracia hecho vida en los Dirigentes, no le otorga un carnet de cristiano. El Cursillo posibilita que el encuentro entre personas que viven, intentan vivir o les duele no vivir en cristiano nos sitúa toda el cuarto día en la Santa tensión de ser más y mejor, de conversión permanente.

Es algo tan sencillo, que es fácil y humano que pensemos, siempre supuesta la buena voluntad, que lo debemos mejorar y completar añadiendo a la dinámica cursillista una agenda de actos píos intercalados en la dinámica de la Ultreya y la Reunión de Grupo, pero solamente poniéndonos todos en actitud de servicio y amistad es cuando nos damos cuenta de que su sencillez es garante al ser camino de encuentro y de Verdad.

Somos conscientes que las palabras del trípode Cristo, persona y amistad no pueden captarse en su plena dimensión sin haberlas vivido en vivo y en directo, asombrarse del camino y de sus frutos que nacen de una convicción personal y no de un seguimiento a unas normas, normalmente estériles en la persona y en la vida propia y de los demás.

Volver al Origen, Volver a la Fuentes, Recobrar la vitalidad primigenia, Vivir el Carisma. ¿hay dos Carismas?

Todos los cursillistas están en comunión con el Papa Francisco cuando nos pide a todos los movimientos de la Iglesia que preservemos la frescura del carisma y como dice textualmente “Siempre se debe volver a las fuentes de los carismas y encontrar el empuje misionero para afrontar los desafíos de hoy”, “… abiertos a las sorpresas de Dios que vienen en sintonía con la primera llamada del movimiento, el carisma fundamental”. El desencuentro no viene solamente en afirmar quien o quienes recibieron el carisma de los Cursillos de Cristiandad si no que sobre todo viene de las dos visiones del Carisma del movimiento, dos definiciones, dos puntos de partida distintos y por tanto dos horizontes diferentes y dos actuaciones diferentes.

¿La comunión dentro del movimiento de Cursillos de Cristiandad se nos presenta ya como una Utopía? ¿Es el cristianismo una utopía? 

Estamos plena, alegre y fuertemente convencidos de que es una utopía realizable. A nosotros nos toca sembrar y a otros recoger. Es algo grandioso, maravilloso, vale la pena que toda la vida de uno está orientada y nortada por Cristo y por el amor hacia los demás. El seguimiento y la búsqueda de la verdad no para afirmarse a uno mismo sino para ser uno mismo más verdad será el único camino.

¿Padecemos Eduardismo en Mallorca?

Eduardo nos lleva a Cristo, Cristo es el centro del cursillo. Eduardo nos invita a sabernos persona y no individuo, nos invita a pasar de la norma al criterio, de la obediencia a la convicción, del compromiso a la posibilidad, partiendo todo del saber que Dios me ama, que es anterior al saber que hay que amar a Dios. Eduardo nos invita a experimentar que la forma de convivencia más humana y por tanto más cristiana es la amistad.

Es sencillo y por tanto fácil de querer mejorar, completar, añadir.

Tal vez más importante que el mejorarlo es primero el vivirlo.

El Evangelio no se debe actualizar ni renovar, sino que es el Evangelio el que nos actualiza y nos renueva a nosotros. De la misma manera, lo esencial de cursillos, que es el Evangelio de Cristo, su esencia, su finalidad no tiene que renovarse, votarse cada ciertos años, sino conocerse, estudiarse y sobre todo vivirse. ¿Debe actualizarse el carisma a la luz de los acontecimientos o es el carisma el que alumbra y orienta la persona ante los acontecimientos?

Cursillos pretende ser puro Evangelio hecho vida en la vida de las personas, y por ello vivir desde lo que se podría llamar Evangelio “químicamente puro”.  El cursillo se mueve en lo llamado fundamental cristiano y evita el recargarlo innecesariamente que lo único que haría seria despistar de lo mejor, de lo vital, hacia eso siempre ha apuntado Eduardo Bonnín. ¡Qué regalo de Dios el haberlo conocido! Su fidelidad al Espíritu y a la amistad con todos es algo que ha marcado a miles de personas.

Desde la Iglesia

Es curioso, a veces las palabras diferentes parecen decir los mismo, pero no es así y otras parecidas que matizan un aspecto, parece que dicen lo contrario y que atacan su sentido cuando en realidad son simplemente aclaratorias. En la Iglesia hay cosas extraordinarias y que no son para la iglesia ni para su servicio, sino para posibilitar desde ella misma lo que pretende la Iglesia que es seguir a Cristo y posibilitar, caminar hacia el Reino de Dios. Cursillos son Iglesia, los cursillistas son Iglesia, por eso cursillos actúa desde la iglesia, pero debido a que siempre se ha pretendido emplear la vitalidad del nuevo cursillista (nuevo cristiano) para reconducirlo a diferentes actividades, siempre se ha tenido que aclarar que no son para la Iglesia sino para el mundo, para la vida. Cursillos apunta a una iglesia de personas, personas convencidas de su fe y con vocación de santidad. No se le dice a nadie que tenga ni deba hacer nada concreto, sino que, para ser cristiano, para ser de Cristo, no es necesario apuntarse a nada que no estuviera ya haciendo en su vida antes de ir a un cursillo y descubrir al Cristo amigo, normal y cercano. Seguir haciendo lo mismo que hacías antes de ir al cursillo, pero en cristiano. Los Cursillos no quieren crear nuevos compromisos a las personas, sino que cada uno pueda dar sentido cristiano a los compromisos que uno ya tiene en su vida.

Saber que todo cristiano más que estar al servicio de la iglesia está en realidad al servicio de las personas en actitud de entrega y amistad desde la fe en Cristo, no debería escandalizarnos si sabemos el sentido de las palabras.

Los cursillos de cristiandad no nacieron para dar vitalidad a las estructuras y las organizaciones ya existentes en la iglesia sino para llevar a los más posibles la buena noticia del Evangelio. Nada más y nada menos.

Los Cursillos pretenden constantemente provocar el hambre de Dios en las personas, en lugar de procurar u ofrecer medios para saciarla. En el cursillo el hambre de Dios no surge para ser saciada sino para ser aumentada y fomentada, dándonos cuenta a cada momento de un aumento constante de nuevos horizontes y posibilidades vitales y apostólicos. El Cursillo es de carácter universal, es decir propone vivir en constante y asombrada conversión a cada momento con unos medios al alcance de cualquier y toda persona que quiera seguir a Cristo, ser su amigo. Si alguna propuesta no es posible para algunos por falta de tiempo, conocimiento, dinero, etc., no acierta en lo que propone el movimiento de cursillos cuando es fiel a su idea primera que apunta a la persona y no a su circunstancia, a su posibilidad personal o a su preferencia.

Los cursillistas más que una comunidad cristiana, más que un apostolado organizado, somos una cristiandad en acción, sabiendo que en cristiano toda vivencia es convivencia, para mantener siempre renovada la actitud de hacer camino en compañía. Queremos estar en el mundo, no ser un núcleo de cristianos bien organizados, evitándose de paso así un “cursillismo” ridículo sintiéndonos unos elegidos, ni promover el servilismo interno en la Iglesia, ni un peligroso proselitismo.

El Espíritu Santo, la Vida de Gracia, el camino hacia la santidad como vocación seglar, forman parte del ADN del cursillista, nos ayuda a “momentalizar” la acción de Dios en innumerables momentos de cada día, en la vida. Vemos su acción en uno mismo, en las demás personas, en las circunstancias…

Evidencias olvidadas

Parece una evidencia que todos sabemos que tras un buen precursillo, durante los tres días de cursillo los dirigentes y sacerdotes nos desvivimos y nos ponemos al servicio de los cursillistas, y de igual manera en el poscursillo y en amistad sincera, los cursillistas nos tienen que encontrar con la misma disposición, entrega y espíritu de caridad con la que nos conocieron en el cursillo. Parece también una evidencia que todos sabemos que el secretariado de cada diócesis se pone a disposición y al servicio de los cursillistas para escuchar y canalizar las inquietudes apostólicas de todos y cada uno, entregando al Señor su tiempo, su esfuerzo y su aportación personal. Parece también una evidencia que todos sabemos que un secretariado nacional y un Grupo Internacional se desvive por atender en clima de amistad las inquietudes de cada diócesis promoviendo encuentros entre personas y facilitando a todos la reflexión y profundización en la mentalidad y el carisma del movimiento.

¿Tal vez sean unas evidencias olvidadas?

El hombre y la mujer de hoy, más que respuestas para todo, lo que quiere es poder hacer preguntas, que haya clima donde poderlas hacer, con esperanza y posibilidad de encontrar por sí mismo la respuesta. Se siente más persona cuando pregunta y descubre por ella misma, que cuando acepta una respuesta ya masticada por otros.

El estudio y la formación 

Por eso a veces es más importante contagiar la necesidad de estudio cuando es algo que surge de la inquietud personal de querer saber, de no conformarse, de apuntalar la propia convicción, y no conformarse con el mero deber cristiano de saber una doctrina.

El papel del sacerdote en cursillos y en las estructuras del Movimiento

Nunca podremos agradecer lo que han aportado todos los sacerdotes que han compartido y siguen compartiendo con todos su ilusión, su entrega y su espíritu de caridad. No es algo secundario ni accesorio en el cursillo, es vital. Todos somos y nos sentimos Iglesia, pero de igual forma es el sacerdote parte integrante del cursillo, de la ultreya y su misma esencia exige su continua, alerta y caritativa presencia, no para mandar, sino para compartir en amistad, orientar y ofrecer la certera Dirección Espiritual

Como dice Eduardo:

“Los sacerdotes velarán, avivarán y orientarán a los cursillistas.

En la ultreya, el primer tiempo, que es el destinado a las Reuniones de Grupo, podrán aprovecharlo los Padres para aquellas direcciones espirituales que difícilmente podrían tener lugar en otra parte y a otra hora.

También será éste el momento oportuno para concretar el lugar y la hora en que podrán entrevistarse con quienes, por su talla, conviene que la hagan con mayor detención.

Los cursillistas, a su vez, con la presencia de los sacerdotes en la Ultreya, tienen una espléndida ocasión para poderse beneficiar ampliamente del criterio que siempre ha tenido la Iglesia respecto a la libre elección del Director Espiritual.”

