CARLOS
MUÑOZ
TESTIMONIO PERSONAL
ENERO DE 2018
TESTIMONIO PERSONAL
ENERO DE 2018
Mi nombre es Carlos Enrique Muñoz Díaz, originario
de Guatemala, nacido el día 13 de junio de 1955 en la ciudad de Guatemala. De
profesión: Chofer de autobús escolar. Casado con Sonia Elizabeth Cruz de Muñoz,
con quien he procreado 2 hijos de nombre: María José y Carlos Enrique de 36 y 35
años de edad, respectivamente.
Actualmente radico junto con mi familia en: Laval,
Quebec, Canadá
Fue a través de mi amigo Mario González Cibrián que
recibí la invitación a vivir el Cursillo. Finalmente, me decidí a vivir el
Cursillo de Hombres N° 21 del 13 al 16 de octubre de 1988, en la Diócesis de
Montreal, Canadá.
Al hablar de mi proceso de cambio, quisiera empezar
por subrayar que tengo la más absoluta certeza de que, de no haber vivido la
experiencia del Cursillo, de no haberle dado continuidad y perennidad a lo
largo de mi Cuarto Día, y de no haber tenido el privilegio de conocer y
entablar con Eduardo una verdadera y sincera amistad, mi vida habría sido otra
muy distinta, seguramente alejado y de espaldas a Dios.
Dos factores han sido determinantes en mi proceso de
conversión, en mi proceso de ser un poquito más y un poquito mejor de lo que ya
podría haber sido:
LA PRIMERA, como queda dicho, dando continuidad y
perennidad a la vivencia del Cursillo, profundizando en las señas de identidad
del Método: su esencia, finalidad, mentalidad y sistemática. Cuestión que, por
una parte, me da la capacidad de captar y cada vez mejor entender el mensaje
del amor que Dios en Cristo nos tiene, que de otra manera y por otros medios jamás
habría podido comprender con la claridad que ahora lo hago; y por la otra,
contribuir a que otros de mis semejantes, igualmente alejados y necesitados de saber
que Dios en Cristo les ama, tengan la oportunidad de descubrirlo a través de
ésta bendita experiencia que ha demostrado ser de suma eficacia y utilidad
especialmente para nosotros los que hemos vivido de espaldas a Dios.
LA SEGUNDA, haber tenido la oportunidad de conocer,
tratar y entablar una cercana amistad con Eduardo Bonnín, que de ésta manera no
sólo me orientó acerca de las peculiaridades propias del Cursillo, sino que además
y sobre todo, me mostró e iluminó el camino a seguir en mi vida, a través de su
propia congruencia de vida, de su propia luz, como aquí lo iré comentando.
PRIMER CONTACTO CON EDUARDO:
Durante los primeros seis años posteriores a la
vivencia de mi Cursillo, me dediqué con especial interés a conocer el
Movimiento y ahondar en el Método, lo hice prácticamente por cuenta propia y a
través de algunos otros recursos que me fui agenciando. Tuve algunos avances y
mejoras en el ámbito de mi vida familiar, laboral y social, así como en mi
incorporación al Movimiento, si bien, no todos ni en los términos que me
hubiera gustado. Me sentía, eso sí, en proceso de crecimiento y maduración.
Fue entonces, mayo de 1996, que habría de conocer
personalmente a Eduardo, con motivo de que fue invitado por los cursillistas
ingleses a visitar Montreal. Y como para estas fechas yo ya mantenía estrecha relación
con ellos (los cursillistas ingleses), me enteraron que Eduardo vendría a mi
ciudad de residencia. Y sucedió lo inesperado, algo que sin duda habría de
influir determinantemente en mi experiencia de vida y en mi propósito de vivir
Cursillos al interior del Movimiento: me dijeron que no querían alojar a
Eduardo en un Hotel, que, de ser posible, él pedía y prefería estar en contacto
directo con las familias cursillistas, por lo que me pidieron buscara familias
de cursillistas hispanos que desearan alojarlo en sus respectivos hogares.
