Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

lunes, 21 de enero de 2013

Aquel seductor

Cristo arrebataba. Cristo seducía. "Aquel seductor". Así fue llamado ante Pilatos.

Su doctrina también seduce. El martirologio está lleno de hombres y de mujeres arrebatados y seducidos por su doctrina. Los conventos y los monasterios se nutren de hombres y de mujeres a los que esa doctrina mantiene puros, angelicales, santos.

El cristianismo tiene una fuerza y un vigor a prueba de malos cristianos. A prueba de apóstatas y de herejes. A prueba de tibios, de rutinarios, y de perezosos.

A veces nos asombramos de que no haya más cristianos practicantes.

Metidos en nuestro cristianismo particular, cómodo, raquítico, fácil y aburrido, pasamos por la vida y nadie se nos acerca. Nadie quiere parecerse a nosotros. Nos ven poco atrayentes. ¿O mejor, poco atractivos?

Realmente, ¿vale la pena convertirse en lo que yo soy? Te brindo esta pregunta, después de hacérmela a mí mismo. Pero háztela también tú. Seriamente.

Hay quien juzga al cristianismo por los escotes: a más escote, menos cristianismo. Y por las faldas: a menos faldas, menos cristianismo. Y eso no es siempre verdad, ni es toda la verdad. Tampoco se cristianiza uno cambiando su timba de póker en el casino por una partida de ping-pong en la sala parroquial. Hace falta algo más hondo y más comprometedor. Algo más vital. Algo que Cristo ofrece a manos llenas. Ese Cristo compasivo, amigo, consolador. Ese Cristo que vino a redimir. Ese Cristo que se comprometió hasta las cejas.

Cristianismo atrayente. Cristianismo que vertebra. Que llena la vida toda. Que hace de una delicada y débil doncella una heroína capaz de soportar el martirio con una sonrisa. Y cristianismo seductor. Capaz de enamorar a esa doncella, que por amor se convertirá en heroína.

A muchos cristianos se les podría preguntar: ¿dónde está tu cristianismo seductor, atractivo, en definitiva, apóstol? ¿Qué has hecho de él? ¿Qué has hecho de Cristo? ¿En qué le has convertido?

Muchos hablan de ejemplo, de la importancia del ejemplo.

¿Y cómo es el ejemplo que tú das? ¿Tiene garra? ¿Tiene atractivo? ¿Habla la gente de ti y de tus cristianadas valientes y llenas de caridad? Porque si no es así, si no hablan de ti, si no te admiran, si no te quieren imitar, es que tu cacareado ejemplo vale muy poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario