Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

viernes, 7 de enero de 2022

PUNTUALIZACIONES SOBRE EL METODO DE CURSILLOS

Tan actual como cuando se escribió este documento por los abajo firmantes a la ocación del IV Encuentro Mundial de Dirigentes de Cursillos de Cristiandad en julio de 1988.

A veces se critica los Cursillos de Cristiandad y no se critica a la idea originaria, sino a una parodia de los mismos que ha hecho a fuerza de desaguisados algún Secretariado Nacional, donde más que estudiar y comprender su esencia, que ésta es la razón de su creación y de su actividad, se ha intentado cambiar las cosas al ritmo y al talante de los que, sin entenderlos, han querido meter baza.

Lo que evidencia que no se tiene clara la idea originaria, o que se pretende desviar el Movimiento hacia otras metas, son las "actualizaciones" que modifican o prescinden de elementos del Cursillo, manipulándolos de tal forma, que difícilmente pueden servir a su genuino fin.

Por ejemplo:

El precursillo no puede hacerse en serie, por unas personas que enseñan y otros que aprenden. El precursillo es simplemente el inicio de una amistad que generan, cuando no se distorsionan, la Reunión de Grupo y la Ultreya.

La disposición con que acuden los cursillistas hoy, es más humana y más sincera que antes, pero en pequeños matices.

La óptica religiosa siempre fastidia, hay que hablar a los que van a un Cursillo desde la óptica de la fe.

El retiro introductorio no pretende ser una exposición básica de la fe cristiana.

 La primera Meditación es un paro en el vivir de uno, para que reflexione y se encuentre consigo mismo.

En la segunda meditación se trata de intentar reunir los haces dispersos que el que acude a un Cursillo pueda tener de lo trascendente, y polarizarlos hacia la imagen del Padre, que sabe fundir en un abrazo de comprensión, de perdón y de ternura todo un distanciamiento, algunas veces culpable, y otras fruto de superficialidades ejecutadas más por distracción y despiste, que por maldad.

La palabra "acogida", además de paternal, es tremendamente cursi; el que acoge al cursillista es Cristo, el que se deja acoger por otros, evidentemente, no suele ser el más apto para ir a un Cursillo.

Ciertas presentaciones que, además del nombre y los apellidos, añaden profesiones o títulos, produce cierta incomodidad a los que a lo mejor no tienen ni lo uno ni lo otro.

El rollo de "Ideal", más que abrir el camino a lo Trascendente, tiene que abrirlo a lo trascendente.

Es una falta de sentido común y de caridad, avasallar el primer día al cursillista con cuatro rollos píos, sobre todo hemos visto algunos que a lo mejor estarían bien para un retiro de novicias atolondradas, pero no para unos hombres que, por vivir su vida de otro modo, tienen unos conceptos y unos valores, que tamizan las verdades a su manera, siempre muy distanciada del mundo clerical.

Si se pesca en el mar de la vida, de la vida que viven los más, los "peces" que acuden a la cita de un Cursillo, a no ser que el reclutamiento haya apuntado hacia "personas de Iglesia", acuden con sus agallas y con sus espinas que, si, de entrada, se les procura una circunstancia donde cada uno puede manifestar a su modo estas agallas y estas espinas, se sueltan dudas y se cuentan hazañas, lo que crea un clima incómodo, por haber pensado que la libertad de decir lo que se piensa, favorece el clima que se pretende crear en el Cursillo.

El Cursillo, hoy más que nunca, tiene que estar firmemente asentado, en la fe que viven, quieren vivir o les duele enormemente no vivir los dirigentes, que tiene que dirigir necesariamente el Cursillo hacia su finalidad. Dirigidos a la vez estos por un rector que, en todo momento, en unión estrecha, cordial y amistosa con todos, pero principalmente con los Directores Espirituales y los demás dirigentes, ha de orientar, sin mandonismo ninguno, conunción, con santo real miedo, con asombro continuado, con la sobrenatural naturalidad, no de creer saber, sino de saber creer.

Los dirigentes no han de dedicarse a aclarar y disipar dudas, es muy corriente en la clausura oir decir a más de un cursillista: "Vine cargado de problemas, de dudas, de dificultades, aquí he eliminado bastantes, y me voy con una confianza enorme para irlas superando."

El encuentro de los que no tienen fe, o no saben ver la que tienen, al contacto y al contagio de unas personas que la viven y la encarnan, que les sirven sin servilismos, que les tienden con entusiasmo, no sólo con desinterés, sino siendo para ellos un gusto, que se portan en todo momento como amigos, y que quieren serlo de verdad, y no solo en los tres días de Cursillos, es el estímulo más acuciante, atractivo e interesante que podemos brindarles.