Todos, con nuestra simple presencia, siendo uno mismo, en las ultreyas y actos del movimiento, aportamos mucho más de lo que creemos y pienso que esto se multiplica en al caso del sacerdote.

Clericalismo y laicismo

El asignar alegremente etiquetas de buenos y malos, en función de estar en cursillos en una línea llamada “seglar” o en una línea llamada “oficial” o “clerical” no hace más que ahondar innecesariamente el imaginario abismo con que intentamos separar a unos de los otros, privándonos del bien mutuo y recíproco que un contacto humano y sincero, nos reportaría sin duda a todos, sin embargo ello no nos libera de nuestra decisión firme de  mantener nuestra fidelidad al Espíritu Santo, quien en un momento dado de la historia quiso regalar un carisma concreto a Eduardo Bonnín para el bien de la Iglesia y del mundo.

Querer decidir o incluso desviar el rumbo de navegación de los cursillos sin haber profundizado unos y otros, de manera seria, en el carisma que regaló el Espíritu Santo me parece algo más que irresponsable. No profundizar, difundir e incluso borrar a Eduardo Bonnín, su pensamiento, sus escritos, sus rollos, sus libros y su persona testimoniando el amor de Dios, es borrar la intención del Espíritu. Desconocer la aportación de cada iniciador y valorarlo como Gracia del Espíritu Santo tampoco ayuda en nada. Esto sí que es serio y la fidelidad al Espíritu no debe ser interpretado como un anquilosamiento ni una lucha de protagonistas. 

¿Quién va a negar que el Espíritu sigue y seguirá soplando en la iglesia, y en encuentros de cursillos, complementándola, enriqueciéndola y vitalizándola? pero lo que no va a hacer es contradecirse a sí mismo.

Siempre he pensado que las formas son importantes, pero más importante son las intenciones verdaderas. Si en realidad queremos acercarnos todos y mantener encuentros y construir puentes, evitemos ataques o reproches, ni demostrar autoridad unos y quedar bien ante otros. Dejemos de tratarnos como bandos para realmente comunicarnos como cristianos. La verdad no se posee, pero el que no tenga una actitud de búsqueda de esa verdad, automáticamente ya se queda en fuera de juego.

Empecemos por encontrarnos como cristianos, como cursillistas todos, evitando los personajes para que se encuentren las personas, para dar espacio a la actuación del Espíritu.

La persona, ser perdona

No dudo en absoluto de la buena voluntad de ambas líneas o propuestas, todos queremos el bien, no hay duda.

No sé si es realmente así, pero a mi humilde entender sucede que un punto de partida diferente te hace fijar unas coordenadas diferentes:

Podríamos decir que la línea llamada “seglar” nos presenta un horizonte Cristo-Persona. Para la línea “seglar” el encuentro real consigo mismo es la estructura que hace posible el encuentro con los demás y con el Evangelio, con el Cristo vivo, viviente. Todo en el primer día del cursillo, las meditaciones, los rollos, etc. van en la línea más introspectiva, para que cada uno se vaya descubriendo como persona, dándose cuenta de que dentro tiene un maravilloso mundo interior por descubrir, aceptando sus limitaciones y comprender por consecuencia que puede ser mejor. Ese es el punto de partida necesario para que cuando tenga su encuentro con Cristo lo haga desde su libertad interior.

Para la línea diríamos “oficial” nos presenta un horizonte Cristo-Iglesia. La Iglesia es salvaguarda del verdadero mensaje de Cristo. Su orientación y vigilancia aseguran evitar posibles desviaciones y errores en la transmisión del mensaje del Evangelio. La fidelidad al método y su transmisión debe ser asegurada y unificada desde una estructura organizada y vertical.

Tal vez el centrarse en presentar a Cristo al alejado, sin haber pasado antes por el proceso personal de entrar en uno mismo, sin descubrir que se tiene que partir de la realidad real de uno mismo, muchas veces es perder la oportunidad a que ese encuentro con Cristo no sea del calado total que el cursillo pretende.

El cursillo no tiene que vivirse como un bonito acontecimiento de la vida, sino que a partir de la vivencia del cursillo se viva la vida como un continuo y gozoso acontecimiento, para que por la Gracia vaya siendo todo Verdad, así la vida es bonita, la gente es importante y siempre vale la pena vivir.

La unidad en la diversidad debería ser posible y es posible.

Siendo así el órgano mundial de los Cursillos de Cristiandad debería ser de servicio, plural, rotatorio, abierto a la amistad y al encuentro personal. Debería posibilitar profundizar en el estudio ofreciendo bibliografía y otras publicaciones, organizando y ser puente de encuentros de reflexión para redescubrir y vivir el carisma del movimiento. Ser garante de libertad y apoyo de iniciativas diocesanas.

Sirva esta carta abierta como expresión de simple reflexión personal con la única finalidad de compartir en oración, mejorar desde mi mismo y así poder aportar un granito de arena a que el Movimiento de Cursillos de Cristiandad sean lo que el mismo Espíritu de Dios pensó para el bien de la humanidad a quien tanto ama.
Un fuerte abrazo en Cristo y …¡De Colores!

Ramon Lllull Rosselló Forteza
Mallorca - España

sábado, 12 de noviembre de 2022

Reflexiones de un amigo

Mis queridos y queridas amadas en Cristo:

Lo que van a leer a continuación es una reflexión personal de un cursillista como ustedes, sin ningún ánimo de animadversión en contra de personas que quiero como a todos ustedes.

He leído con particular preocupación las cartas invitación y programa del GLCC para hacer una modificación al estatuto del OMCC en el próximo Encuentro Mundial a realizarse en octubre próximo.

Al respecto, y en mi experiencia de más de 30 años en el MCC quisiera hacer notar inquietudes que comparto con ustedes.

En el caso de Chile, las elecciones de secretariado nacional se realizaron en el mes de septiembre de 2020, asumiendo el nuevo secretariado en el mes de diciembre recién pasado.
Las reuniones de programación de este encuentro por parte del GLCC se realizaron en el mes de octubre y noviembre, en donde la voz del Secretariado chileno tenía el peso de ostentar la presidencia del GLCC. 

En el Manifiesto del Comité Ejecutivo del OMCC a los Grupos Internacionales del 31 de diciembre pasado se realizó un análisis de la “carta de navegación del OMCC” en donde el numeral 5 sostiene que “…es conveniente tomar en cuenta que los cambios cada 4 años de sede del OMCC conllevan cambios en las relaciones y enfoques de este esencial lazo de unión con la jerarquía”. 

En los documentos oficiales del OMCC se insiste en  el mandato de “obediencia al GLCC y al OMCC”, “fidelidad a los estatutos del GLCC y OMCC” “Unidad en torno a IIFF3”, como si ello fuera lo único posible dentro del MCC, y cualquier reflexión en torno a la historia de su Carisma que se está realizando desde hace años incluso mientras se discutía IIFF3, ha sido considerado como un “atentado a la iglesia”, y que quienes piden el regreso al Carisma inicial, sean indicados como rupturistas con la unidad, y quienes reflexionan algo diferente de lo expresamente indicado en IIFF3, estén “fuera de la comunión con el movimiento y la iglesia”. Así lo manifiestan en los comunicados a las diócesis chilenas: “grupo de personas que, rompiendo la UNIDAD, la COMUNIÓN y la FIDELIDAD al Carisma Original, a las Ideas Fundamentales y al Estatuto del Movimiento, aprobados por el Dicasterio para los Laicos de la Santa Sede, actúan por su propia iniciativa particular” (comunicado Secretariado Nacional de Chile, agosto 2020) “es de responsabilidad exclusiva de un grupo de personas que rompiendo la comunión eclesial y la unidad trabajada estos años, actúan por su cuenta y sin ninguna representación de las actividades oficiales del MCC Chile” (Declaración Secretariado Nacional de Chile, julio 2019). 
Se hace también muy evidente que cuando el manifiesto señala “los cambios cada 4 años de sede del OMCC conllevan cambios en las relaciones y enfoques de este esencial lazo de unión con la jerarquía”, están en clara contraposición con lo que aparece en la contratapa de IFMCC 3: “Este libro no es una “biblia” y debe ser leído teniendo en cuenta los setenta años de historia del movimiento, la realidad de la iglesia y el contexto histórico actual. No desarrolla exhaustivamente todos los contenidos del carisma, la finalidad, la metodología y las estructuras del Movimiento y puede ser completado y complementado con otras aportaciones, pero su estudio es indispensable…”. Si Grupos internacionales, Secretariados diocesanos y nacionales, cursillistas cada vez más numerosos en todo el mundo, hacen más énfasis en las ricas aportaciones históricas acerca del Carisma e Historia del MCC, no están haciendo otra cosa que ensanchar el horizonte del estudio que le compete a cada dirigente cristiano.

De acuerdo con lo expresado en el Manifiesto CE-OMCC, en el capítulo 1, en los art. 2 y 3, el OMCC es un organismo de servicio y ejerce su autoridad sobre los GI, los S. Nacionales y los S. Diocesanos dentro de los límites de lo previsto en el presente estatuto y lo que prescribe el Derecho Canónico… “…fidelidad a IFMCC 3.” “…expresión oficial del MCC…”

La pregunta es entonces: ¿no hay nada fuera de lo “oficial”? nada fuera de “la autoridad”? 
En la carta “OMCC Estat.20201209-GLCC Envía proyecto……”, en su letra B, indica que “el actual sistema de rotación automática de los Grupos Internacionales para la elección de la Sede del OMCC y su Comité Ejecutivo que establece el Estatuto, además de no reflejar la realidad del ser y sentir de los Secretariados Nacionales de los distintos países del mundo en que está inserto el Movimiento de Cursillos, impide considerar el peso real y la representatividad de cada Grupo, ya que hay un Grupo con 18 Secretariados Nacionales, un Grupo con 11 Secretariados Nacionales, un Grupo con 7 Secretariados Nacionales y un Grupo con sólo 2 Secretariados Nacionales (producto de que la mayoría de sus miembros no han podido acreditar que el Movimiento está realmente activo, y mucho menos que cuentan con el reconocimiento de su respectiva Conferencia Episcopal).

