Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

viernes, 17 de abril de 2020

“La familiaridad con el Señor”

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Viernes, 17 de abril de 2020

https://youtu.be/uMB88mKibn8

Monición de entrada
Querría que hoy rezásemos por las mujeres que están esperando, las mujeres encinta que serán madres y están inquietas, se preocupan. Una pregunta: “¿En qué mundo vivirá mi hijo?”. Recemos por ellas, para que el Señor les dé el coraje de sacar adelante esos hijos con la confianza de que será ciertamente un mundo distinto, pero será siempre un mundo que el Señor amará mucho.
 Homilía
Los discípulos eran pescadores: Jesús les había llamado precisamente en el trabajo. Andrés y Pedro estaban trabajando con las redes. Dejaron las redes y siguieron a Jesús (cfr. Mt 4,18-20). Juan y Santiago, lo mismo: dejaron a su padre y a los compañeros que trabajaban con ellos y siguieron a Jesús (cfr. Mt 4,21-22). La llamada fue justo en su oficio de pescadores. Y este pasaje del Evangelio de hoy, este milagro, de la pesca milagrosa nos hace pensar en otra pesca milagrosa, la che cuenta Lucas (cfr. Lc 5,1-11): también allí pasó lo mismo. Tuvieron pesca, cuando pensaban que no tenían. Después de predicar, Jesús les dijo: “Remad mar adentro. ¡Pero hemos bregado toda la noche y no hemos pescado nada!”. “Id”. “Por tu palabra –dijo Pedro– echaré las redes”. Y fue tanta la cantidad –dice el Evangelio– que “quedaron asombrados” (cfr. Lc 5,9), por ese milagro. Hoy, en esta otra pesca no se habla de asombro. Se ve una cierta naturalidad, se ve que ha habido un progreso, un camino andado en el conocimiento del Señor, en la intimidad con el Señor; yo diré la palabra justa: en la familiaridad con el Señor. Cuando Juan vio esto, dijo a Pedro: “Es el Señor”, y Pedro se vistió, se echó al agua para ir al Señor (cfr. Jn 21,7). La primera vez, se arrodilló ante Él: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador” (cfr. Lc 5,8). Esta vez no dice nada, es más natural. Nadie pregunta: “¿Quién eres?”. Sabían que era el Señor, era natural el encuentro con el Señor. La familiaridad de los apóstoles con el Señor había crecido.

También los cristianos, en el camino de nuestra vida estamos en camino, progresando en familiaridad con el Señor. El Señor, podría decirse, está un poco “a mano”, pero “a mano” porque camina con nosotros, conocemos que es Él. Nadie le preguntó, aquí, “¿quién eres?”: sabían que era el Señor. La del cristiano es una familiaridad cotidiana con el Señor. Y seguramente desayunaron juntos, con el pescado y el pan, seguramente hablaron de tantas cosas con naturalidad.

Esta familiaridad de los cristianos con el Señor es siempre comunitaria. Sí, es íntima, es personal, pero en comunidad. Una familiaridad sin comunidad, una familiaridad sin el Pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos es peligrosa. Puede acaban en familiaridad –digamos– gnóstica, una familiaridad solo para mí, separada del pueblo de Dios. La familiaridad de los apóstoles con el Señor siempre era comunitaria, siempre en la mesa, signo de comunidad. Siempre era con el Sacramento, con el Pan.

Digo esto porque alguno me ha hecho pensar en el peligro que este momento que estamos viviendo, esta pandemia que ha hecho que todos nos comuniquemos también religiosamente a través de los medios, a través de los medios de comunicación, incluso esta Misa, estamos todos comunicados, pero no juntos, espiritualmente juntos. El pueblo es pequeño. Hay un gran pueblo: estamos juntos, pero no juntos. También el Sacramento: hoy lo tenéis, la Eucaristía, pero la gente que está conectada con nosotros, solo la comunión espiritual. Y esa no es la Iglesia: esa es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor permite, pero el ideal de la Iglesia es siempre con el pueblo y con los sacramentos. Siempre.

