Él sufrió hambre y sed.
Un deseo excesivo de riquezas puede poner a nuestra alma en peligro de ruina eterna, porque quien está extremadamente apegado a las riquezas y otras cosas de este mundo no puede amar y comprender las cosas de Dios. San Pablo nos advierte persistentemente que debemos contentarnos con nuestra comida y nuestra ropa, ya que no podemos llevarnos nada al momento de morir.
La virtud de la pobreza, por lo tanto, brilló a lo largo de la vida del Apóstol. Él amaba ser pobre. En todos sus viajes apostólicos se fue sin provisiones, y solo un par de sandalias. Su comida, a menudo recibida de manos caritativas, era muy escasa; en muchos lugares sufrió hambre y sed. San Pablo tenía mala salud; sin embargo, viajó muchos días bajo el sol ardiente, o bajo la lluvia, o desafiando el clima frío. ¿Y dónde descansó? En el piso, y a menudo en el suelo desnudo. ¡Qué contraste entre la vida del Apóstol y la nuestra! Delante de su ejemplo, nuestros esfuerzos palidecen. Pidámosle a San Pablo la gracia de la satisfacción. Si somos ricos, hagamos un buen trabajo, sin olvidar nuestro deber de ayudar a la prensa católica, que es, en nuestros días, un poderoso medio de luz y salvación.
CONSIDERACIÓN
¿Somos ricos? Entonces, mantengamos nuestros corazones libres del indebido apego a la riqueza y seamos generosos en dar a los necesitados, si queremos evitar la terrible sentencia de nuestro Señor: "Porque es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que para un hombre rico entrar en el reino de Dios". ¿Están prosperando nuestros asuntos? Luego, practiquemos la caridad, evitemos gastos inútiles y ayudemos al Señor a atender a los necesitados. ¿Somos pobres? Sumemos con paciencia, porque de esta manera seremos como nuestro Señor Jesucristo y San Pablo.
ORACIÓN
Oh, Apóstol San Pablo, predicador de la verdad, Doctor de los gentiles, ruega a Dios por nosotros y por todos los cursillistas.
Ora uno Padre nuestro, Avemaría, Gloria al Padre
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