Esta situación adquiere una especial relevancia, y por qué no decir, gravedad, si se considera que precisamente el próximo Grupo al que correspondería asumir la Sede del Comité Ejecutivo del OMCC, conforme a la actual normativa de sistema de rotación automático, los Grupos GLCC y GECC manifiestan que “no cumple con el requisito de fidelidad al Estatuto y no acepta IFMCC3, lo que lo torna por lo mismo inelegible.”

Aquí es necesario finalizar con dos reflexiones:

¿Porque fue valida anteriormente la rotación entre grupos internacionales y no lo es ahora? 
¿Qué significado tiene la expresión “peso real y representatividad de cada grupo”? Este concepto es ajeno a cualquier presupuesto evangélico, usado en círculos empresariales y políticos para inclinar balanzas de poder, un insulto a los cristianos al ponerlos en calificaciones de “menos categoría” dependiendo el peso del poder que puedan ostentar, en abierta contraposición a la doctrina de Jesús.
¿Porque se quiere establecer un voto censitario  para la elegibilidad de la presidencia del OMCC, en donde resultarían solo dos grupos elegibles rotatoriamente, en detrimento de los otros dos grupos que no tienen “el peso” para optar a la presidencia?

¿El valor de los secretariados nacionales y grupos internacionales está condicionado por la cantidad de diócesis que los componen y no por el hecho de que están constituidos por personas que tienen exactamente el mismo valor en Vietnam o en España?

¿No es acaso una especie de censura que quiere imponer el GLCC y el GECC contra todo lo que se aparte de “la autoridad”, “lo oficial” “lo valido”?

¿Porque se quiere llegar a transgresiones a las propias leyes de cada país, en donde se defienden constitucionalmente la libertad de expresión, de pensamiento y de asociación?

Les abrazo con cariño de hermano.
Luis Martínez

LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD UN MOVIMIENTO DENTRO DE LA IGLESIA Y PARA EL MUNDO

El difícil retorno a la memoria

Luis A. Martinez Martinez
Valdivia, Chile, mes de junio del año 2021.

Muchos años han pasado desde el Concilio Vaticano II , al año 2021 en que vivimos, con 55 años en los que transitamos desde una iglesia cerrada, patrimonio de unos pocos, alejada de la praxis de Jesús, centrada en la ritualidad sin considerar a la persona, centrada en el castigo más que en acoger, etc., a una iglesia que comienza a pensar en el papel del seglar, tímidamente primero, después exigiendo que el seglar sea reconocido también en la dimensión del triple sacerdocio al que nos llamaba Jesús hace dos mil años.

Muchos se preguntan hoy que tienen que ver estas cosas con lo que sucede en las asociaciones laicales, de paso, reconocidas y bendecidas por los papas y el Magisterio de la Iglesia, que llevan a esos muchos a preguntarse porque estamos centrándonos en una discusión vieja sobre cuestiones que han sido superadas por la historia. Sin embargo, de pronto las ágoras virtuales se llenan de imprecisiones provocadas por un profundo desconocimiento del papel del seglar en la iglesia de hoy, situación que a veces se centra en cuestiones pueriles (“somos de iglesia o no”, “somos laicales y no eclesiales”, “somos una secta en contra de los curas”, “IIFF lo dice” …)

Algunos, y cada vez muchos más, intentamos ir centrando estas cosas de acuerdo con nuestra experiencia en la iglesia de hoy, y muchas veces hay que entrar a reexplicar verdades y cosas que ya deberíamos conocer: que ser seglar no es en oposición a los curas y la iglesia (vamos…. todos conocemos el Evangelio cuando dice “yo soy la vid y ustedes los sarmientos”, la lectura que habla sobre el Cuerpo místico de Cristo, la del triple sacerdocio, etc…)

En estos días, se revive esa vieja discusión cuando el MCC se encuentra sumido en una discusión provocada por el poder temporal, lleno de estructuras de mando, de verdades oficiales, de llamado a la sumisión, y cuando alguien intenta reflexionar sobre nuestro papel, al que se le acusa lisa y llanamente de divisionista y fuera de la comunión. 

Hace unas semanas, uno de los nombrados “Coordinador de Grupos Internacionales del MCC”, declaro que algunos dentro del MCC han cometido la herejía de decir que el MCC es laical y no eclesial, en contraposición a las líneas que menciona las llamadas IIFF en torno a que el MCC “es un movimiento de Iglesia”. Eduardo Bonnin, indiscutido seglar predominante en los inicios del MCC, y para mí, fundador del MCC, y quien rezó y escribió el Método del MCC,  volcó esto en “Vertebración de Ideas”, entre otros libros que recogen su memoria, habla de que esa definición es desacertada, que fue aceptada sin más en las II IIFF, que no fue suficientemente profundizada, y que imagino costaba mucho intentar cambiarla desde el libro ya escrito. Eduardo afirma que “el MCC intenta desde la iglesia…”, un movimiento “dentro de la Iglesia”, que eclosiona un montón de críticas, algunas muy bien intencionadas y otras muchas,  lamentablemente arraigadas en un clericalismo exacerbado y en un pensamiento preconciliar.

En esta discusión, muchos hemos intentado iluminar estos momentos de tensión, haciendo un llamado a escuchar la voz del Magisterio de la Iglesia, la voz de los papas y en particular de Francisco que reitera el papel del seglar en el mundo de hoy, en torno a iluminar el mundo con el evangelio, a salir de las parroquias, a seguir al Maestro desde su ejemplo, desde la humilde praxis y camino de Jesús. Por eso, cuando me preguntan acerca de que “los laicos son DE iglesia”, les digo que es diferente hablar de “personas de iglesia” que de “iglesia de personas”, que es diferente hablar de “cristiandad” que hablar de “cristianía”, que es diferente hablar de “laico” que hablar de “seglar”. Esas diferencias ya las ha explicado Eduardo en sus libros, porque él siempre creyó que la persona siempre tiene la posibilidad de reencontrarse con la verdad.

En la afirmación hecha por el Coordinador de los G.I. subyace un profundo desconocimiento de cuestiones que nosotros las hemos aprendido a fuerza de catequesis, homilías, lectura, jornadas de formación y comunidades de base. Las hemos aprendido de Cursillos, de Escuela, de temas de formación, de rollos, de la experiencia de los dirigentes.

Ante algunas lamentables acepciones de hermanos respecto a esta cuestión, me permití escribir los párrafos siguientes:

“Es bueno poner atención a ciertas afirmaciones o pensamientos que a veces hacemos nuestros o repetimos sin profundizar, y a veces tienen que ver con ideas fuerza dichas sin mala intención, pero que llevan a conclusiones equivocadas, sobre todo a quienes no perseveran en el estudio.

Hagamos un poco de historia: antes de Vaticano II se consideraba que todas las asociaciones laicales debían ser "brazos" de la Acción Católica, jerarquizadas y bajo estricta supervisión. De ahí viene el concepto de "movimiento de iglesia" que no está mal en estricto rigor, pero ha sido justamente la repetición de esta frase la que permitió una profunda clericalización del MCC, hasta el punto de haberse cambiado el método para permitir que sean los sacerdotes quienes dirijan la estrategia y su papel dentro de los ambientes.

En sus inicios, siempre se dijo que el MCC es un "movimiento dentro de la iglesia”, concepto adelantado al Concilio y que corresponde justamente a lo que es el movimiento: movimiento laical (yo diría Seglar), fundado por laicos y que siempre se sintió Iglesia.

Para entender estos conceptos, es bueno leer Apostolicam Actuositatem (1965), Gaudium et Spes, Lumen Gentium y Christifidelis Laicis (1988).

“Cuando los dirigentes latinoamericanos y del OMCC actuales aún persisten en la idea preconciliar de un movimiento laical literalmente dirigido por la jerarquía, es bueno mirar el papel del laicado a los ojos del Magisterio de la Iglesia, específicamente hoy con Francisco, quien nos urge a "des clericalizarnos", no como oposición a la iglesia, sino como una responsabilidad que nos corresponde como seglares con vocación de santidad.

Hace pocos días, el Magisterio de la Iglesia nos exhorta a una profunda revisión de las estructuras y el Carisma de las Asociaciones Laicales, porque han visto que pueden ser utilizadas como estructuras de poder temporal”

Cuando personas que dirigen las estructuras, que deben entenderse siempre como guías de consejo y discernimiento, y jamás como Sanedrines llenas de Reglamentos, Leyes y Edictos, siguen afirmando que quienes piensan Cursillos como un movimiento dentro de la iglesia, laico (Seglar) y des clericalizado en concordancia con la idea de sus iniciadores, están "fuera de la comunión con la iglesia" o "en discordancia con el "reglamento del OMCC" , y "alejados de IIFF" , es bueno exhortarlos con cariño y firmeza a releer la historia de los inicios del MCC, y a estar en sintonía con el llamado de Francisco en orden a "salirse de las parroquias y estructuras" y entrar al mundo, el de las organizaciones sociales, comunitarias, políticas, laborales.

Cursillos jamás se pensó para la "evangelización de los ambientes" como fin último. Cursillos se pensó y rezo para que la persona descubra que Dios, en Cristo, nos ama.

Cuando una persona descubre y hace vida esta maravilla, la evangelización de los ambientes no es una obligación, ni imposición, ni mantra repetido. Es solo una de las tantas consecuencias de la santidad.

“Cursillos es un movimiento que, mediante un método propio, intenta desde la iglesia que las realidades de lo cristiano se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que, descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, conduzca su libertad desde su convicción, refuerce su voluntad con su decisión y propicie la amistad en virtud de su constancia en su cotidiano vivir individual y comunitario"

Esta es la original definición del movimiento. Fue cambiada por la que conocemos durante las redacciones de las anteriores IIFF. (a la luz de lo manifestado por Francisco habrá que regresar, tarde o temprano, a la original, la escrita por Eduardo).

Con todo, cuando afirman que el MCC es un movimiento de iglesia porque así lo dice IIFF, sugiero leer las encíclicas nombradas anteriormente, y también leer "Historia y memoria de Cursillos de Cristiandad", y "Vertebración de Ideas".

Ahí se entenderá porque el MCC no es "un movimiento de iglesia" y si es "un movimiento dentro de la iglesia".

Por ello, el titulo de este texto dice “el difícil retorno a la memoria”. Porque el regreso a pensar en los inicios, iniciadores, historia y método para así poder iluminar lo que hacemos hoy, nos ha lanzado solo al preconcilio, reviviendo la “vieja iglesia”, la de misas en latín, la de jerarquías llenas de autoridad y ritos, la de laicos preocupados de la salvación eterna a punta de brujerías, mandas, horóscopos, limosnas con derecho a cambio….