Antes de la Pascua, cuando salió la noticia de que yo celebraría la Pascua en San Pedro vacía, me escribió un obispo –un buen obispo– y me reprochó. “Pero, ¿cómo? Es tan grande San Pedro, ¿por qué no mete a 30 personas al menos, para que se vea gente? No habrá peligro…”. Yo pensaba: “¿Pero este qué tiene en la cabeza para decirme esto?”. No entendía en el momento. Pero como es un buen obispo, muy cercano al pueblo, algo querrá decirme. Cuando lo vea se lo preguntaré. Luego lo comprendí. Él me decía: “Esté atento a no viralizar la Iglesia, a no viralizar los sacramentos, a no viralizar al pueblo de Dios. La Iglesia, los sacramentos, el pueblo de Dios son concretos”. Es verdad que en este momento debemos tener esta familiaridad con el Señor de este modo, pero para salir del túnel, no para quedarnos en él. Y esa es la familiaridad de los apóstoles: no gnóstica, no viralizada, no egoísta para cada uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo. La familiaridad con el Señor en la vida cotidiana, la familiaridad con el Señor en los sacramentos, en medio del pueblo de Dios. Ellos hicieron un camino de madurez en la familiaridad con el Señor: aprendamos nosotros a hacerlo también. Desde el primer momento, estos entendieron que la familiaridad era distinta de lo que imaginaban, y llegaron a esto. Sabían que era el Señor, lo compartían todo: la comunidad, los sacramentos, el Señor, la paz, la fiesta.

Que el Señor nos enseñe esta intimidad con Él, esta familiaridad con Él, pero en la Iglesia, con los sacramentos, con el santo pueblo fiel de Dios.
 Comunión espiritual
A tus pies, Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abaja en su nada y en tu santa presencia. Te adoro en el Sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la pobre morada que te ofrece mi corazón. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, Jesús mío, que yo voy a ti. Que tu amor inflame todo mi ser, en la vida y en la muerte. Creo en ti, espero en ti, te amo.

sábado, 11 de abril de 2020

10 cosas que no sabíamos del Papa Francisco contadas por él mismo

En una recordada entrevista al diario argentino “La Voz del Pueblo”, publicada el 25 de mayo de 2015, el Papa Francisco contó una serie de cosas que eran poco o nada conocidas sobre su vida. Aquí las recordamos. 

1. No ve televisión
“Televisión no veo desde el año 1990 (se toma el tiempo para responder). Es una promesa que le hice a la Virgen del Carmen en la noche del 15 de julio de 1990”. 

2. Solo lee un diario
Diario leo solamente uno, La Repubblica, que es un diario para sectores medios. Lo hago a la mañana y no me lleva más de 10 minutos ojearlo”.
3. No navega en Internet
"Nada". Así respondió cuando le preguntaron si navega en Internet.

4. Nunca ha visto jugar a Messi
Nunca ha visto jugar al famoso crack del Barcelona Lionel Messi. Cuando le preguntaron si como Papa se considera un Messi (delantero) o un Mascherano (defensa de la selección argentina), Francisco reveló que no ve fútbol y solo conoce a Messi porque lo visitó en el Vaticano. "Messi vino dos veces acá y nada más, no lo he visto (jugar)”.

5. Sigue al San Lorenzo a través de un guardia suizo
Nunca dejó de ser hincha del San Lorenzo, equipo argentino actual campeón de la Copa Libertadores, pero no ve los partidos de su equipo porque no ve televisión. Sin embargo se mantiene al tanto de la liga argentina gracias a "un guardia suizo que todas las semanas me deja los resultados y cómo va en la tabla”.

6. Duerme 6 horas en las noches y lee antes de dormir
“Tengo un sueño tan profundo que me tiro en la cama y me quedo dormido. Duermo seis horas. Normalmente a las nueve estoy en la cama y leo hasta casi las diez, cuando me empieza a lagrimear un ojo apago la luz y ahí quedé hasta las cuatro que me despierto solo, es el reloj biológico".

7. Hace siesta
Dormir seis horas no bastan. “Después necesito la siesta. Tengo que dormir de 40 minutos a una hora, ahí me saco los zapatos y me tiro en la cama. Y también duermo profundamente, y también me despierto solo. Los días que no duermo la siesta lo siento”.

8. No llora en público
“Públicamente no lloro. Me pasó dos veces que estuve al límite, pero me pude frenar a tiempo. Estaba demasiado conmovido, incluso hubo algunas lágrimas que se escaparon, pero me hice el tonto y después de un rato me pasé la mano por la cara”. “Recuerdo una, la otra no. La que me acuerdo tuvo que ver con la persecución de los cristianos en Irak. Estaba hablando de eso y me conmoví profundamente" al "pensar en los chicos”.

