A través de toda la historia de la Iglesia, han habido grandes acontecimientos en su seno, algunos buenos y algunos no tan buenos, pero todos estos acontecimientos han marcado el rumbo que nuestra Iglesia ha adoptado en gran tarea de velar por las almas de sus fieles.
Precisamente hace unos cuantas semanas atrás celebramos el aniversario número 39 del hecho más importante de la vida de la Iglesia en el siglo XX : El concilio vaticano II, que fue inaugurado por el Papa Juan XXlll el ll de Octubre de 1962.
A pesar de haber pasado tantos años y muy a pesar de que este fue el hecho más importante para la Iglesia de los últimos tiempos, el Concilio Vaticano II sigue siendo desconocido para unos, olvidado para otros y para una inmensa mayoría, incomprendido.
Un concilio es algo tan importante para la Iglesia, como también lo debe ser para nosotros quienes militamos en ella, ya que no se da cada otro día y ellos se tratan asuntos que marcan el rumbo que ha de tomar nuestra Iglesia.
El concilio anterior o sea Vaticano I fue hace mas o menos un siglo atrás,para ser más exactos entre 1896 y 1870. Y lo que más destacó en este concilio fue definir el poder autoritario del Papa como soberano absoluto de la Iglesia. Este asunto ya se venía hablando desde el pontificado de Pío X, cuando se presenta ya la identificación del Papa con Cristo mismo. Esto establecía que cuando el Papa habla, es Cristo el que habla, cuando el Papa enseña, es Cristo el que enseña. El Papa a la cabeza y el resto de la organización de la Iglesia soportándolo, en forma de pirámide.
Ahora bien, si la Iglesia ya estaba organizada así, ¿Porque convocar a otro concilio?, ¿ No tiene el Papa todo la autoridad que se necesita para dar solución a lo que haya que resolver ?. Esas fueron las preguntas que muchos se hicieron cuando el Papa Juan XXIII anunció el 25 de Enero de 1959, su intención de convocar un nuevo concilio ecuménico o sea una reunión de todos los obispos del mundo. En el fondo, lo que hizo el Papa, fue afirmar una cosa bien importante en la Iglesia: El poder y el gobierno de la Iglesia no están concentrados sólo en la figura del Papa, sino que ese poder es compartido con todos los obispos del mundo y como los obispos representan a los fieles cristianos que cada obispo preside en su Diócesis, entonces resulta una manera de entender que la Iglesia que presenta Vaticano II no va solo de arriba (el Papa) hacia abajo (los fieles), sino que es circular. Por lo tanto en la Iglesia todos participamos y todos tenemos responsabilidades. Por supuesto cada quien ocupa su lugar y tiene su propia significación.
La Iglesia que no quiso el Concilio
Pasan más de tres años y medio desde el momento en que el Papa convoca al concilio hasta que este es inaugurado y en todo ese tiempo se crearon comisiones de trabajo que tenían como principal finalidad el preparar los esquemas de los temas que habrían de tratarse en el concilio.
Algunos de esos trabajos fueron desechados y revisando esos trabajos nos dan una idea del modelo de Iglesia que el concilio no quería.
Esos esquemas se centraban en afirmar la autoridad de la Iglesia y toda la estructura organizativa que la maneja. Era una Iglesia sumamente jerárquica, muy desigual en la que unos se someten a otros. Los laicos a los clérigos. Súbditos a los que mandan como decía explícitamente el texto del esquema rechazado. Dentro de todo este concepto jerárquico y jurídico se presenta a la Iglesia Católica Romana como la única con derecho de llamarse Iglesia, dejando fuera de lugar, fuera de posibilidad de diálogo a todas las demás Iglesias Cristianas del mundo y además, por si eso fuera todo, se les negaba también el poder de salvación.
De haber salido adelante este planteamiento, la división de la Iglesia hubiera quedado consolidada y seguramente establecida de forma irreversible, es decir para siempre.
Pero lo más significativo que este esquema rechazado tenía, era la doctrina sobre la subordinación del poder de los obispos al poder absoluto del Papa. En otras palabras más sencillas el esquema rechazado proponía que el poder de los obispos no les vendría del sacramento que los ordenaba, sino que ese poder les vendría directamente del Papa. Por lo consiguiente el origen de la autoridad en la Iglesia no esta en Dios, sino en el Papa.