Falta aún…. Vamos en la década de 1960. Para llegar a 1941 hay que hacer el tránsito a la lectura de la historia, cosa que no es tomada en cuenta por cuestiones de nuestra estructura cultural latina, alejada del estudio, periférica en su pensamiento y rígida en sus sueños.

Y hay una sola manera de llegar a 1941. Estudiando la historia, historia muchas veces negada por las estructuras, cómodas en sus cómodos sillones y en sus atrios llenos de autoridad.

Les abrazo.

Luis



Notas y bibliografía sobre laicos o seglares, Cristandad o Cristiania.

Citado por Juan Pablo II en su documento Christifideles laici, número 9: “Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos, especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del jefe común, el Papa, y de los obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia”.

[…] ejercen el apostolado con su trabajo por evangelizar y santificar a los hombres, y por perfeccionar y saturar de espíritu evangélico el orden temporal, de tal forma que su actividad en este orden dé claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. […] Dios llama a los seglares a que, con el fervor del espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento. (Apostolicam Actuositatem, 2)

 […] “Puesto que, en virtud del bautismo y de la confirmación, los laicos, como todos los demás fieles, están destinados por Dios al apostolado, tienen la obligación general y gozan del derecho tanto personal como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo; obligación que les apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que sólo a través de ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo” (Codigo de Derecho Canónico 225, 1) 

Comentario: resulta sugerente el uso de “laico” o “seglar”. Concilio Vaticano II utiliza a veces, en una rememoranza de conceptos muy antiguos, “laico” en oposición al clerigo, religioso o consagrado. Ch.L. lo deja mas explicado cuando habla de la vocación del laico en la iglesia y del camino a la santidad que es uno solo, y que el seglar camina paralelamente al religioso desde la vocación a la familia y a la santificación al orden temporal desde su propia realidad.

La Constitución Dogmática Lumen Gentium afirma que su vocación consiste en "iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor" (n. 31).

Acá queda claro que el laico actúa en los lugares especificos en donde el religioso o consagrado no llega, por lejania física o por que no alcanza a abarcar toda la vida de las poblaciones.

Respecto al seglar, el término secular se utiliza como un adjetivo calificativo para designar a todos aquellos fenómenos o elementos de una sociedad en los cuales la religión no está más presente, tanto porque fue eliminada de ese ámbito o porque nunca lo estuvo. El proceso de secularización de distintas áreas de la vida social comienza especialmente luego de la Revolución Francesa en 1789, momento en el cual la religión católica pierde su poder en el ámbito político y social. 

En los textos de inicios del MCC siempre se hablo de “seglar”, y ahora uno puede entender porque este concepto causa tanto ruido en este mundo tan clericalizado, mostrando una diferencia que se entromete hasta la libertad personal y las relaciones de la persona con el mundo: pasamos de una comunidad de personas de iglesia bajo la guía del Papa y los Obispos, a una comunidad de cristianos conscientes de su papel en el mundo, iglesia de personas, ya no a establecer una teocracia o un gobierno dirigido por Roma, sino que dando ejemplo de su relación con Dios a través de su influencia en todos los campos de la vida cotidiana, especialmente la familia, el trabajo, la comunidad, la política, lo social, el cuidado del ambiente y la repartición equitativa de los bienes terrenales.

Cristiandad o Cristiania? 

Cuando Eduardo planteo alguna vez el cambio de nombre de Cursillos a su concepción original, hablaba de “Cristiania” en oposición a “Cristiandad”. Esta es la razón porque el concepto germinal habla de Cristo-Persona-Amistad y no de un cristo escondido en el ritualismo, la obediencia y la no intromisión en los aspectos de la vida temporal.

Dejemos que Raimon Panikkar, filosofo y teologo contemporáneo, nos explique este concepto de Cristiania, que cuando Eduardo lo planteó se encontró con una enconada oposición por parte de la jerarquía. Es fácil darse cuenta de las razones del enojo.

Cristianía, cristianidad y cristianismo (Raimon Panikkar)

“Ser cristiano se puede entender como la confesión de una fe personal que adopta una actitud análoga a la de Cristo, en la medida en que Cristo representa el símbolo central de la propia vida. Yo lo denomino cristianía... una nueva, pero genuina, conciencia cristiana... Esta nueva convicción se va extendiendo por todo el mundo, especialmente entre las nuevas generaciones y entre aquellos que se independizan de la sobreinstitucionalización del cristianismo, particularmente del cristianismo oficial” (“L’albada de la cristiania”, Qüestions de vida cristiana 161, 1992).

Cristianía (Christianness) es el encuentro con Cristo en el centro de uno mismo, en el centro de la comunidad humana y en el centro de la realidad. Es una fe personal crística, que quiere adoptar la postura del Cristo (el “principio crístico”) y que vendría a ser “una mutación eclesial” en la autocomprensión cristiana cristiana, más allá de la cristianidad medieval (Christiandom) y el cristianismo moderno (Christianity), en la que pesaría más Cristo como núcleo místico de la fe que la Iglesia (dimensión sacramental) y el cristianismo (aspecto social). No se trata de una realidad totalmente nueva, sino presente en grandes cristianos de la historia, que por eso, resultaron a veces incómodos en la misma Iglesia. Son nombres de egregios cristianos, que vivieron su cristianía después de “superar” la cristiandad y el cristianismo: Tertuliano, Orígenes, Joaquín de Fiore, Dante, Eckhart, Nicolás de Cusa, S. Juan de la Cruz, Teilhard de Chardin, Thomas Merton, Le Saux, etc. Sería una forma nueva y a la vez antigua de concebir la existencia crística, que ha favorecido una doble liberación: de un orden político fijo y determinado (cristiandad) y de la identificación entre ser cristiano y la aceptación de una serie determinada de normas (cristianismo).

Para Panikkar la Iglesia y el mismo cristianismo deben evolucionar desde unas estructuras colectivas rígidas hacia una concepción más personal, la cristianía, que vendría a ser la forma de vivir el hecho cristiano en el tercer milenio, superando el segundo milenio, en el que el cristianismo habría estado demasiado impregnado de cristiandad. Se insiste en la dimensión experiencial y que Cristo no es sólo patrimonio de los cristianos; hablar de cristianía es hablar de una identidad cristiana que va más allá de una pertenencia jurídico-institucional y aún de un consensus doctrinal. Se trata ser “un sediento del reino” y realizar la experiencia de confianza en el Espíritu que tuvo Cristo Jesús.

La mutación eclesial en la autocomprensión cristiana trata de ser nada menos que la “contribución cristiana al cambio cósmico en la aventura del universo” en la que estamos todos implicados (“L’albada de la cristiania”). Lo más novedoso de la apuesta de Panikkar es pretender ir más allá de la mera realidad histórica del cristianismo, para afirmar que la cristianía es un factum, algo que no depende solamente de nosotros. Panikkar precisa el sentido de este factum con una triple distinción: cristianismo (aspecto social), Iglesia (dimensión sacramental) y Cristo (núcleo místico de la fe, principio crístico). Este principio crístico serviría de auténtica identificación para muchos cristianos que se identifican como tales y no se sienten ni alejados de Cristo ni fuera de la Iglesia, a pesar de no obedecer a todas las leyes eclesiásticas; aunque no es una posición individualista, no es “una anarquía incontrolada” (“L’albada de la cristiania”).

En definitiva, la cristianía sería tomar muy en serio la superación de la Ley, sin caer en la tentación de la cristiandad. La experiencia de la madurez cristiana que quiere transmitir el concepto de cristianía surge como una nueva esperanza: encuentro con Cristo en el centro de uno mismo, en el centro de la comunidad humana y en el centro de la realidad.

«SINODALIDAD» DE LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD

Jesús Valls 


Los Cursillos, como movimiento diocesano de arraigada tradición en la Iglesia de Mallorca que los vio nacer, han profesado desde su origen –Cala Figuera en agosto de 1944– un inequívoco sentido de eclesialidad previo al reconocimiento de su singular carisma por la Iglesia Universal. 


Su fundador, Eduardo Bonnín Aguiló, vivió su seglaridadcomo auténtica vocación con el objetivo de que las más personas posibles cayeran en la cuenta de que lo real de su vida podía alcanzar su mejor versión –hasta la culminación de lo posible– si se descubrían verdaderamente amadas por Dios. 


La vida de los Cursillos ha avanzado a lo largo de la historia como proclamación «kerigmática» y ha profundizado en la elaboración práctica de una teología cristocéntrica. En la vivencia de los tres días y la perseverancia a través de la amistad, se va desarrollando una natural concepción por la que cada uno puede ir conociendo la figura de Jesús del Evangelio y se anima a resolver su vida haciendo pivotar el eje de su circunstancia personal sobre la interpelación de un Cristo vivo, normal y cercano. La concepción de un Cristo que por resucitado se hace presente y acompaña a cada uno, de tal manera que va favoreciendo y desarrollando una capacidad de reacción desde la bondad ante cada circunstancia. 


En definitiva, el cursillo es una vida en la que se va produciendo un triple encuentro, en la dimensión de uno mismo, para poder sintonizar en la frecuencia de la fe en Dios y en la fiestdel encuentro con los demás, como testimonio de que la confianza en el Señor no defrauda. Los Cursillos mantienen desde su intención primigenia el objetivo de que el abstracto hecho salvífico de la Resurrección de Jesucristo viva en cada rostro y camine en cada persona con los pies de lo cotidiano. 


El cursillo transmite la mentalidad de que ser cristiano no consiste en un «dar cuenta» de nada, sino en un «darse cuenta» de la inmensidad del Amor de Dios, por tanto que nos ha dado, causa extraordinaria de transformación y evolución personal que da sentido a todo lo que vivimos, que va dando calado al sentido de la vida, que genera poso en la conciencia y que ofrece otra perspectiva constantemente renovada por la que se va viendo con ojos nuevos las cosas de siempre y se transforman las almas en la aventura de ir siendo persona. 