9. Necesita estar con la gente
“No puedo vivir sin gente, no sirvo para monje, por eso me quedé a vivir acá en esta casa (en la residencia de Santa Marta). Esta es una casa de huéspedes, hay 210 piezas, vivimos 40 personas que trabajamos en la Santa Sede y los otros son huéspedes, obispos, curas, laicos, que pasan y se hospedan acá. Y eso a mí me hace muy bien. Venir aquí, comer en el comedor, donde está toda la gente, tener la misa ésa donde cuatro días a la semana viene gente de afuera, de las parroquias… Me gusta mucho eso. Yo me hice cura para estar con la gente. Doy gracias a Dios que eso no se me haya ido”.

10. Se considera ciudadano "de alma"
El Papa asegura que "siempre fui callejero. De cardenal me encantaba caminar por la calle, ir en colectivo, subte. La ciudad me encanta, soy ciudadano de alma" y explica que "en el campo no podría vivir”. Tal vez por eso aún añora salir a la calle sin preocupaciones. "Eso sí lo añoro, la tranquilidad de caminar por las calles. O ir a una pizzería a comer una buena pizza”.
Lee la entrevista completa AQUÍ.

Cristo de la Buena Muerte



(poema de José Ma. Pemán)



¡Cristo de la Buena Muerte,
el de la faz amorosa,
tronchada como una rosa,
sobre el blanco cuerpo inerte
que en el madero reposa!

¿Quién pudo de tal manera
darte esta noble y severa
majestad llena de calma?
No fue una mano: fue un alma
la que talló tu madera.

Fue, Señor, que el que tallaba
tu figura, con tal celo
y con tal ansia te amaba,
que, a fuerza de amor, llevaba
dentro del alma el modelo.

Fue, que, al tallarte, sentía
un ansia tan verdadera
que en arrobos le sumía
y cuajaba en la madera
lo que en arrobos veía.

Fue que ese rostro, Señor,
y esa ternura al tallarte
y esa expresión de dolor,
más que milagros del arte,
fueron milagros de amor.

Fue, en fin, que ya no pudieron
sus manos llegar a tanto,
y desmayadas cayeron...
¡y los ángeles te hicieron
con sus manos, mientras tanto!

Por eso a tus pies postrado,
por tus dolores herido
de un dolor desconsolado,
ante tu imagen vencido
y ante tu Cruz humillado,

siento unas ansias fogosas
de abrazarte y bendecirte,
y ante tus plantas piadosas,
quiero decirte mil cosas
que no sé cómo decirte ...

¡Frente que, herida de amor,
te rindes de sufrimientos
sobre el pecho del Señor
como los lirios que, en flor,
tronchan, al paso, los vientos!

Brazos rígidos y yertos
por tres garfios traspasados
que aquí estáis, por mis pecados
para recibirme, abiertos,
para esperarme, clavados.

¡Cuerpo llagado de amores!,
yo te adoro y yo te sigo,
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.

Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo,
y muriendo bendecirte.

Quiero, Señor, en tu encanto
tener mis sentidos presos,
y, unido a tu cuerpo santo,
mojar tu rostro con llanto,
secar tu llanto con besos.

Quiero, en santo desvarío,
besando tu rostro frío,
besando tu cuerpo inerte,
llamarte mil veces mío ...
¡Cristo de la Buena Muerte!

Y Tú, Rey de las bondades,
que mueres por tu bondad
muéstrame con claridad
la Verdad de las verdades
que es sobre toda verdad.

Que mi alma, en Ti prisionera
vaya fuera de su centro
por la vida bullanguera;
que no le lleguen adentro
las algazaras de fuera;

que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen,
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad,

que no turbe mi conciencia
la opinión del mundo necio,
que aprenda, Señor, la ciencia
de ver con indiferencia
la adulación y el desprecio,

que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida,
que ame tu Ciencia y tu Luz,
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la Cruz:

de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos,
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.

Señor, aunque no merezco
que Tú escuches mi quejido,
por la muerte que has sufrido
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pido:

A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor,
cuanto puedo y cuanto tengo,
cuanto me has dado, Señor.