Si esto hubiera salido aprobado se hubiera desatado una guerra sin cuartel por el poder supremo de la Iglesia puesto que se trata del poder divino en toda la tierra. Pero este modelo de Iglesia no es ni remotamente la comunidad que debe ser la Iglesia de Jesucristo.
Este modelo presenta una Iglesia donde solo hay unos cuantos que enseñan porque son los que saben y poseen la verdad, los obispos y sus colaboradores los sacerdotes. Después de este selecto grupo vienen los laicos que se deberían someter a lo que se les mande y disponga. Pero sobre todos estos pocos que enseñan esta la autoridad máxima del Papa presentándolo como el supremo maestro de la verdad, excluyendo al colegio episcopal o sea al colegio de los obispos, que también es sujeto de infalibilidad (Sin equivocación), junto con el Papa en cuestiones bien especiales.
Visión profética del Papa Juan XXII
Ahora bien, esta perfectamente documentado en la historia de nuestra Iglesia que a diferencia de los concilios anteriores donde habían situaciones especiales que urgían atención inmediata, y obligaban al alto mando de la jerarquía a convocar un concilio, Vaticano II surge de repente, de momento, de forma espontánea y se le ocurre a una sola persona, al Papa Juan XXIII.
El mismo así lo reconoce cuando lo convoca en forma oficial, indicando que, guiado por el espíritu santo quería que la Iglesia abriera sus puertas al diálogo con el mundo.
Su intención, su visión era presentar una Iglesia más acorde con el signo de los tiempos. Una Iglesia más consciente de los problemas y situaciones que enfrenta el terreno transitorio.
Es sumamente interesante porque esto marca un punto de referencia debido a que antes se presentaba el mundo encerrado en su propio entorno y al mismo tiempo una Iglesia mas encerrada en si misma. Dos mundos muy aparte. (CÍRCULOS).
El Papa quería un acercamiento del uno hacia el otro, presentándonos un panorama nunca antes visto: Una iglesia más preocupada por los problemas del hombre.
Tal vez esta era la respuesta a la creciente desconfianza que el hombre había empezado a sentir por la Iglesia porque la veía demasiado encerrada en su poder tanto político como económico en algunas situaciones, y demasiada ajena al diario vivir de sus fieles.
El Obispo conciliar Huyghe resume el concepto anterior en una dura crítica interna al comenzar los trabajos del vaticano II “ Es cierto que muchos hombres de nuestra generación o ignoran o atacan a la Iglesia. Sucede que muchas personas reconocen e incluso aman a Cristo, pero no descubren ni comprenden a la Iglesia.
Exactamente lo que pasa es que, la Iglesia en vez de conducir a los hombres a Cristo, los aparta de El”.
Al analizar este enfoque, nos damos cuenta que había una gran verdad en el. Ya que la Iglesia anda a veces, mas preocupada de sus propios intereses, que en los problemas de la gente y hacer que esa gente se acerque a Jesús.
El diálogo con el mundo moderno
Vaticano II quiere presentar a la Iglesia en una simplicidad evangélica y en espíritu de pobreza, algo que en opinión general la acerca un poco hacia el hombre de hoy.
Y como se puede lograr esto? Simplemente la respuesta esta en las primeras lineas de la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual:“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La Iglesia por ello, se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”. Aquí está la clave indispensable para entender todo lo que el concilio quiso decir sobre la Iglesia. Ella tiene que ser, antes que ninguna otra cosa, la comunidad de seres humanos que se sienten verdaderamente solidarios de los gozos y de las tristezas de todas las personas, especialmente de quienes peor lo pasan en la vida.
El primer paso para lograr un puente entre la Iglesia y el mundo es el diálogo. Pero este diálogo no es solo de hablar. Dialogar en este caso, significa ante todo respetar las diferencias. Escuchar a quienes tienen diferente punto de vista. Tener disposición de aprender y comprender diferentes actitudes. Esto explica la apertura que nuestra Iglesia ha tenido con sus antiguos adversarios, tanto en el campo social, como político y dogmático.
Este es el punto por el cual la Iglesia de nuestros días se presenta mas humilde y pide perdón por los errores que pudo haber cometido en tiempos pasados.
