Cursillistas misioneros
Hagan creíble la fe que profesan mediante la
autenticidad y coherencia de vida.
En la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el Movimiento de
Cursillos de Cristiandad de Guatemala celebra un encuentro anual llamado
Ultreya, al que asisten quienes han vivido una experiencia fuerte de Dios en un
cursillo de cristiandad, cuya duración de tres días, desarrollados en un clima
fraterno y de oración, de reflexión y de conocimiento de “lo fundamental
cristiano”, les permite confrontar la propia historia personal a la luz de la
fe, conocer la persona de Jesús y su proyecto de vida, y comprometerse en la
misión de la Iglesia y en la transformación de la
sociedad.
Estos hombres y mujeres, de un talante fuerte y alegre, de firme
convicción y audacia apostólicos, que se identifican con el canto De colores,
están reunidos desde ayer en varios municipios de Sololá y Chimaltenango,
celebrando su trigésima octava Ultreya Nacional, bajo el lema: “Como el Padre me
envió, así los envío yo” (Juan 20, 21), para imprimirle un sello misionero a
dicho acontecimiento y ponerse en sintonía con la Misión Continental, que es el
gran proyecto que actualmente la Iglesia de América Latina y el Caribe viene
impulsando desde Aparecida, Brasil (2007), cuando entró en una nueva etapa de su
historia marcada por el discipulado misionero y por la oferta de vida plena
desde Cristo a estos pueblos.
El momento culminante de la Ultreya se desarrolla hoy en Tecpán
Guatemala, donde los cursillistas, en el marco de la celebración eucarística,
renovarán su firme compromiso de discípulos misioneros de Jesucristo, siempre
dispuestos a ir “más allá”, esto es lo que significa ultreya. “Más allá” en la
construcción del verdadero sentido de la vida a partir del encuentro personal
con Jesucristo; “más allá” en la configuración de una Iglesia discipular y
misionera; “más allá” en la edificación de la Civilización del Amor, fundada en
los valores de la verdad y la justicia, la paz y la solidaridad, el cuidado de
la creación y el desarrollo integral de todos.
Ese compromiso por participar en la construcción de una nueva
sociedad, por contribuir a la creación de estructuras justas según los criterios
del Evangelio, fue menguando en no pocos movimientos laicales. Muchos se
replegaron en sus grupos, se acomodaron en sus estructuras y se encerraron en
los templos. Perdieron el impulso de la “salida misionera” al mundo, de la
audacia apostólica y de la dimensión profética. Cayeron en la herejía del
espiritualismo desencarnado y se hicieron aliados de las élites dominantes que
concentran el poder político y económico en detrimento de la inmensa mayoría de
empobrecidos. De esta forma fueron perdiendo la oportunidad de ser hombres y
mujeres de Iglesia insertos en la realidad del mundo, y hombres y mujeres del
mundo en sintonía con el corazón de la Iglesia.
¡Cursillistas de Guatemala, ánimo! Recuerden que el campo propio de
su actividad evangelizadora está en el mundo de la política, de la realidad
social y de la economía, entre otros. En esos ámbitos “tienen el deber de hacer
creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta”.
(DA
210).
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