Tu
temperamento está formado por un conjunto de elementos hereditarios y
constitucionales. Estos elementos son instintivos, espontáneos y difícilmente
dominables. Y determinaran en gran manera tu modo de obrar.
Tu
constitución orgánica, por ejemplo, es uno de estos elementos fundamentales.
Según tengas montado tu cuerpo serrano, tu temperamento se verá influido en una
u otra forma. Si eres gordo o delgado, mantecoso o momificado, puedes ser
optimista o pesimista, apasionado o tranquilo.
Influyen
también en ti tus glándulas, principalmente unas que se llaman endocrinas. Y tu
sistema nervioso, sobre todo en tu vitalidad y en tu excitabilidad.
Siendo
un hombre normal, habrás observado en ti variaciones y cambios síquicos a lo
largo de un día cualquiera, en que te levantas eufórico, después te entristeces,
luego te alegras, a media tarde te vuelves melancólico y te acuestas gruñendo
como un lechón. La temperatura, la presión atmosférica, el estado
electromagnético del aire, las variaciones de su grado de humedad y otros
factores pueden suscitar en ti determinadas maneras de obrar o de sentir.
También las estaciones del año y las mismas fases de la luna influyen en muchos
fenómenos vitales.
Suma
a esto tu nutrición y tu ambiente vital, añade unos trocitos de hielo y una
aceituna, mézclalo y a ese cóctel ponle tu nombre.
Es
muy difícil clasificar los temperamentos. Hay tal diversidad que uno se vuelve
loco. No obstante, se han realizado bastantes clasificaciones basadas en
distintos criterios.
La
que está mas en uso dice que hay cuatro temperamentos fundamentales: sanguíneo,
nervioso, colérico y flemático.
Estos
nombres son convencionales. Tienen poco que ver con la sangre, con los nervios o
con las flemas. Es una manera de hablar para que podamos entendernos.
A
manera de aperitivo, mientras te compras los libros esos vamos a echar un
vistazo somero a estas cuatro clases de personas.
Extracto
del libro
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