Por encima de las tensiones por las que la Iglesia Universal ha venido a reconocer la singularidad del carisma fundacional de los Cursillos, gracias al cual una gran inmensidad de bautizados perseverantes en las ultreyas y reuniones de grupo, tendentes a la amistad químicamente pura desde la identidad con Jesús del Evangelio llevan esta realidad a su vida normal, convive en los dirigentes de Cursillos la consciencia de una seglaridad plena en identidad con la misión de la Iglesia, viviendo dicha seglaridad como fundamento de la acción evangelizadora y que se reivindica para ser reconocida en sí misma como parte de toda acción pastoral. 


Los Cursillos transmiten la concepción de una Iglesia que es portadora de la gracia simbolizada en la acción de los sacramentos, que cuenta con el imprescindible papel de los sacerdotes, quienes tienen la oportunidad también de testimoniar el sentido de su sacerdocio, amén de ser motivadores y acompañantes de la misión seglar para llevar a la vida de cada uno la luz del Evangelio. 


En comunión con la Iglesia local, como movimiento diocesano, y en íntima identidad con la misión evangelizadora, los Cursillos quieren ser anunciadores de la mejor noticia, que Dios nos ama, comunicada por el mejor medio, que es la amistad, y que se dirige a lo mejor de cada uno, que es su ser de persona. 


Lejos de una pretensión proselitista y abandonado todo sentido imperialista de recatolización de los ambientes, los Cursillos pretenden para quien vive la experiencia de un cursillo que cada uno aprenda a aceptarse como uno es, contando con la fortaleza de la gracia acompañante como verdadera dimensión espiritual por la que se mantiene fiel al Evangelio, comprender que puede ser mejor, en el sentido de entrenar las habilidades para entender todas las cosas que pasan como algo necesario para seguir el tránsito hacia una constante evolución personal y entender que toda solución tiene sentido al margen de su resultado y reconocimiento y que toda atención a otra persona le es favorable con independencia de nuestra capacidad de conquista, y hacer el camino en compañía, en el sentido de que solo nos salvamos en racimo y que es imprescindible compartir la aventura de ir siendo cristiano, permaneciendo abiertos a las realidades de los acontecimientos que trae la vida. 


Ahora bien, ¿en qué sentido el Movimiento de Cursillos vive la sinodalidad en la concepción de ese «caminar juntos» y en relación con los aspectos señalados por el papa Francisco en cuanto a la comunión, la participación y la misión en la Iglesia de Mallorca? 


Hay que decir que en no pocas ocasiones los Cursillos han sido tildados en su intención de promulgar una seglaridad exclusiva y excluyente respecto de la vivencia de lo fundamental cristiano, en cuanto que Dios en Cristo nos ama y que con la gracia que obra de los sacramentos podemos alcanzar por la fuerza de la fe y la luz del Evangelio la confianza en que el Amor es la mejor opción para alcanzar la plenitud e integrar el sentido de la Resurrección del alma. Y todo, por el especial entusiasmo con el que brota la noticia en las personas corrientes que viven un cursillo, sin quedar incorporados en la convocatoria parroquial. 


Esta estigmatización en el ámbito diocesano tiempo atrás ha hecho permanecer durante muchos años un sentido de tolerancia desde el Palacio Episcopal que ha mantenido al Movimiento de Cursillos en una controlada equidistancia, considerando los más moderados de la diócesis desde una posición tibia que los Cursillos son un buen instrumento que comporta una labor positiva en su ámbito de actuación. No obstante, esta realidad ha convivido con la incesante convocatoria de cursillos de hombres y mujeres –salvo el parón del COVID-19– que siguen iniciando y reiniciando su vida en identidad con el Jesús del Evangelio, personas que, aún bautizadas la mayoría de ellas, vivían al margen de la fe sin haber abandonado toda idea de Dios, fruto del proceso de secularización tan avanzado que vive nuestra sociedad y que se reinician, cual confirmación del sentido de su bautismo, hacia una amistad consciente con el Señor. 


Bajo esta realidad diluida en el tiempo subyace cierta nostalgia de una amistad plena que deseó el propio Eduardo Bonnín entre sacerdotes y seglares para el plan apostólico de que las más personas posibles vivan sabiendo que Dios lesama y resolver su vida desde la alegría por este motivo digno de la gracia actual y habitual, que es una sola gracia. Una amistad entre sacerdotes y seglares que la proliferación del estigma nunca dejó arraigar, pues no era lo mismo el deseo de domesticación para el bien de las filas pastorales que la mera difusión de las verdades del Evangelio para llegar a los tentáculos de la vida desde la libertad de los hijos de Dios que circulan por la vida autónomamente con el carnet de conducirse a sí mismos, sumados a la identidad con un Dios consciente y sin obedecer a ninguna convocatoria que no sea la de la vida misma. El ideal era que cada uno desde su papel de amistad –la del seglar– o de dirección espiritual –la del sacerdote– llegara donde no llegaba el otro para conseguir que Dios ganara el corazón de cada vida, atreviéndose a vivirla y entregarla para el Bien. 


El fervor ardiente de los cursillistas de cristiandad se mantiene hoy todavía sin la asistencia de una diócesis dispuesta a proclamar el manifiesto que les dé la confianza necesaria para reemprender el fuego desde las brasas todavía existentes de lo que tiempo atrás fue. No obstante, algunos sacerdotes que han avanzado en su amistad personal con algunos dirigentes seglares de cursillos, se guardan en la posibilidad de que pueda rebrotar la buena semilla que han sido y que son los Cursillos. La dimensión internacional y la tramitación de procesos de estatutos con intereses de suplantar la naturaleza diocesana de los Cursillos –diplomacia heredada de quienes invitaban en todos los rincones de la Tierra a Eduardo Bonnín para conocer la esencia y finalidad y la mentalidad y el sentido de las estructuras del encuentro cursillista como la Reunión de Grupo, la ultreya y la escuela de dirigentes– aguantan la importancia de Mallorca como referencia de la intención original del surgimiento de los cursillos. No obstante, esta realidad se muestra insuficiente para que este movimiento seglar alcance su potencialidad evangelizadora en la diócesis de Mallorca. 


Los cursillos, que nos enseñan a hablarle al Señor en voz alta y que motivan para llevar la fuerza del sagrario a la tensión de la vida, solicitan comprensión y respeto respecto de la falta de implicación para resolver los problemas diocesanos sobre los bienes temporales y piden paso para recibir la bendición explícita legitimadora para expandir a lo grande su misión. En la sinodalidad así vivida, desde la Iglesia legitimadora, los cursillos quieren avanzar no como un verso suelto, pero sí con un paso singular que los identifica diferentes en ese caminar juntos. Con tendencia centrífuga hacia el mundo, para alcanzar a los más posibles, dando voz a más testigos que maestros, que puedan aportar la luz del Evangelio como verdad eterna en medio de esta actualidad transitiva que vivimos en el tiempo actual y que se nos muestra globalmente polarizada por las revoluciones de carácter demográfico, que nos llevan a una sociedad cada vez más plural, de carácter tecnológico, que nos llevan a una sociedad cada vez más robotizada, de carácter digital, que menguan el valor de la presencia personal y de carácter genético, que es donde se debatirá la verdadera cuestión moral. 


Frente a todo ello, para que arraigue la buena semilla, ya no podemos continuar manteniendo desde la Iglesia que camina y que hoy se examina a sí misma en la presente dinámica sinodal, la proliferación de una moral sin convicción, una religiosidad sin fe y una política sin altruismo en la propia Iglesia local. Hay que dar inevitablemente un paso adelante, dejando lo viejo a un lado, dejando de responder insistentemente a cuestiones que ya no están en duda para la mayoría de las personas y elaborar respuestas vivas para ser la voz de Cristo en las nuevas cuestiones de todo orden que surgen en nuestro entorno personal y social desconocidas hasta el momento. 


A tantos años del Concilio Vaticano II en que la seglaridadquiso alcanzar su mayoría de edad, hoy los seglares vienen también a ser los encargados de mantener a la Madre Iglesia que los ha criado y auspiciado. Ha llegado el momento de la imprescindible seglaridad, no solo necesaria para mantener el testimonio del Evangelio portador de la idea de que el Amor es la fuerza más poderosa para vivir y resolver la vida, sino que esa verdad no puede consistir exclusivamente en el seguimiento domesticado de un cauce unívoco de abstenciones por las que transitar la vida hacia una santidad heroica, debiendo predicarse un mensaje compatible con la normalidad y la extensa llanura de la experiencia de cada vida personal, en cuyo contraste se esculpe el verdadero amor y la belleza, que por resucitado nos descubre el Señor. 

¡Sigamos caminando más juntos! 

 

(Publicat a la revista COMUNICACIÓ -140-141 – 2022)


miércoles, 9 de noviembre de 2022

¿PORQUÉ INTERESA TANTO BORRAR DEL MAPA A EDUARDO BONNÍN?

Por Luis Reyes Larios

La razón es muy sencilla:

El Movimiento de Cursillos es un verdadero “parteaguas” en la vida de todos los que hemos tenido la dicha de vivir los tres días de esta inolvidable experiencia.

Al suceder y acontecer lo inexplicable de la metan oía –cambio profundo- en tantas personas, provoca que muchos de los protagonistas (dirigentes) lleguen a ser presa fácil del orgullo y la vanidad, la soberbia y la ambición, que termina por matar el verdadero espíritu por el cual Dios ha suscitado un carisma tan valioso.

Esta tentación se remonta hasta los mismos inicios del Movimiento de Cursillos:

1.- Bartolomé Torres Gost era el rector del Seminario Diocesano de Palma de Mallorca a principios de los años 50. Mucho le molestaba ver que los laicos que vivían un Cursillo, sin ninguna formación académico-religiosa, profesaran una fe tan viril y descarada, que mucho chocaba con las costumbres  pietistas de esa época. Por ello no tuvo reparos para expresarse ante los seminaristas mediante ataques contra los Cursillos y contra el obispo Hervás (por apoyarlos), quien al enterarse le hizo ver la posibilidad de quitarlo del Seminario.

Un hermano de Torres Gost era un alto personaje en el Opus Dei y muy allegado al gobierno de Franco. Mediante esa influencia, se sabe que solicitó la salida del obispo Hervás de Mallorca. El nuevo obispo, Jesús Enciso, llega a Mallorca con la consigna de desaparecer el Movimiento y emite una Carta Pastoral para suspender indefinidamente toda actividad cursillista.  

2.- Como respuesta, el obispo Hervás redacta una Carta Pastoral desde su nueva diócesis  de Ciudad Real:   “Los Cursillos de Cristiandad, instrumento de Renovación Cristiana”, que se convierte en la Carta Magna de los Cursillos, y los devuelve a la vida en la Iglesia. Le pide a Eduardo Bonnín todo el material que ha elaborado sobre la Mentalidad, Esencia, Finalidad y Metodología del Movimiento y le solicita también que lleve un equipo de iniciadores para implantarlos en esa diócesis. Eduardo gustoso acepta, por lo que desde Ciudad Real parten oficialmente a todo el mundo.

3.- Sin embargo no se le permite a Eduardo participar  en la estructuración organizativa, por lo que se nombran sacerdotes para elaborar los materiales y manuales operativos, que terminan por clericalizar el Movimiento, quitándole su punta seglar.

4.- Esta tentación se ha repetido desde entonces en todas las etapas históricas de los Cursillos y coincidentemente, siempre han sido sacerdotes apoyados por algunos monaguillos que ocupando la dirigencia de secretariados y grupos internacionales, poco les ha interesado estudiar las raíces del Movimiento, y créanlo, la mayoría lo hace pensando hacer un bien a los Cursillos y a la Iglesia.

5.- Desde los años 70 hasta los 90, el padre Cesáreo Gil –un sacerdote que mucho trabajó por los Cursillos toda su vida, pero que no entendió su esencia fundacional pues nunca aceptó que fuera seglar- fue siempre la cabeza visible que todo decidía en el Movimiento, culminando su influencia en Las Segundas Ideas Fundamentales que salieron a la luz en 1990, haciendo de lado las opiniones que desde Mallorca los iniciadores (incluido Eduardo Bonnín) le enviaron por escrito a la comisión que él manejaba, en desacuerdo por la clara intención de convertir en reglas lo que nació como líneas de criterio, además de desviar la finalidad primordial de ir siempre a la Persona y nunca a sus circunstancias ni al Personaje al que era llamado a representar en la vida. El Manifiesto, el Comunicado del Secretariado Diocesano de Mallorca al IV Encuentro Mundial, las Sugerencias al Proyecto de Actualización de Ideas Fundamentales, hechas por Bonnín- Francisco Suárez- Forteza, en nada hicieron mella en una ilógica posición clerical, que deseaba borrar del mapa a Eduardo Bonnín y a Mallorca, pues restaría poder y protagonismo a quienes se encumbraron a la cabeza de la estructura, que desde un principio nació para servir y nunca para mandar.

Latinoamérica es, desgraciadamente, el área geográfica donde más se ha repetido esta historia, y en la actualidad, son los que satanizan a quienes tenemos la “osadía” de investigar en las fuentes cuál es el verdadero Carisma que el Espíritu Santo ha derramado en Cursillos.

Hoy en día, son otros sacerdotes quienes han tomado la estafeta del protagonismo mundial desde este lado del globo, auto nombrándose adalides del MCC, inventando incluso un Carisma diferente, llamándolo “ Original” para diferenciarlo del Fundacional y poco les falta para decir que Eduardo y Mallorca nunca existieron realmente.

Y claro, no les faltan los monaguillos que tiran la piedra en esta Escuela Virtual, (me refiero a la Escuela Virtual de Barcelona) con la única finalidad de crear polémica y dudas entre los “mal informados, desinformados o no informados”.

LA VERDADERA RAZÓN ES QUE SON PATADAS DE AHOGADO, PORQUE DIOS YA HA SUSCITADO UNA OLA IMPARABLE DE HAMBRE POR RESCATAR AL MCC, REGRESANDO A SU VERDADERO ORIGEN, EMPEZANDO POR DOCUMENTOS DE LOS PAPAS JUAN PABLO SEGUNDO EN 1998 Y BENEDICTO XVI EN 2006, Y HOY CULMINANDO CON MUCHOS OBISPOS QUE HAN DETERMINADO REGRESAR A LAS FUENTES, RECORDANDO QUE CURSILLOS ES UN MOVIMIENTO EMINENTEMENTE DIOCESANO, COMO LO DECLARAN LAS MISMAS IDEAS FUNDAMENTALES EN EL APARTADO 693, RECORDÁNDOLE A LAS ESTRUCTURAS QUE SU FUNCIÓN ES DE SERVICIO Y UNIDAD, Y NUNCA DE MANDAR NI MUCHO MENOS DE ATACAR , PERSEGUIR Y SATANIZAR  A QUIENES ESTÁN CUMPLIENDO CON EL PAPEL QUE A ELLOS LES CORRESPONDERÍA REALIZAR.

DE COLORES

viernes, 4 de noviembre de 2022

San Carlos de Borromeo, Santo del día

 


Era un noble de alta alcurnia. Su padre, el conde Gilberto Borromeo, se distinguió por su talento y sus virtudes. Su madre, Margarita, pertenecía a la noble rama milanesa de los Médicis. Un hermano menor de su madre llegó a ceñir la tiara pontificia con el nombre de Pío IV. Carlos era el segundo de los varones entre los seis hijos de una familia. Nació en el castillo de Arona, junto al lago Maggiore, el 2 de octubre de 1538. Desde los primeros años, dió muestras de gran seriedad y devoción. A los doce años, recibió la tonsura, y su tío, Julio Cesar Borromeo, le cedió la rica abadía benedictina de San Gracián y San Felino, en Arona, que desde tiempo atrás estaba en manos de la familia. Se dice que Carlos, aunque era tan joven, recordó a su padre que las rentas de ese beneficio pertenecían a los pobres y no podían ser aplicadas a gastos seculares, excepto lo que se emplease en educarle para llegar a ser, un día, digno ministro de la Iglesia. Después de estudiar el latín en Milán, el joven se trasladó a la Universidad de Pavía, donde estudió bajo la dirección de Francisco Alciati, quien más tarde sería promovido al cardenalato a petición del santo. Carlos tenía cierta dificultad de palabra y su inteligencia no era deslumbrante, de suerte que sus maestros le consideraban como un poco lento; sin embargo, el joven hizo grandes progresos en sus estudios. La dignidad y seriedad de su conducta hicieron de él un modelo de los jóvenes universitarios, que tenían la reputación de ser muy dados a los vicios. El conde Gilberto sólo daba a su hijo una parte mínima de las rentas de su abadía y, por las cartas de Carlos, vemos que atravesaba frecuentemente por periodos de verdadera penuria, pues su posición le obligaba a llevar un tren de vida de cierto lujo. A los veintidós años, cuando sus padres ya habían muerto, obtuvo el grado de doctor. En seguida retornó a Milán, donde recibió la noticia de que su tío el cardenal de Médicism había sido elegido Papa en el cónclave de 1559, a raíz de la muerte de Pablo IV.

 A principio de 1560, el nuevo Papa hizo a su sobrino cardenal diácono y, el 8 de febrero, le nombró administrador de la sede vacante de Milán, pero, en vez de dejarle partir, le retuvo en Roma y le confió numerosos cargos. En efecto, Carlos fue nombrado, en rápida sucesión, legado de Bolonia, de la Romaña y de la Marca de Ancona, así como protector de Portugal, de los países bajos, de los cantones católicos de Suiza y además, de las órdenes de San Francisco, del Carmelo, de los Caballeros de Malta y otras más. Lo extraordinario es que todos esos honores y responsabilidades recaían sobre un joven que no había cumplido aún veintitrés años y era simplemente clérigo de órdenes menores. Es increíble la cantidad de trabajo que san Carlos podía despachar sin apresurarse nunca, a base de una actividad regular y metódica. Además, encontraba todavía tiempo para dedicarse a los asuntos de su familia, para oír música y para hacer ejercicio. Era muy amante del saber y lo promovió mucho entre el clero, para lo que fundó en el Vaticano, con el objeto de instruir y deleitar a la corte pontificia, una academia literaria compuesta de clérigos y laicos, algunas de cuyas conferencias y trabajos fueron publicados entre las obras de San Carlos con el título de Noctes Vaticanae. Por entonces, juzgó necesario atenerse a la costumbre renacentista que obligaba a los cardenales a tener un palacio magnífico, una servidumbre muy numerosa, a recibir constantemente a los personajes de importancia y a tener una mesa a la altura de las circunstancias. Pero en su corazón, estaba profundamente desprendido de todas esas cosas. Había logrado mortificar perfectamente sus sentidos y su actitud era humilde y paciente. Muchas almas se convierten a Dios en la adversidad; San Carlos tuvo el mérito de saber comprobar la vanidad de la abundancia al vivir en ella y, gracias a eso, su corazón se despegó cada vez más de las cosas terrenas. Había hecho todo lo posible por preveer al gobierno de la diócesis de Milán y remediar los desórdenes que había en ella; en este sentido, el mandato del Papa de que se quedase en Roma le dificultó la tarea. El Venerable Bartolomé de Martyribus, arzobispo de Braga, fue por entonces a la ciudad Eterna y San Carlos aprovechó la oportunidad para abrir su corazón a ese fiel siervo de Dios, a quien indicó: "Ya veis la posición que ocupo. Ya sabéis lo que significa ser sobrino y sobrino predilecto de un Papa y no ignoráis lo que es vivir en la corte romana. Los peligros son inmenso. ¿Qué puedo hacer yo, joven inexperto? Mi mayor penitencia es el fervor que Dios me ha dado y, con frecuencia, pienso en retirarme a un monasterio a vivir como si sólo Dios y yo existiésemos". El arzobispo disipó las dudas del cardenal, asegurándole que no debía soltar el arado que Dios le había puesto en las manos para el servicio de la Iglesia, sino que debía, más bien, tratar de gobernar personalmente su diócesis en cuanto se le ofreciese oportunidad. Cuando San Carlos se enteró de que Bartolomé de Martyribus había ido a Roma precisamente con el objeto de renunciar a su arquidiócesis, le pidió explicaciones sobre el consejo que le había dado, y el arzobispo hubo de usar de todo su tacto en tal circunstancia.

Pío IV había anunciado poco después de su elección que tenía la intención de volver a reunir el Concilio de Trento, suspendido en 1552. San Carlos empleó toda su influencia y su energía para que el Pontífice llevase a cabo su proyecto, a pesar de que las circunstancias políticas y eclesiásticas eran muy adversas. Los esfuerzos del cardenal tuvieron éxito, y el Concilio volvió a reunirse en enero de 1562. Durante los dos años que duró la sesión, el santo tuvo que trabajar con la misma diplomacia y vigilancia que había empleado para conseguir que se reuniese. Varias veces estuvo a punto de disolverse la asamblea, dejando la obra incompleta, pero, con su gran habilidad y con el constante apoyo que prestó a los legados del Papa, logró que la empresa siguiese adelante. Así pues, en las nueve reuniones generales y en las numerosísimas reuniones particulares se aprobaron muchísimo de los decretos dogmáticos y disciplinarios de mayor importancia. El éxito se debió a San Carlos más que a cualquier otro de los personajes que participaron en la asamblea, de suerte que puede decirse que él fue director intelectual y el espíritu rector de la tercera y última sesión del Concilio de Trento.

En el curso de las reuniones murió el conde Federico Borromeo, con lo cual, San Carlos quedó como jefe de su noble familia y su posición se hizo más difícil que nunca. Muchos supusieron que iba a abandonar el estado clerical para casarse, pero el santo ni siquiera pensó en ello. Renunció a sus derechos en favor de su tío Julio y se ordenó sacerdote en 1563. Dos meses más tarde, recibió la consagración episcopal, aunque no se le permitió trasladarse a su diócesis. Además de todos sus cargos, se le confió la supervisión de la publicación del Catecismo del Concilio de Trento y la reforma de los libros litúrgicos y de la música sagrada; él fue quien encomendó a Palestrina la composición de la Missa Papae Maecelli. Milán que había estado durante ochenta años sin obispo residente, se hallaba en un estado deplorable. El vicario de San Carlos había hecho todo lo posible por reformar la diócesis con la ayuda de algunos jesuitas, pero sin gran éxito. Finalmente, San Carlos consiguió permiso para reunir un concilio provisional y visitar su diócesis. Antes de que partiese, el Papa le nombró legado a latere para toda Italia. El pueblo de Milán le recibió con el mayor gozo y el santo predicó en la catedral sobre el texto "Con gran deseo he deseado comer esta Pascua con vosotros". Diez Obispos sufragáneos asistieron al sínodo, cuyas decisiones sobre la observancia de los decretos del Concilio de Trento, sobre la disciplina y la formación del Clero, sobre la celebración de los divinos oficios, sobre la administración de los sacramentos, sobre la enseñanza dominical del catecismo y sobre muchos otros puntos, fueron tan atinados que el Papa escribió a San Carlos para felicitarle. Cuando el santo se hallaba en el cumplimiento del oficio como legado de Toscana, fue convocado a Roma para asistir a Pío IV en su lecho de muerte, donde también le asistió San Felipe Neri. El nuevo Papa Pío V, pidió a San Carlos que se quedase algún tiempo en Roma para desempeñar los oficios que su predecesor le había confiado, pero el santo aprovechó la primera oportunidad para rogar al Papa que le dejase partir y, supo hacerlo con tal tino, que Pío V le despidió con su bendición.

San Carlos llegó a Milán en abril de 1556 y, en seguida empezó a trabajar enérgicamente en la reforma de su diócesis. Su primer paso fue la organización de su propia casa. Puesto que consideraba el episcopado como un estado de perfección, se mostró sumamente severo consigo mismo. Sin embargo, supo siempre aplicar la discreción a la penitencia para no desperdiciar las fuerzas que necesitaba en el cumplimiento de su deber, de suerte que aun en las mayores fatigas conservaba toda su energía. Las rentas de que disfrutaba eran pingües, pero dedicaba la mayor parte de las obras de caridad y se oponía decididamente a la ostentación y al lujo. En cierta ocasión en que alguien ordenó que le calentasen el lecho, el santo dijo, sonriendo: "La mejor manera de no encontrar el lecho demasiado frío es ir a él más frío de lo que pueda estar". Francisco Panigarola, arzobispo de Asti, dijo en la oración fúnebre por San Carlos: "De sus rentas no empleaba para su propio uso más que lo absolutamente indispensable. En cierta ocasión en que le acompañé a una visita del valle de Mesolcina, que es un sitio muy frío, le encontré por la noche estudiando, vestido únicamente con una sotana vieja. Naturalmente le dije que, si no quería morir de frío, tenía que cubrirse mejor y él sonrió al responderme: 'No tengo otra sotana. Durante el día estoy obligado a vestir la púrpura cardenalicia, pero ésta es la única sotana realmente mía y me sirve lo mismo en el verano que en el invierno' ". Cuando San Carlos se estableció en Milán, vendió la vajilla de plata y otros objetos preciosos en 30,000 coronas, suma que consagró íntegramente a socorrer a las familias necesitadas. Su limosnero tenía orden de repartir entre los pobres 200 coronas mensuales, sin contar las limosnas extraordinarias, que eran muy numerosas. La generosidad de San Carlos dejó un recuerdo imperecedero. Por ejemplo, supo ayudar tan liberalmente al Colegio Inglés de Douai, que el cardenal Allen solía llamar a San Carlos, fundador de la institución. Por otra parte, el santo organizó retiros para su clero. El mismo hacía los Ejercicios Espirituales dos veces al año y tenía por regla confesarse todos los días antes de celebrar la misa. Su confesor ordinario era el Dr. Griffith Roberts, de la diócesis de Bangor, autor de la famosa gramática galesa. San Carlos nombró a otro galés (el Dr. Qwen, quien más tarde llegó a ser obispo de Calabria) vicario general de su diócesis, y llevaba siempre consigo una imagen de San Juan Fisher. Tenía el mayor respeto por la liturgia, de suerte que jamás decía una oración ni administraba ningún sacramento apresuradamente, por grande que fuese su prisa o por larga que resultase la función.

Su espíritu de oración y su amor de Dios dejaban en los otros un gran gozo espiritual, le ganaban los corazones, e infundían en todos el deseo de perseverar en la virtud y de sufrir por ella. Tal fue el espíritu que San Carlos aplicó a la reforma de su diócesis, empezando por la organización de su propia casa. Su casa estaba compuesta de cien personas; la mayor parte eran clérigos, a lo que el santo pagaba generosamente para evitar que recibiesen regalos de otros. En la diócesis se conocía mal la religión y se la comprendía aún menos; las prácticas religiosas estaban desfiguradas por la superstición y profanadas por los abusos. Los sacramentos habían caído en el abandono, porque muchos sacerdotes apenas sabían cómo administrarlos y eran indolentes, ignorantes y de mala vida. Los monasterios se hallaban en el mayor desorden. Por medio de concilios provinciales, sínodos diocesanos y múltiples instrucciones pastorales, San Carlos aplicó progresivamente las medidas necesarias para la reforma del clero y del pueblo. Aquellas medidas fueron tan sabias, que una gran cantidad de prelados las consideran todavía como un modelo y las estudian para aplicarlas. San Carlos fue uno de los hombres más eminentes en teología pastoral que Dios enviara a su Iglesia para remediar los desórdenes producidos por la decadencia espiritual de la Edad Media y por los excesos de los reformadores protestantes. Empleando por una parte la ternura paternal y las ardientes exhortaciones y, poniendo rigurosamente en práctica, por la otra, los decretos de los sínodos, sin distinción de personas, ni clases, ni privilegios, doblegó poco a poco a los obstinados y llegó a vencer dificultades que habrían desalentado aun a los más valientes. San Carlos tuvo que superar su propia dificultad de palabra, a base de paciencia y atención, pues tenía un defecto en la lengua. A este propósito, decía su amigo Aquiles Gagliardi: "Muchas veces me he maravillado de que, aun sin poseer elocuencia natural alguna, sin tener ningún atractivo especial en su persona, haya conseguido obrar tales cambios en el corazón de sus oyentes. Hablaba brevemente, con suma seriedad y apenas se podía oír su voz; sin embargo, sus palabras producían siempre efecto". San Carlos ordenó que se atendiese especialmente a la instrucción cristiana de los niños. No contento con imponer a los sacerdotes la obligación de enseñar públicamente el catecismo todos los domingos y días de fiesta, estableció la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que llegó a contar, según se dice, con 740 escuelas, 3.000 catequistas y 40.000 alumnos. Así pues, San Carlos fundó las "escuelas dominicales" dos siglos antes de que Roberto Raikes las introdujese en Inglaterra para los niños protestantes. San Carlos se valió particularmente de los clérigos regulares de San Pablo ("barnabitas"), cuyas constituciones él mismo había ayudado a revisar y, en 1578, fundó una congregación de sacerdotes seculares, llamados Oblatos de San Ambrosio que, por un voto simple de obediencia a su obispo, se ponían a disposición de éste para que los emplease a su gusto en la obra de la salvación de las almas. Pío XI formó parte más tarde de esa congregación, cuyos miembros se llaman actualmente Oblatos de San Ambrosio y de San Carlos.

Pero en todas partes se acogió bien la obra reformadora del santo, quien en ciertos casos tuvo que hacer frente a una oposición violenta y sin escrúpulos. En 1567, tuvo una dificultad con el senado. Ciertos laicos que llevaban abiertamente una vida poco edificante y se negaban a prestar oídos a las exhortaciones del santo, fueron aprisionados por orden suya. El senado amenazó, con ese motivo, a los funcionarios de la curia del arzobispo, y el asunto llegó hasta el Papa y Felipe II de España. Entre tanto, el alguacil episcopal fue golpeado y expulsado de la ciudad. San Carlos, después de considerar la cosa maduramente, excomulgó a los que habían participado en el ataque. Finalmente, el fallo sobre este conflicto de jurisdicción favoreció a San Carlos, ya que en la antigua ley un arzobispo gozaba de cierto poder ejecutivo; pero el gobernador de Milán se negó a aceptar esa decisión. San Carlos partió por entonces a visitar tres valles alpinos: el de Levantina, el de Bregno y La Riviera, que los anteriores arzobispos habían dejado completamente abandonados y donde la corrupción del clero era todavía mayor que la de los laicos, con los resultados que pueden imaginarse. El santo predicó y catequizó por todas partes, destituyó a los clérigos indignos y los reemplazó por hombres capaces de restaurar la fe y las costumbres del pueblo y de resistir a los ataques de los protestantes zwinglianos. Pero sus enemigos de Milán no le dejaron mucho tiempo en paz. Como la conducta de algunos de los canónigos de la colegiata de Santa María della Scala (que pretendían estar exentos de la jurisdicción del ordinario) no correspondiese a su dignidad, San Carlos consultó a San Pío V, quien le contestó que tenía derecho a visitar dicha iglesia y a tomar contra los canónigos las medidas que juzgase necesarias. San Carlos se presentó entonces en la iglesia a hacer la visita canónica; pero los canónigos le dieron con la puerta en las narices y alguien hizo un disparo contra la cruz que el santo había alzado con la mano durante el tumulto. El senado se puso en favor de los canónigos y presentó a Felipe II de España las más virulentas acusaciones contra el arzobispo, diciendo que se había arrogado los derechos del rey, porque la colegiata estaba bajo el patronato regio. Por otra parte, el gobernador de Milán escribió al Papa, amenazando con desterrar al cardenal Borromeo por traidor. Finalmente, el rey escribió al gobernador para que apoyase al arzobispo y los canónigos ofrecieron resistencia algún tiempo, pero acabaron por doblegarse.

