Un tema que por su delicadeza y
gravedad no es fácil de abordar, pero que no por ello hemos de soslayar, es el
relativo al contradictorio como incongruente y nefasto comportamiento de “pseudo
dirigentes” (discúlpese la expresión) que en el Cursillo se deshacen y exceden
en zalameras atenciones, y fuera de él, una vez en rodaje en el Cuarto Día, se
comportan más como funcionarios y directivos, que como dirigentes; más como
mayores que como hermanos.
El origen de ésta reflexión que suelo
compartir con regular frecuencia, se remonta a mis inicios en Cursillos, y
tiene como propósito llamar la atención sobre un espinoso pero sobre todo
reprobable asunto.
Y la estilo compartir por dos razones:
PRIMERO, porque al paso del tiempo he
podido constatar que mi caso no sólo no fue ocasional, excepcional, ni poco
común, sino que, lamentablemente, está más extendido de lo que se piensa. Se
repite una y otra vez, cada vez con mayor frecuencia, en prácticamente todas
las latitudes donde se ignora, desconoce y tergiversa el Método de Cursillos,
donde se saltan olímpicamente lo que los Cursillos son y para lo que son.
Y SEGUNDO, porque de ésta manera
(dando testimonio) contribuyo en alguna forma y medida a dar un poco de luz y
aliento a quienes como yo, en su momento, se encuentran de pronto naufragando
en un mar de confusiones, sin brújula, sin respuestas, sin saber qué hacer, a
causa de esa insolente actitud de “los dirigentes”.
ME EXPLICO:
Estarán de acuerdo en que, no hay nada
que cale más hondo y profundo en una persona (cursillista o no) que una
decepción, una desilusión, un desengaño, una frustración proveniente de quien
menos se espera: un amigo, un amor, un familiar, etc… En nuestro caso, de
aquellos que con “cantos de sirena” nos enamoran en un Cursillo.
Cuando uno vive el Cursillo con la
ilusión, entrega y espíritu de caridad que se nos pide, lo vive uno con la
certeza y en la certeza de que lo vive en un ambiente auténtico y real, de
franca y verdadera camaradería; entre amigos que lo son de verdad: que
entusiasman, ilusionan y contagian a tal grado y de tal manera, que uno cree en
verdad y de verdad, que es verdad lo que se hace, dice, vive y convive en los
tres días del Cursillo, y lo cree por una simple y sencilla razón, porque cree
es verdad-verdad en ellos, “los dirigentes”.
PERO…
Qué pasa, o qué ocurre… cuando lo
dicho y hecho, lo vivido y convivido en un Cursillo, una vez vuelto a la
cotidiana “realidad”, al contacto con el día a día, el cursillista descubre que
lo dicho y hecho, lo vivido y convivido, se esfuma y evapora en ellos: “sus”
dirigentes; y se esfuma y diluye al grado de mutar, de trastocar en “algo” muy
distinto, contrario, contradictorio y antagónico a lo vivido y convivido.
La respuesta es más que obvia: viene
la decepción, la desilusión, la frustración y lo que es peor, surge en el ánimo
de los nuevos cursillistas una especie de rencor, de resentimiento, no sólo
contra quienes dijeron lo que dijeron, sino también contra lo que dijeron;
surge un sentimiento de animadversión al caer en la cuenta de que fueron
víctimas de un fraude, un timo, un engaño, una simulación, una vulgar tomada el
pelo.
Cuando reflexiono en ello, vienen a mi
mente las palabras de Eduardo que, sabedor de las terribles consecuencias que
tiene o puede tener un acto así, un comportamiento así, hace énfasis en que, en
tratándose de las cosas del Señor y de los amigos: “¡HAY QUE JUGAR LIMPIO!”
Esto que hasta aquí ha quedado dicho,
por supuesto tiene explicación, origen y, lo más importante: solución.
La explicación y origen no puede ser otra: sucede,
cuando se sesga la esencia, mentalidad, finalidad y sistemática del Método;
cuando se le lleva por derroteros que no son suyos; cuando lo que se busca es
enfervorizar y engordar una clientela obsecuente, a modo.
Cuando esto es así, imposible
posibilitar el pretendido proceso de conversión de ir de menos a más y mejor, a
fondo perdido y plazo eterno, que posibilita un auténtico y verdadero Cursillo.
Cuando esto es así, uno no puede sino
pensar que en un cursillo sucedáneo, los “dirigentes” se preparan “al vapor”,
sobre las rodillas...
- para representar una especie de
escenificación teatral de tres días;
- para dar y causar una efímera buena
impresión temporal;
- para impactar al respetable;
- para apantallar y deslumbrar, no
para iluminar.
Cuando es sabido que se trata de
mover, remover; de conmover y emocionar, no conmocionar.
En Cursillos nada se improvisa, todo
está previsto… hasta lo imprevisto.
Sirvan, pues, éstos comentarios (no es
otro nuestro propósito), para invitar a reflexionar sobre la importancia y
trascendencia que tiene...
PRIMERO, que un Cursillo sea un
genuino Cursillo, esencialmente vivencial, testimonial, no formativo, no
informativo, no uniformativo;
SEGUNDO, que quienes van a un Cursillo
en condición de “profesores”, lo hagan en calidad de testigos, no de maestros,
ni mucho menos de suprema autoridad.
Se trata de que vayan a dar testimonio
de vida, con su vida en la vida; no a dar conferencias ni a dictar cátedra.
A MANERA DE COLOFÓN…
Es de vital importancia que quienes
deciden “motu proprio” (libre y voluntariamente) servir al Señor al interior
del Movimiento, caigan en la cuenta del importantísimo papel que representa
actuar como “profesores” en un Cursillo.
Y por lo tanto, del irreversible daño
moral y espiritual que una actitud y desempeño contradictorio e incongruente
puede ocasionar a la persona que con el corazón roto en pedazos se acerca al
Señor, a través del Cursillo, en busca de luz, cobijo y sosiego, tal vez como
última esperanza…
Una actuación de tal envergadura y
magnitud, obliga a quienes deciden “motu proprio” servir al Señor al interior
del Movimiento, conocer QUÉ son los verdaderos Cursillos y PARA QUÉ realmente
son...
Y por lo tanto, es de elemental sentido
común que, quien está a cargo de la organización, preparación y desarrollo de
un Cursillo, entiéndase EL RECTOR en turno (no el Secretariado ni ninguna otra
peregrina fórmula que lo único que hace es burocratizar y estorbar), se tome la
molestia de seleccionar, preparar e integrar en un mismo y solo espíritu al
Equipo de Dirigentes, a quienes van a un Cursillo en calidad de “profesores”.
Y que lo haga conforme a los criterios
previstos en el Método...
No en base a caprichos, ocurrencias,
ni por “recomendación” o influencia de nadie.
NO EN BALDE (y no por fastidiar),
estimados amigos… es que con regular frecuencia intentamos llamar su atención
sobre uno de los principales problemas que tenemos en Cursillos:
LOS SECRETARIADOS que, al margen del
Carisma Fundacional, se comportan más como “torres de mando”, que como
“unidades de servicio”.
A lo que lamentablemente hemos de
sumar: “dirigentes” que se comportan más como funcionarios y directivos de
empresa, que como dirigentes; más como mayores, que como hermanos.
¡DE COLORES!...
Toty
Toty
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