Sabiendo de quien se trataba, naturalmente me apunté
de inmediato primero en la lista de anfitriones, siendo de ésta manera que por
primera vez entré en contacto personal y directo con Eduardo, de la mejor inimaginable
manera: pasando unos inolvidables días con mi familia en mi propia casa, y
otros más que Eduardo pasó en hogares de otras familias hispanas. Dejando en
todos una huella indeleble de sincera amistad, sencillez, humildad y alegría.
En los días que Eduardo pasó en Monreal tuve la
oportunidad de compartir de manera muy cercana con él. Ansioso como estaba por
saber de Cursillos y despejar un sinnúmero de incógnitas que por aquel entonces
tenía en la cabeza, le hice toda clase de preguntas acerca de la génesis del Movimiento
y sobre el Método; preguntas que él escuchaba atentamente, y que con su
proverbial paciencia, habitual buen humor y alegre sonrisa, contestaba una a
una, sin nunca dar muestra de enfado o cansancio. Vaya paciencia franciscana
que me debió tener.
Durante su estancia en nuestra casa de Montreal, mi
esposa Sonia también tuvo la oportunidad de convivir con Eduardo, con quien
aprovecho para platicar y despejar dudas acerca del Método. Eduardo siempre amable, afectuoso y dispuesto a
compartir con suma sencillez, respondió con especial atingencia a las preguntas
que mi esposa le formuló. En nuestra familia dejó una huella imborrable que
perdura hasta la fecha.
Entre las muchas preguntas que le hice, recuerdo haberle
inquirido si se podía hacer cambios al Método; él me recomendó sería mejor probar
primero lo que ya está desde el principio del principio, que lo pusiera en práctica
como ha sido pensado, y comprobara lo eficaz que es cuando lo utilizamos en la
forma y con la finalidad para la que fue pensado.
Efectivamente, a través de nuestras múltiples
charlas, y luego con la experiencia práctica acumulada al paso del tiempo, como
explico más adelante, he podido comprobar fehacientemente que manteniéndonos
fieles a la idea original, el Cursillo es un eficaz y eficiente instrumento de
renovación cristiana. Son muchos los casos de hombres y mujeres cuyas vidas he
visto transformarse positivamente como resultado de vivir un auténtico Cursillo
de Cristiandad.
Menciono con particular interés la eficacia del
Método de Cursillos, el trato personalizado con Eduardo y las orientaciones que
Eduardo me dio a lo largo de las múltiples ocasiones que he tenido de convivir
personal y directamente con él, por tres
principales razones:
PRMERA.- Porque, como queda dicho, mi vida personal
sufrió un cambio positivo radical, gracias a la vivencia del Cursillo. Las
relaciones armónicas que mantengo de manera personal y directa con las personas
que forman parte de mi entorno familiar, laboral y social, son fruto y una
muestra fehaciente y palpable de este proceso de cambio despertado y
desarrollado a partir de la vivencia de mí Cursillo, pero también, debo
reconocerlo y agradecerlo, del trato, del ejemplo, de la influencia que Eduardo
ejerció en mi persona y seres queridos, a través de la amistad que compartimos
de manera muy cercana, personal y directa hasta el fin de su vida.
SEGUNDA.- Algo
muy similar a lo que acontece en mi vida personal familiar, laboral y social,
he podido constatar sucede en la vida de muchos otros hermanos cursillistas con
quienes he tenido y tengo oportunidad de interactuar, ya en los múltiples
Cursillos que he asistido como profesor o rector, o ya como amigo personal de muchos
de ellos con quienes pensamos la vida en voz alta a través de nuestras
Reuniones de Grupo, Ultreyas, Escuela de Dirigentes, así como en un buen número
de encuentros nacionales e internacionales en que he tenido ocasión de
participar, muchos de ellos al lado de Eduardo.
Valga mencionar de paso, el precio que algunos cursillistas
hemos tenido y tenemos que pagar por tener el atrevimiento de compartir y
difundir las ideas contenidas en el Método de Cursillos a la luz de la idea
original. Sinsabores, criticas, señalamientos y descalificaciones de todo tipo,
dolorosos sin duda, si bien, nada comparable con las que Eduardo ha tenido que soportar
sin proferir lamentos, sin permitir que su corazón se llene de resentimientos o
rencor. En el largo tiempo que tuve de conocerlo y tratarle personalmente,
jamás le escuche proferir una sola ofensa o exclamación de menos por sus
detractores.