Es del todo necesario que el cursillista sepa que todos en la Iglesia nos vamos convirtiendo. Es una verdad básica que nos hermana a todos por la base.

Llamar a los dirigentes responsables es una expresión además de poco afortunada, inexacta, porque responsables lo somos todos en la Iglesia.

Resulta muy cristiano que un hombre de humilde profesión pueda en el Cursillo ser Jefe de uno que siempre lo ha sido y lo es en su vida profesional. Más que una cura de humildad, es una cura de verdad que necesitamos todos.

No rellenar las hojas de aficiones y suprimir los periódicos murales, es echar por la borda dos maneras muy eficaces para conocer mucho mejor "a Juan".

La palabra "compromiso" es palabra incómoda. Alguien ha dicho que "Creer es comprometerse", y no tan sólo creer, sino aún el sólo hecho de vivir es ya comprometerse. Y para que un hombre hecho y derecho, le de la realísima gana de comprometerse, ha de saber bien por qué.

Hay palabras en lo que hoy llamamos comportamiento cristiano que por los méritos contraídos en sentido contrario de lo que significan, suelen despistar y confundir, ya que el diccionario nos dice lo que la palabra significa y la vida nos muestra, en vivo y en directo lo que la cosa o el acontecimiento es.

Un hombre normal, desde su acera, ve al "cristiano comprometido" siempre entre comillas, como el hombre agobiado por compromisos secundarios que siempre lo tienen enredado, y que le queda muy poco tiempo para estar con su familia, salir con la esposa, hablar con los hijos o jugar con los niños, porque tiene siempre una multitud de actividades que solicitan su presencia y su dedicación.

Llamar "formación" al rollo de "Estudio" es despuntar su finalidad, no se trata de ningún tipo de lo que entendemos por formación, sino la simple aplicación de la inteligencia para captar de la manera más sencilla posible el don de Dios y su proyección en su entorno.

La celebración comunitaria de la Penitencia es un acto cien por cien clerical, que no haría más que estorbar el proceso del Cursillo. Hay mucha gente que lleva mucho tiempo en la Iglesia y sigue siendo alérgica al folklore de las celebraciones de esta clase. Pretender que lo entiendan los novatos, es tan arcangélico como creer que con la exposición fríamente ordenada de unas verdades se va a conseguir que ordenen su vida con ellas al momento.

Una conversión creciente no se puede enseñar ni realizar.

Ni el segundo ni el tercer día es oportuno avasallarles con expresiones triunfales sobre la Iglesia. La amamos demasiado para pensar que sea fácil asimilar unos conceptos que tan sólo la fe, la esperanza y la caridad en acto, vivida, encarnada y expresada pueden contagiar.

La historia de los Cursillos nos ha venido demostrando que la auténtica conversión, que ha de ser perenne y continua en todo cristiano, no necesita ni de tres días, ya con medio segundo, tiene Dios más que bastante.

La Gracia no actúa más allá de todo proyecto, sino que como es algo vital, da nervatura y calibración evangélica al proyecto.

El "Seglar en la Iglesia" se ha quitado, precisamente el rollo clave que mejor aclara que el seglar no es para hacer cosas, hacer hacer cosas, asistir a actos, hacer asistir a actos, sino para que creciéndose y desarrollándose donde Dios le ha plantado, con fe, con esperanza y con caridad, hecha vida por su conexión con Cristo, puedan ser manantial inagotable de sentido, emisores de autenticidad, e impulsores de energía y alegría evangélica en su familia, en su trabajo y en su diversión.

Esto es la aportación germinal, radical, básica, esencial y vital que el hombre seglar ha de aportar al mundo. Unicamente desde esta raíz que debe de ser el indispensable punto de partida, puede llegarse a todo lo demás.

Precisamente el Cursillo no es ni puede ser en manera alguna una "comunidad fugaz", pues de serlo, todo lo descubierto en el Cursillo sería mentira. Los Cursillos no han sido jamás individualistas, ni han estado jamás a la defensiva.

Los moldes de los Cursillos los han roto los Secretariados Nacionales no fieles al cometido de ser fieles a la finalidad y al método.

Firmado:
Rvdo. Don Francisco Suárez, Delegado episcopal
Juan Aumatell Tuneu, El Presidente
Rvdo. Don Antonio Pérez, Director Espiritual de Cursillos de Cristiandad, Presidente del Cabildo. Catedral.

Del Grupo de Iniciadores del Movimiento:
Eduardo Bonnín, Rector del 1er. Cursillo de Cristiandad
Bartolomé. Riutort, Dirigente del 1er. Cursillo de Cristiandad
Guillermo. Estarellas, Dirigente del 1er. Cursillo de Cristiandad

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