Y a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena.
¡Cristo de la Buena 

lunes, 6 de abril de 2020

Reflexión de Janiré Pagan

Hace ya varios días que he estado muy callada reflexionando, luchando conmigo misma, tratando de  entender y sobre todo, asimilar todo lo que ha estado sucediendo en el mundo entero, todo el dolor que grita la tierra, el aire, el viento, la vida misma.  

Recuerdo que el ultimo día que asistí a la escuela de dirigentes, precisamente se nos habló, de cómo podríamos caminar en la Cuaresma. En aquel momento no vi que había algo que yo realmente no supiera de lo que nos estaba diciendo el sacerdote aquella mañana. Muchas veces el mensaje de Dios, nuestro Señor, llega antes de que algo en tu vida vaya a suceder.  Es algo así como un aviso divino, como un haz una pausa y piensa en esto, que yo a través de esta persona te estoy diciendo a ti, y solo a ti, aunque creas que ya lo sabes, pues en realidad no sabes nada.

He vivido la Cuaresma muchas veces, pero nunca pensé que sería esta,… la Cuaresma que yo necesitaría para lograr entender de a de veras y sobre todo lograr sentir y vivir en lo más profundo de mi alma lo que la Cuaresma realmente encierra, lo que es el misterio más allá de todo lo ya sabido desde antes.

La Cuaresma es vivir lo árido de mi vida desde el sufrimiento más extremo, la Cuaresma es vivir esa última cena del Señor en cada Eucaristía sabiendo, que puede que algún amigo me traicioneal final del día. La Cuaresma es lograr llegar a sudar gotas de sangre tratando de entender la misión encomendada de lo alto y simplemente decir, “pero no se haga mi voluntad  sino la tuya Padre.

La Cuaresma es identificarme con el sufrimiento del que está a mi lado que puede que  aún no ha entendido lo que está sucediendo y del por qué tenemos siempre que solo mirar al cielo y orar. La Cuaresma es defender tu fe aunque muchos te desprecien y te excluyan. La Cuaresma es, el estar consiente que existe también para ti, un vía crucis en tu vida, donde puede que  te golpeen, te escupan, se burlen, te calumnien y hasta de ofendan y te tachen de blasfemo.
  
La Cuaresma podrá ser todo esto y mucho más, pero el resultado de lo anterior es lo que en verdad lograra hacer la diferencia, si logras entender, el mensaje más allá de las palabras y los hechos. Porque el que perdona la traición, el que orando al Padre logra sudar sangre, el que acepta la voluntad de su Padre, el que ayuda al que sufre, el que soporta golpes, escupidas, insultos,… ese, y solo ese, lograra tener una resurrección en el último día, ese escuchara de la boca de  Jesús nuestro mejor amigo y salvador… “hoy estarás en el paraíso conmigo,” ese escuchara “vengan benditos de mi padre,” ese escuchara su nombre y podrá reconocer al Padre en su Hijo.

Si, en estos días he ido entendiendo muchas cosas que aún no entendía, bien se dice que hay mucho que aprender a diario. Si alguien ahora me preguntara: y ¿qué es la Cuaresma? y ¿cómo la vivirás tú este año? … yo le contestaría con las ocho palabras más importantes para mí y que encierra lo que es la CUARESMA y estas son:

• C- aridad
• U- nión
• Amor
• R - elación
• E-ternidad
• S -acrificio
• M- isa diaria
• A – legría

Veo ahora mucho más claro la verdadera Cuaresma explicada en el Catecismo de la Iglesia y logro entender mucho mejor que: "El Octavo Día" es el comienzo de la "Nueva Creación". Nosotros estamos viviendo en ese "Octavo Día", esto es una frase que propone el Catecismo de la Iglesia para señalarnos que estamos viviendo en la época de la redención traída por Jesucristo. Este el día que no tiene fin, que no conoce el anochecer, ni el dolor, ni el llanto. (cfr. CIC # 1166).

Tengo pues que estar consiente que siempre tengo que estar dispuesta a abrazar la cruz, pues muriendo con Cristo también resucitare con él en ese tan añorado “Octavo día”.

¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el Nombre de Señor! ¡HOSANA en el Cielo!