TERCERA.- Compartir con Eduardo muy de cerca todas
estas vivencias que he mencionado y mencionaré con mayor detalle más adelante, me
autoriza a hablar del hombre que sin duda el Señor eligió para ser depositario
del Carisma, merced a sus inobjetables cualidades y virtudes.
Yo no sé, ni tengo la menor idea de qué tipo, qué
cantidad, calidad, detalles o atributos ha de reunir una persona para ser tenida
o valorada en grado de santidad; tampoco tengo la menor idea de qué pueda decir
un hombre como yo, con mis pequeñeces, debilidades y limitaciones, de un hombre de la dimensión y
talla de Eduardo. Tal vez sería mejor que para tal efecto recurrieran a
expertos en la materia, o por lo menos a aquellos que sepan decir, y decir bien
lo que sepan.
Sin embargo, los que saben de estas cosas dicen que es
conveniente y necesario recoger el testimonio fehaciente de todo aquel que
habiendo conocido y convivido de cerca con Eduardo esté en condición de dar
pormenores sobre su calidad humana, que le consten, y esto sí que, modestia
aparte, lo puedo hacer y no me puedo negar así sea de manera rustica y modesta.
Si bien me queda la preocupación y temor de no poder describir y transmitir con
claridad las incuestionables cualidades y virtudes de mi amigo Eduardo, me
apenaría mucho no poder contribuir de manera clara y apropiada a este santo
propósito.
Dicho lo anterior, quiero empezar por decir, sin
temor a equivocarme, que si las cualidades o virtudes que han de concurrir en
una persona para ser considerada digna de ser tenida como un auténtico hombre
de Dios, son las que le distinguen por su naturalidad, sencillez, humildad,
sentido del humor, alegría, gracia, paciencia, tolerancia, y muchas, muchas
otras más, me parece que en Eduardo concurren sin duda todas ellas, en grado
superlativo.
En atención y respeto a Eduardo, conociéndole como
le conocí, y honrando la amistad con que me distinguió, quisiera hacer una salvedad:
Si Eduardo estuviera en estos momentos presente entre nosotros y se enterara de
que hablamos de las cualidades, virtudes y atributos que le distinguieron a
largo de su longeva vida como digno de ser considerado hombre de Dios en grado
heroico, de seguro le haríamos pasar un mal rato y aquí sí que sí nos lo
reprocharía.
ME EXPLICO: Eduardo nunca gustó de las pasarelas, jamás
fue afecto a las candilejas, que consideraba frívolas y banales; quienes le
conocimos de cerca sabemos de su humildad y sencillez; sabemos, que era enemigo
de ser tenido como centro de atención de cualquier reunión o evento en que participara.
Cuando Eduardo aceptaba ocupar alguno de los sitios destinados a las grandes
personalidades, lo hacía contra su voluntad y tan sólo por cumplir con las formalidades
que el protocolo exigía, y sobre todo, por no contradecir a quien le pidiera amablemente
pasar al estrado; lo hacía aún a costa de que, ocupar dicho sitio, le
representara un sacrificio verdaderamente incomodó.
Soy testigo de la mortificación que a Eduardo
causaba el aplauso de las multitudes, de las concurrencias reunidas para
festejarle un cumpleaños, o para agradecerle alguna intervención, o simplemente
patentizarle su admiración y cariño. Había que ver las que Eduardo pasaba, el
esfuerzo que debía hacer para ocultar su incomodidad y disgusto a través de una
sonrisa forzada.
