El Evangelio que acabamos de leer nos coloca ante un análisis de la sociedad en la que ésta aparece como enferma, poseída por demonios, es decir, alienada, y ante la cual Jesús reacciona de un modo positivo. En el lenguaje del Nuevo Testamento la mujer, en este caso la suegra de Pedro, siempre tiene una referencia abierta al Libro del Génesis, y recuerda a Eva, Madre de los vivientes, humanidad, humanidad organizada a la medida humana que es la sociedad. Vivimos una sociedad enferma y vivimos una Iglesia enferma, porque al vivir en la sociedad y estar compuesta por nosotros, hombres y mujeres, participamos de esta enfermedad y la comunicamos a nuestra Iglesia. Por tanto, ¿qué hace Jesús ante esta realidad? Fijaos porque esto me parece muy importante.
En primer lugar el buen diagnóstico. Le hablan de la suegra otras personas, le hablan de la suegra y le explican qué síntomas tiene, porque el primer paso para la liberación es conocer a fondo el diagnóstico.
En segundo lugar la primera acción que realiza Jesús es el acercarse a ella, tocarla, es decir, acariciarla, besarla, abrazarla, escucharla, decirle que es única e irrepetible y que su importancia es también única e irrepetible.
Y en tercer lugar la resucita, es decir, la levanta de la cama y el contenido de esta resurrección es el servicio.
¿Qué podemos hacer nosotros, qué se nos pide a nosotros, qué se os pide a vosotros miembros del Movimiento de Cursillos ante esta sociedad nuestra que vivimos y ante la cual nosotros somos conscientes y responsables de esta doble enfermedad: del mundo y de la Iglesia en el mundo y para el mundo?
El Cursillo, dijo Juan Pablo II, es un instrumento suscitado por Dios para el anuncio del Evangelio, para nosotros y de la sociedad transformarla, es ir a evangelizarla, desde el mensaje fundamental de Cristo. Y como vosotros sabéis muy bien, nace el encuentro profundo y radical, es decir, que acepta nuestras más íntimas raíces con Jesús, Dios con nosotros, es decir, el amor con nosotros y a nuestra medida y dejarnos completamente llenar, cautivar, fascinar por este encuentro único también e irrepetible, que constituye nuestro tesoro porque es nuestra historia personal con el Señor, que nadie nunca nos podrá quitar.
Profundizar este encuentro es la tarea de toda vuestra vida, a partir del Cursillo de Cristiandad. Profundizarla a través de la Reunión de Grupo, de la Ultreya y, no lo olvidéis tampoco, de la formación cristiana constante, que no es otra cosa que tomar una conciencia progresiva del enamoramiento íntimo con Jesús, que deja de ser una idea interesante, un personaje del pasado o del futuro para convertirse en MI amado, mi amado para mi, yo para mi amado. Y esto hacerlo siempre con los otros y para los otros, es decir, en Iglesia de Jesucristo.
¿Cuáles son a mi entender, a mi humilde entender, los desafíos que este mundo nuestro enfermo, y esta Iglesia nuestra necesita constante evangelización, conversión a vuestro Carisma y a vuestra actividad?
Entiendo que se trata de una triple fidelidad.
En primer lugar fidelidad al mundo, hay que mantener constantemente abiertos nuestros ojos para también progresivamente aprender a mirar las viejas cosas de siempre con los ojos siempre nuevos del amor. Una mirada amable, tierna, afectuosa, integradora, jamás condenadora del mundo, para que este mundo nos desvele la huella del Dios Amor. Y por tanto a esta primera fidelidad le corresponde una actitud de apertura total a la sociedad y al mundo. Nos guste o nos guste.
En segundo lugar fidelidad al Evangelio, el amor es el secreto, es el contenido de cada uno de los versículos y de las páginas del Evangelio, vale la pena vivir cuando se ha descubierto el secreto de la vida y de la muerte que es el amor. El amor es el contenido y la meta. Aprender a amar como Jesús, con Jesús, gracias a Jesús, para identificarnos con Jesús supone una actitud crítica ante nuestra capacidad de amar y ante nuestra práctica de amar.
Y en tercer lugar fidelidad al propio Carisma, que se define como secularidad en el mundo, lo cual supone una conciencia clara del Bautismo que todos nosotros hemos recibido, el sacerdocio que en el Bautismo nos ha sido entregado, regalado, de modo que podamos tener una actitud activa, transformadora y liberadora del rincón de espacio y de tiempo donde nos ha colocado la Providencia de Dios. La Gracia de los Cursillos es ser como hizo Jesús en esta página del Evangelio salud, esperanza, alegría y vida en un mundo que como estamos comprobando ya desde ahora que se abre una inmensa crisis ante nuestros pies, para todas aquellas personas que realmente lo necesitan. La Gracia de los Cursillos es ir creando cada día personas excepcionalmente dotadas que articulen una respuesta adecuada del amor a cada singular, concreto, que es la expresión de la voluntad de Dios ante nosotros.
Hoy, esta época nuestra enferma tiene el derecho, no lo olvidéis no es un deporte, no es una afición, no es una ilusión. Nuestra época, nuestra sociedad mallorquina y mundial, tiene el derecho de encontrar en los Cursillos una vacuna contra sus males, es decir, el instrumento adecuado, eficaz y oportuno para que con ocasión y sin ella vaya creando hombres y mujeres que sean otros Cristos y que puedan abrir y abran espacios de amor y de libertad donde nazcan, florezca y se mantenga viva la frescura original del Evangelio. Con Cristo, decía Eduardo como sabéis, somos mayoría absoluta. Cristo es la solución. Nosotros somos hoy portadores únicos de esta Buena Nueva. No tenemos derecho a defraudar ni al mundo ni a la Iglesia, de nosotros depende. Y si en un tiempo difícil, y por lo menos tan difícil como el nuestro, porque no hay un tiempo mejor o peor, hay hoy que es la tierra donde buscar la perla y el tesoro escondidos, suscitó Dios en nuestra tierra personas, laicos, que fueron capaces como Eduardo Bonnín, de articular una respuesta que dura hasta nosotros hoy esta carga, esta tarea, esta ilusión es la que como regalo hoy nosotros hemos venido a agradecer ante el Altar del Señor.
La esperanza nace de la conciencia clara de que estamos en manos de Dios, que Él es el primer interesado en la eficacia de nuestra tarea y en nuestra felicidad, somos cristianos porque esto nos hace felices, y si no es así algo hay que no funciona y que no tenemos ningún derecho a escondernos ni a esconder. Al fin y al cabo evangelizar, como decía Pablo VI, es comunicar a los demás el secreto de mi felicidad.
Nada, nada es imposible si nos dejamos llevar por el Espíritu del Resucitado, como cantáis vosotros la luz, el color, es siempre la misma, la luz es siempre la misma, pero el color lo ponemos nosotros, nosotros aquí lo contemplamos todos los días, con la fiesta de nuestra ¿? mayor. La luz es siempre la misma, pero el color depende de cada vidrio, juntos podemos transformar el gris de la vida en la danza eterna del color que hace que la vida sea intensa, apasionada, apasionante y profundamente interesante.
Juntos podemos transformar el mundo en la casa solariega de la humanidad del hombre para el hombre, y de este modo cuando a nosotros nos toque este segundo nacimiento que es ir a ver al Padre podemos decir: ¡luché, trabajé, vencí, he luchado el buen combate, he mantenido la fe, he llegado al final de la carrera!, decía san Pablo.
Este es el mensaje que nos ha dejado Eduardo, este es el mensaje que hoy nosotros compartimos en esta Eucaristía.
Que así sea.
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