Janire Pagan
Abril 2, 2020

Homilia del Papa Francisco 6 de abril 2020

 Homilía
Este pasaje acaba con una observación: «Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús» (Jn 12,10-11). El otro día vimos los pasos de la tentación: la seducción inicial, la ilusión, que luego crece –segundo paso– y tercero, crece y se contagia y se justifica. Pero hay otro paso: sigue adelante, no se para. Para estos no era suficiente matar a Jesús, sino que ahora también a Lázaro, porque era un testigo de vida.

Pero yo querría detenerme hoy en unas palabras de Jesús. Seis días antes de la Pascua –estamos justo a las puertas de la Pasión– María hace ese gesto de contemplación: Marta servía –como en el otro pasaje– y María abre la puerta a la contemplación. Y Judas piensa en el dinero y en los pobres, pero «no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando» (Jn 12,6). Esta historia del administrador infiel es siempre actual, siempre hay, incluso a alto nivel: pensemos en algunas organizaciones de beneficencia o humanitarias que tienen tantos empleados, muchos, con una estructura llena de gente, y al final llega a los pobres el cuarenta por ciento, porque el sesenta es para pagar el sueldo de tanta gente. Es un modo de hacerse con el dinero de los pobres. Pero la respuesta es Jesús. Y aquí quiero detenerme: «a los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Jn 12,8). Esa es una realidad: «porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros». Los pobres existen. Hay muchos: está el pobre que vemos, y esa es la mínima parte; la gran cantidad de pobres son los que no vemos: los pobres escondidos. Y no los vemos porque entramos en la cultura de la indiferencia que es negacionista y negamos: “No, no, no hay tantos, no se ven; sí, algún caso…”, disminuyendo siempre la realidad de los pobres. Pero hay muchos, muchos.

O aunque no entremos en esa cultura de la indiferencia, es habitual ver a los pobres como adornos de una ciudad: “sí, los hay, como las estatuas; sí, hay, se ven; sí, aquella viejecita que pide limosna, aquel otro...”. ¡Como si fuese algo normal: es parte de la ornamentación de la ciudad tener pobres! Pero la gran mayoría son los pobres víctimas de las políticas económicas, de las políticas financieras. Algunas estadísticas recientes lo resumen así: hay mucho dinero en manos de pocos y mucha pobreza en manos de muchos. Y esa es la pobreza de tanta gente víctima de la injusticia estructural de la economía mundial. Y hay muchos pobres que tienen vergüenza de mostrar que no llegan a fin de mes; tantos pobres de clase media, que van a escondidas a Cáritas y, a escondidas, piden y sienten vergüenza. Los pobres son muchos más que los ricos; muchos más. Y lo que dice Jesús es cierto: «porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros». ¿Pero yo los veo? ¿Me doy cuenta de esa realidad? Sobre todo de la realidad escondida, de los que tienen vergüenza de decir que no llegan a fin de mes.

Recuerdo que en Buenos Aires me dijeron que el edificio de una fábrica abandonada, vacía desde hacía años, estaba habitada por unas quince familias que habían llegado en aquellos últimos meses. Y fui allí. Eran familias con niños y cada una había ocupado una parte de la fábrica abandonada para vivir. Y, mirando, vi que cada familia tenía muebles buenos, muebles de clase media y televisión, pero fueron allí porque no podían pagar el alquiler. Los nuevos pobres que deben dejar la casa porque no pueden pagarla, van allí. Es esa injusticia de la organización económica o financiera lo que les lleva allí. Y hay tantos, tantos, que los encontraremos en el juicio. La primera pregunta que nos hará Jesús es: “¿Qué tal con los pobres? ¿Les diste de comer? Cuando estaban en la cárcel, ¿los visitaste? En el hospital, ¿los fuiste a ver? ¿Asististe a la viuda, al huérfano? Porque allí estaba Yo”. De eso seremos juzgados. No seremos juzgados por el lujo o los viajes que hagamos o la importancia social que tengamos. Seremos juzgados por nuestro trato con los pobres. Y si yo, hoy, ignoro a los pobres, los dejo de lado, creo que no hay, el Señor me ignorará en el día del juicio. Cuando Jesús dice: «A los pobres los tenéis siempre con vosotros», quiere decir: “Yo, estaré siempre con vosotros en los pobres. Estaré presente ahí”. ¡Y eso no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por eso!