Otra de las grandes peculiaridades que le conocí a
Eduardo, fue la enorme paciencia franciscana y singular alegría con que atendió
a cuanta persona solicitó hablar con él, ya fuera con el fin de solamente
saludarlo y sacarse una fotografía a su lado,
o ya para sostener largas y extenuantes jornadas de trabajo, a las que habremos
de sumar infinidad de entrevistas, rollos, y charlas de todo tipo, que dio
a lo largo de prácticamente toda la
geografía, ya con el fin de organizar y planear Cursillos, ya con el propósito
de dar orientación y explicación puntual acerca del Método, o ya sobre
cualquier otra cosa relacionada con el Movimiento. Eduardo fue un hombre
verdaderamente incansable, entregado en cuerpo y alma a difundir Cursillos y
velar por su integridad original.
Cuántas veces me tocó ver a Eduardo atender a
cursillistas que de muchas partes del Mundo le visitaban y frecuentaban para
entrevistarlo y conocer de viva voz sobre los más diversos temas relacionados
con Cursillos, a costa de su propia salud. Recuerdo aquellas largas reuniones
de trabajo celebradas en su despacho de la calle Sindicato, en que en más de
una ocasión haciendo rictus de dolor, del dolor que le ocasionaba el terrible
herpes que padeció estoicamente durante los últimos años de su vida, se negó a
suspender o cancelar la reunión, argumentando que era más importante Cursillos,
que su propia salud.
Una faceta poco conocida de Eduardo, que igual me
tocó vivir muy de cerca con él, fueron las incomprensivas incomprensiones de
que fue objeto a causa de su negativa a cambiar la verdad histórica; intrigas,
mentiras, engaños y calumnias fueron asumidos por Eduardo no sin pena y dolor, si
bien con total discreción. Como he dicho antes, jamás le oí o vi arengar contra
nada y contra nadie, antes bien conminaba
a mantener la calma y confiar en la Misericordia del Señor. Tengo para
mí que en los momentos más aciagos del Movimiento la sangre no llegó al rio
gracias a la actitud serena y mesurada de Eduardo. Y tengo para mí, que
habiendo sido estas incomprensiones tremendamente dolorosas, por decepcionantes
y frustrantes, no lo fueron tanto como el terrible herpes que tantas veces hubo
de soportar en silencio.
Eduardo, pues, es el amigo por excelencia. Amigo en quien
concurren cualidades y virtudes como el que más. Eduardo es la personificación
de la humildad, la sencillez y la alegría en grado extremo. Su desempeño en
todo momento con normalidad y naturalidad, jamás con frívolas afectaciones en
su trato, comportamiento o actuación. Orador de gran capacidad retórica al
servicio del Señor, sin teatralidades, sin estridencias, sin extravagancias.
Huyendo siempre del aplauso fácil, de las pasarelas y de las candilejas que
muchas veces se montaron con la mejor voluntad para recibirle y hacerle sentir
el cariño de las decenas, cientos, miles de entusiastas Cursillistas que se reunían
para saludarle, abrazarle, escucharle, fotografiarle, o tan solo mirarle a distancia
ante la imposibilidad de aproximarse a él, mas no porque él no lo quisiera o no
lo permitiera, sino porque las condiciones y circunstancias imperantes en el
lugar lo impedían.
Mi deseo de integrarme a las estructuras operativas
del Movimiento surgió desde temprana hora, prácticamente luego de vivir mi
Cursillo, pero sin duda este deseo se fortaleció, acentuó y maduró a raíz de la
visita de Eduardo a Montreal que ha quedado comentada líneas atrás.
A continuación algunas de las actividades y eventos
más relevantes en que he participado como dirigente al interior del Movimiento
de Cursillos, que cito sin mayor pretensión, y únicamente como referencia y en apoyo
a los comentarios aquí registrados.
EDUARDO VISITA A LOS CURSILLISTAS DEL MOVIMIENTO DE
HABLA INGLESA DE MONTREAL.
Eduardo se reúne con los cursillistas del Movimiento
de habla inglesa de Montreal, en el que yo participo como interprete.
Los cursillistas hacen infinidad de preguntas, a
veces reiterativas, que Eduardo escucha y contesta una a una con proverbial
paciencia. Las amenas e ilustrativas charlas sostenidas con los cursillistas
contribuyen enormemente a comprender mejor el Método, lo que a su vez habrá de
redundar en beneficio de los nuevos cursillistas que de ésta manera tienen la
oportunidad de vivir una verdadera experiencia.
