Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

martes, 6 de abril de 2021

NUEVA NORMALIDAD

Autor: Rodolfo Letona C.

 

Esta frase acuñada a propósito de la pandemia y su posible fin me hizo recordar la década de los ’80 del siglo pasado, cuando San Juan Pablo II acuñó una similar: la nueva evangelización. Los fines y objetivos que el Santo Padre definió generarían una Iglesia Católica rejuvenecida. Sus bases serían, la auto evangelización y un nuevo sistema de relaciones con toda la humanidad. Tres cualidades darían un carácter especial a esta dinámica: nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en su expresión.

Esta visión no dejó de causar reacciones tanto dentro como fuera de la estructura eclesial, tanto en clérigos como en laicos. Hubo cobertura de los medios que incluso, deliberadamente o por otra causa, provocó dudas en cuanto a la manera de interpretar el término “nueva”. No faltó el absurdo comentario que aseguraba que lo que el Santo Padre anunciaba era imposible, “el Evangelio no podía cambiar”. Claro está que ésta y otras deducciones pronto fueron desvanecidas mediante el estudio de los documentos publicados a nivel diocesano y las explicaciones ofrecidas en las parroquias.

La realidad actual vagamente habla de “una nueva normalidad”. Haciendo un parangón, entre las dos nueva visiones, evangelización y normalidad, ambas tienen un tronco común. La primera nos remite a la obligación de todo bautizado, de anunciar la mejor noticia que es nada menos que Dios nos ama; la segunda, sin tener la misma trascendencia, hace relación a que previo a la pandemia existía una “normalidad” admitida, que ahora se quiere hacer nueva.

El tronco común está en que ambas emanan de la voluntad de Dios. El Creador, por amor, da vida al hombre, a la persona humana, sujeto de la nueva evangelización y también de la nueva normalidad. Como persona el hombre tiene derechos que son inherentes a su propia naturaleza. Derechos que han sido irrespetados o simplemente le han sido arrebatados en épocas previas. La condición actual es propicia para que esos derechos sean reconocidos, respetados y honrados, esta creo sería la base sobre la cual debería descansar esa “nueva normalidad”, es decir que se debería desandar toda alevosía hacia la naturaleza intrínseca del ser humano, de la persona.

Quizá el lado positivo de la pandemia sea precisamente que ha dado inicio, sin querer queriendo, a un cambio, veamos: A) el distanciamiento obliga a varias cosas, las “colas” ya no son aprieta canutos; los buses y otros medios de transporte ya no nos recuerdan los camiones de ganado; B) incluso el uso de las mascarillas nos alerta sobre la posible contaminación por otros medios, emanaciones de fábricas, vehículos, etc.; C) la construcción de nuevos hospitales y la adquisición y/o recepción de donativos de equipamientos modernos, nos permitirá a futuro una mejor atención de la población; D) el constatar la fragilidad de nuestra sociedad nos exigirá un cambio de actitud hacia nuestros hermanos los hombres; E) el involucramiento de la sociedad en general en resolver situaciones de falta de alimentos, desnutrición y educación, abre posibilidades de mejoramiento en estas áreas.

Ya se ha hecho notar por los medios, por asociaciones de la sociedad civil y por agencias de gobierno, ciertas “ventajas” del encierro forzoso como son: mejores relaciones intrafamiliares especialmente padres/hijos; la necesaria colaboración entre vecinos; ídem con las autoridades encargadas de guardar el orden social; las exigencias en cuanto a cambiar, actualizar y modernizar las condiciones de trabajo; la demanda de nuevos servicios “a domicilio”, inexistentes hasta inicio de este 2020; son aparentes las deficiencias en la prestación de servicios básicos (agua – drenajes – energía – vivienda), esto hará presión sobre la población en general no solo sobre las autoridades electas.

El hecho de que esta crisis sea mundial y mejor aún, que sea conocida en tiempo real por todos los habitantes del mundo, nos ha hermanado; también ha dejado al descubierto que las organizaciones internacionales diseñadas en su momento para paliar problemas de variados órdenes no han resultado ser todo lo eficientes y transparentes que nos habíamos imaginado. En este sentido ya se han dado algunos cambios, de orden político internacional si se quiere, pero cambios al fin.

Importante ha sido el destape de los planes de ciertos personajes, que se han erigido en las autoridades del mundo, cuyas metas y propósitos, despropósitos a veces, no son congruentes con el fin de la creación y del respeto debido a “la casa común”, según una expresión moderna para referirse al mundo que habita la humanidad entera. Desafortunadamente esta nueva situación, causa de temores y de inestabilidad, no ha recibido la debida e inmediata atención requerida por el aparecimiento del llamado COVID-19 y sus secuelas.

El reforzamiento del orden familiar ha hecho perder fuerza a otras modalidades contra natura diseñadas precisamente para crear inestabilidad social y sembrar semillas de desorden dentro de los cánones sociales ya probados durante los 20 siglos de cristianismo ya acumulados. Este argumento posiblemente no sea admitido por muchas mentes, pero es necesario decirlo para que se pueda ventilar con toda libertad un tema tan controvertido que afecta a la humanidad entera, a la que no se le ha pedido su parecer. Simplemente son minorías que desean que sus particulares visiones de la ética y la moral sean aceptadas como norma para los millones que no pensamos como ellos. Como diría alguien: quieren que sus faltas de ortografía se conviertan en reglas gramaticales. 

En suma, esta pandemia, real o inventada, ha de servir como un parteaguas para el futuro de la humanidad. Esta “nueva normalidad” requiere del concurso de todos los involucrados, es decir, de todos los habitantes de este planeta tierra, el regalo que hemos recibido de Dios y que no hemos sabido apreciar en toda su dimensión. Por cierto, el acercamiento a Dios es otro fruto de este encierro, que no se nos debe quedar en el tintero (aunque la tinta ya no la usemos como era antes).

05042021


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