Antes de que ese asunto se solucionase, la vida de San Carlos corrió un peligro todavía mayor. La orden religiosa de los humiliati, que contaba ya con muy pocos miembros pero poseía aún muchos monasterios y tierras, se había sometido a las medidas reformadoras del arzobispo, pero los humiliati estaban totalmente corrompidos y su sumisión había sido aparente. En efecto, intentaron por todos los medios conseguir que el Papa anulase las disposiciones de San Carlos y, al fracasar sus intentos, tres priores de la orden tramaron un complot para asesinar a San Carlos. Un sacerdote de la orden, llamado Jerónimo Donati Farina, aceptó hacer el intento de matar al santo por veinte monedas de oro. Se obtuvo esa suma con la venta de los ornamentos de una iglesia. El 26 de octubre de 1569, Farina se apostó a la puerta de la capilla de la casa de San Carlos, en tanto que éste rezaba las oraciones de la noche con los suyos. Los presentes cantaban un himno de Orlando di Lasso y, precisamente en el momento en que entonaban las palabras, "Ya es tiempo de que vuelva a Aquél que me envió", el asesino descargó su pistola contra el santo. Farina consiguió escapar en el tumulto que se produjo, en tanto que San Carlos, pensando que estaba herido de muerte, encomendaba su vida a Dios. En realidad la bala sólo había tocado sus ropas y su manto cardenalicio había caído al suelo, pero el santo estaba ileso. Después de una solemne procesión de acción de gracias, San Carlos se retiró unos días a un monasterio de la Cartuja para consagrar nuevamente su vida a Dios.

Al salir de su retiro, visitó otra vez los tres valles de los Alpes y aprovechó la oportunidad para recorrer también los cantones suizos católicos, donde convirtió a cierto número de zwinglianos y restauró la disciplina en los monasterios. La cosecha de aquel año se perdió y, al siguiente, Milán atravesó por un periodo de carestía. San Carlos pidió ayuda para procurar alimentos a los necesitados y, durante tres meses, dio de comer diariamente a tres mil pobres con sus propias rentas. Como había estado bastante mal de salud, los médicos le ordenaron que modificase su régimen de vida, pero el cambio no produjo ninguna mejoría. Después de asistir en Roma al cónclave que eligió a Gregorio XIII, el santo volvió a su antiguo régimen y así, pronto se recuperó. Al poco tiempo, tuvo un nuevo conflicto con el poder civil de Milán, pues el nuevo gobernador, Don Luis de Requesens, trató de reducir la jurisdicción local de la Iglesia y de poner en mal al arzobispo con el rey. San Carlos no vaciló en excomulgar a Requesens quien, para vengarse, envió un pelotón de soldados a patrullar las cercanías del palacio episcopal y prohibió que las cofradías se reuniesen cuando no estuviera presente un magistrado. Felipe II acabó por destituir al gobernador. Pero esos triunfos públicos no fueron, por cierto, la parte más importante del "cuidado pastoral" que ensalza el oficio de la fiesta de San Carlos. Su tarea principal consistió en formar un clero virtuoso y bien preparado. En cierta ocasión en que un sacerdote ejemplar se hallaba gravemente enfermo, las gentes comentaron que el arzobispo se preocupaba demasiado por él. El santo respondió: "¡Bien se ve que no sabéis lo que vale la vida de un buen sacerdote!" Ya mencionamos arriba la fundación de los oblatos de San Ambrosio, que tanto éxito tuvieron. Por otra parte, San Carlos reunió cinco sínodos provinciales y once diocesanos. Era infatigable en la visita a las parroquias. Cuando uno de sus sufragáneos le dijo que no tenía nada que hacer, el santo le mandó una larga lista de las obligaciones episcopales, añadiendo después de cada punto: "¿Cómo puede decir un obispo que no tiene nada que hacer?" El santo fundó tres seminarios en la arquidiócesis de Milán, para otros tantos tipos de jóvenes que se preparaban al sacerdocio y exigió en todas partes que se aplicasen las disposiciones del Concilio Tridentino acerca de la formación sacerdotal. En 1575, fue a Roma a ganar la indulgencia del jubileo y, al año siguiente, la instituyó en Milán. Acudieron entonces a la ciudad grandes multitudes de peregrinos, algunos de los cuales estaban contaminados con la peste, de suerte que la epidemia se propagó en Milán con gran virulencia.

El gobernador y muchos de los nobles abandonaron la ciudad. San Carlos se consagró enteramente al cuidado de los enfermos. Como su clero no fuese suficientemente numeroso para asistir a las víctimas, reunió a los superiores de las comunidades religiosas y les pidió ayuda. Inmediatamente se ofrecieron como voluntarios muchos religiosos, a quien San Carlos hospedó en su propia casa. Después escribió al gobernador, Don Antonio de Guzmán, echándole en cara su cobardía, y consiguió que volviese a su puesto, con otros magistrados, para esforzarse en poner coto al desastre. El hospital de San Gregorio resultaba demasiado pequeño y siempre estaba repleto de muertos, moribundos y enfermos a quienes nadie se encargaba de asistir. El espectáculo arrancó lágrimas a San Carlos, quien tuvo que pedir auxilio a los sacerdotes de los valles alpinos, pues los de Milán se negaron, al principio, a ir al hospital. La epidemia acabó con el comercio, lo cual produjo la carestía. San Carlos agotó literalmente sus recursos para ayudar a los necesitados y contrajo grandes deudas. Llegó al extremo de transformar en vestidos para los pobres, los toldos y doseles de colores que solían colgarse desde el palacio episcopal hasta la catedral, durante las precesiones. Se colocó a los enfermos en las casas vacías de las afueras de la ciudad y en refugios improvisados; los sacerdotes organizaron cuerpos de ayudantes laicos, y se erigieron altares en las en las calles para que los enfermos pudiesen asistir a misa desde las ventanas. Pero el arzobispo no se contentó con orar, hacer penitencia, organizar y distribuir, sino que asistió personalmente a los enfermos, a los moribundos y acudió en socorro de los necesitados. Los altibajos de la peste duraron desde el verano de 1576 hasta principios de 1578. Ni siquiera en ese período dejaron los magistrados de Milán de hacer intentos para poner en mal a San Carlos con el Papa. Tal vez algunas de sus quejas no eran del todo infundadas, pero todas ellas revelaban, en el fondo, la ineficacia y estupidez de quienes las presentaban. Cuando terminó la epidemia, San Carlos decidió reorganizar el capítulo de la catedral sobre la base de la vida común. Los canónigos se opusieron y el santo determinó entonces fundar sus oblatos.

En la primavera de 1580, hospedó durante una semana a una docena de jóvenes ingleses que iban de paso hacia la misión de Inglaterra y uno de ellos predicó ante él: era el Beato Rodolfo Sherwin, quien un año y medio más tarde había de morir por la fe en Londres. Poco después, San Carlos le dio la primera comunión a Luis Gonzaga, que tenía entonces doce años. Por esa época viajó mucho y las penurias y fatigas empezaron a afectar su salud. Además, había reducido las horas de sueño y el Papa hubo de recomendarle que no llevase demasiado lejos el ayuno cuaresmal. A fines de 1583, San Carlos fue enviado a Suiza como visitador apostólico y en Grisons tuvo que enfrentarse no sólo contra los protestantes, sino también contra un movimiento de brujas y hechiceros. En Roveredo, el pueblo acusó al párroco de practicar la magia y el santo se vio obligado a degradarle y entregarle al brazo secular. No se avergonzaba de discutir pacientemente sobre puntos teológicos con las campesinas protestantes de la región y, en cierta ocasión, hizo esperar a su comitiva hasta que consiguió hacer aprender el Padrenuestro y el Avemaría a un ignorante pastorcito. Habiéndose enterado de que el duque Carlos de Saboya había caído enfermo en Vercelli, fue a verle inmediatamente y le encontró agonizante. Pero, en cuanto entró en la habitación del duque, éste exclamó: "¡Estoy curado!" El santo le dio la comunión al día siguiente. Carlos de Saboya pensó siempre que había recobrado la salud gracias a las oraciones de San Carlos y, después de la muerte de éste, mandó colgar en su sepulcro una lámpara de plata.

En el año de 1584, decayó más la salud del santo. Después de fundar en Milán una casa de convalecencia, San Carlos partió en octubre, a Monte Varallo para hacer su retiro anual, acompañado por el P. Adorno, S. J. Antes de partir, había predicho a varias personas que le quedaba ya poco tiempo de vida. En efecto, el 24 de octubre se sintió enfermo y, el 29 del mismo mes, partió de regreso a Milán, a donde llegó el día de los fieles difuntos. La víspera había celebrado su última misa en Arona, su ciudad natal. Una vez en el lecho, pidió los últimos sacramentos "inmediatamente" y los recibió de manos del arcipreste de su catedral.

Al principio de la noche del 3 al 4 de noviembre, murió apaciblemente, mientras pronunciaba las palabras "Ecce venio". No tenía más que cuarenta y seis años de edad. La devoción al santo cardenal se propagó rápidamente. En 1601, el cardenal Baronio, quien le llamó "un segundo Ambrosio", mandó al clero de Milán una orden de Clemente VIII para que, en el aniversario de la muerte del arzobispo, no celebrasen misa de requiem, sino una misa solemne.

San Carlos fue oficialmente canonizado por Paulo V el 1ro de noviembre de 1610.