Por demás está decir que compartir al lado de Eduardo ésta experiencia
habrá de contribuir también a mi conocimiento del Método y de manera especial a
entender el sentido del Cursillo hecho vida en la persona de Eduardo.
EDUARDO VISITA A LOS CURSILLISTAS DEL MOVIMIENTO DE
HABLA HISPANA DE MONTREAL.
Eduardo visita el Movimiento de Cursillos Hispanos
de Montreal, donde nuevamente los cursillistas tienen la oportunidad de hacer
todo tipo de preguntas, aclarar dudas y, simultáneamente, conocerlo
personalmente. Como es público y sabido, la simpatía, sencillez y humildad de
Eduardo dejan una imborrable huella en el corazón y la mente de los
cursillistas hispanos.
EDUARDO VISITA A LOS CURSILLISTAS DEL MOVIMIENTO DE
TORONTO.
Eduardo visita a los cursillistas de Toronto,
recientemente iniciado el Movimiento bajo el patrocinio del Movimiento de
Montreal. Las escenas se repiten. Eduardo siempre abierto y accesible,
incansable; pese a las largas horas de trabajo, Eduardo increíblemente siempre atento, dispuesto y de
buen humor. Desborda humildad, sencillez y simpatía. Su visita a los
cursillistas de Toronto habrá de servir de impulso imperecedero.
CONCLUYENDO:
La visita de Eduardo a Canadá nos dejó gratamente impresionados,
su trato siempre amable, toda su manera
de ser, quedarán para siempre en nuestra memoria y en nuestros corazones, junto
con un profundo agradecimiento por todo el bien que trajo a nuestras vidas.
Durante los días que pasó en casa conocí a un hombre
sencillo, que comía poco, tomaba agua pura, leía mucho y se bañaba con agua
fría. Su manera de hablar era la de una persona serena, alegre, confiada,
segura, llena de Dios; hablaba de Cursillos con un convencimiento contagioso,
cordial, amistoso, como el mejor medio de hacer llegar a todos la gran noticia de
que Dios en Cristo nos ama.
II CONVERSACIONES DE CALA FIGUERA.
Como resultado de la visita de Eduardo a Monreal, quedé
fuertemente motivado para seguir profundizando en el qué, el cómo y el porqué
del Movimiento, y por supuesto intentando y a veces logrando llevar a mis
ambientes el ejemplo de vida que Eduardo nos transmitió con claridad y
sencillez.
Poco después tendría yo la oportunidad de ir a
Mallorca, España, con motivo de las II Conversaciones de Cala Figuera, celebradas
en abril del 2002. Imborrable, memorable. Viajé acompañado del P. Pedro Molina,
nuestro Asesor Espiritual y dos jóvenes más que invité con el fin de dar
oportunidad a otros miembros de mi comunidad de que conocieran a Eduardo y más
a fondo el Movimiento.
Ahí tuve la oportunidad de conocer a un gran número
de dirigentes cursillistas provenientes de muchas partes del Mundo, de
profundizar y ampliar en el conocimiento de Cursillos, pero también, de
confirmar a través del testimonio que dieron todos estos amigos cursillistas,
de cómo Eduardo había visitado uno a uno todos esos países, algunos en
repetidas ocasiones, dejado a su paso una huella indeleble de amistad y
comunión fraterna. Indescriptible. Algo muy similar a la que nos dejó durante
su memorable visita a Canadá, experiencia que tuve oportunidad de compartir
públicamente. Aquello fue un verdadero y auténtico Festival del Pensamiento y
de Amistad fraterna, que hasta la fecha sigue rindiendo exquisitos frutos.
MIEMBRO DEL GRUPO NORTEAMÉRICA Y DEL CARIBE.
Por estar sirviendo en el Grupo Norteamérica y el Caribe
(sus siglas en inglés NACG), tuve la oportunidad de estar en la promulgación de
los Estatutos del Organismo Mundial realizado en el Vaticano el 11 junio 2004.
La señora Sheelagh Winston y yo viajamos a Mallorca antes del evento para encontrarnos
con Eduardo para puntualizar algunas traducciones al inglés.
Ésta visita me dio ocasión de entrevistarme personalmente
con Eduardo en su oficina. Pese a las dudas razonables que antecedieron éste
trascendental momento, Eduardo me participó su confianza en el Señor de que
“las cosas” irían marchando de manera congruente con la idea original. Después
viajamos en el mismo avión la delegación de Mallorca y nosotros de Canadá.
PRIMER CURSILLO DE CURSILLOS EN INGLÉS CLEBRADO EN
MALLORCA.-
Sirviendo también en el Secretariado Nacional
inglés, organizamos una “peregrinación” a Mallorca con unos 50 cursillistas de
Canadá. Dentro de las actividades realizadas en la Isla, los amigos del
Secretariado Diocesano de Mallorca organizaron lo que sería el PRIMER CURSILLO
DE CURSILLOS EN INGLÉS, que se llevó a cabo del 1 al 4 noviembre 2007 en esa
ciudad capital. Además del grupo de canadienses, participaron también cursillistas
provenientes de EE.UU, Australia, Irlanda y otros países anglófonos, para un
total de 105 cursillistas. La presencia de Eduardo en el evento, así como la exposición
de los rollos en cuestión habrían de dar generosos frutos en tierra canadienses
y, como después supimos, también en otros de los países ahí presentes.
Durante este Cursillo de Cursillos tuvimos ocasión
de escuchar a Eduardo con el rollo: “El
Carisma Fundacional”. Ésta sería si no la última, sí una de las últimas
actividades en las que Eduardo estaría presente en persona. Contra su deseo, el
terrible herpes que ya venía padeciendo, le impedía continuar activo como hasta
entonces. Él solía decir, siempre con una inocente sonrisa: “Si por mí fuera,
yo continuaría igual que siempre, pero el Señor lo ha dispuesto así, qué le
vamos a hacer”.
A MANERA DE COLOFÓN:
Desde aquel primer encuentro personal que el Señor
permitió tuviera yo con Eduardo, puedo asegurar no he cesado de profundizar en
Cursillos tratando de ser lo más fiel posible al Carisma Fundacional, como era
el deseo de Eduardo. Estoy haciendo lo posible porque toda ésta experiencia
acumulada al paso del tiempo llegue a los más posibles de la mejor posible. Por
demás está decir que en todo esto Eduardo es nuestra inspiración y ejemplo a
seguir.
IN MEMORIAM.
REQUIESCAT IN PACE:
Por último, he de hacer referencia al momento que
nunca nadie que haya conocido a Eduardo esperó o llegó siquiera a imaginar: LA
NOTICIA DE SU FALLECIMIENTO.
Sentimientos encontrados: por una parte, enorme tristeza
al enterarme de que Eduardo había partido a la casa del Padre, y
simultáneamente alegría, sabiendo que sin ninguna duda Eduardo estaría a la
derecha del Padre, gozando de las promesas y gracias de nuestro Señor
Jesucristo, y disfrutando de un merecido “descanso” eterno.
“Descanso”, así entre comillas, sabiendo que nuestro
infatigable amigo de seguro estará allá en las alturas promoviendo y
organizando la Ultreya Celestial, al lado de un sinnúmero de entusiastas
cursillistas y… con el beneplácito de L’Amo y Señor de todo y de todos.
Eduardo Bonnín Aguiló, siervo de Dios, ruega por
nosotros.
¡De Colores!
Carlos
Enrique Muñoz Díaz
Diócesis de Montreal
27 de enero de 2018
Diócesis de Montreal
27 de enero de 2018
Gracias a la bendita suerte de nuestros hermanos, que se aprovecharon de su estadia, con Eduardo Bonnin Aguiló, que en paz descanse, nos enteramos de tantas maravillas que Eduardo compartió con ellos en sus casas, y así nos dejó un gran legado, pedimos a Dios que en este mes de su fallecimiento, lo lleve a su gloria, algunos trataremos de seguir su ejemplo, y que nos siga desde allá dirigiendo y aconsejando nuestro caminar, Descanza en la pas de Dios, Eduardo, DE COLORES!!!!!!!
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