Este es el punto por el cual la Iglesia de nuestros días ha jugado un papel muy importante en los cambios sociales en favor del hombre, por ejemplo la caída del comunismo.
El debate determinante
Vaticano II es importante en la historia de la Iglesia porque en el, se hizo una pregunta que hizo temblar hasta los cimientos de la institución.
Y la pregunta fue: ¿La Iglesia, es sacramental o jurídica?
Ese fue el punto que más atención y debates originó durante el concilio.
Unos se inclinaban en afirmar que la Iglesia debe estar centrada en todos los miembros del cuerpo de Cristo o sea comunitaria y sacramental, de unión con signos visibles, y luego, dentro de ese pueblo y para ese pueblo había que pensar en el papel y los poderes que tiene cualquier jerarquía en la Iglesia.
El otro grupo se afirmaba en pro del poder jurídico o administrativo de la Iglesia, que aunque no muy lejano del sentido comunitario de la misma le daba demasiada autoridad a la jerarquía y obligaba al sometimiento del pueblo.
Así se hizo evidente que en nuestra propia Iglesia corrían paralelamente dos corrientes y que este concilio trataba de centrar en una sola en favor del pueblo de Dios.
La Iglesia que quiso el Concilio
Ahora entremos de lleno a una panorámica de la Iglesia que quiso el concilio:
El concilio quiso una Iglesia que se extienda a partir de la unidad misteriosa y radical que existe en la trinidad santísima de Dios. Por lo tanto lo que se quiso fue una Iglesia basada en el concepto de igualdad de todo el pueblo de Dios.
El concilio quiso una iglesia cuya igualdad se entienda a partir del pueblo o sea desde sus bases mas primordiales, yo, tu y tu.
El concilio quiso una Iglesia que atraiga al pueblo hacia las cosas de Dios y por lo consiguiente una Iglesia en la que todos tengan participación activa y dinámica en todos los actos de la misma, haciendo uso de los poderes que nos da a cada uno el sacramento del bautizo que es el que nos hace sacerdotes, profetas y reyes. Una Iglesia en la que todos son y se sienten responsables porque pueden participar en lo que se piensa, se dice y se hace.
El concilio quiso una Iglesia en la que el clero no acapare y menos aún, monopolize el poder de pensar, de decir y de decidir
Esta es, a grandes rasgos, la Iglesia que quiso el concilio, pero cuando en la vida diaria esto no sucede, caemos en cuenta de que en la Iglesia las cosas están organizadas de manera que una cosa es la teoría que se enseña y otra cosa muy distinta es lo que se hace en la práctica.
Al decir esto estamos poniendo el dedo en la llaga, es decir, estamos tocando exactamente en la clave que explica porque el concilio no se ha hecho vida en la vida de la Iglesia. La responsabilidad es de todos, ya que si se nos hace el llamado a la unidad, al trabajo conjunto por el Reino, todos, absolutamente todos debemos poner nuestros mejores esfuerzos por lograrlo, en común propósito y en común unión.
Uno de los principales obstáculos para lograr que Vaticano II se ponga efectivamente en marcha esta dentro de la misma Iglesia.
La Iglesia tiene una estructura y una organización muy especiales, la estructura no ha variado significativamente desde sus orígenes, lo que ha variado y es causa de controversias y de divisiones es la organización de dicha estructura.
Uno de los puntos más candentes recae en el poder absoluto del Papa y del uso y el abuso que este poder esta causando en general. Cuando hablo de uso y abuso del poder del Papa, no nos estamos refiriendo a que sea el Papa una persona cegada por el poder eso seria una desviación moral, sino que se hace referencia a lo que se dispone y ejecuta bajo el mando de un organismo llamado la Curia Romana que actúa en la autoridad Papal en muchos de los aspectos de la organización jurídica de la Iglesia.
Esto da pie a que haya lucha de poder y ambición por abarcar mas y mas cada dia. De ahí surge que nuestra iglesia aun no este abierta a los cuatro vientos como propuso el Papa Juan XXIII.
En efecto, en nuestros días hay un poco más, quiero dejar este puntito bien claro, un poco más de apertura hacia los laicos, pero no hay una apertura interna, en el clero. Los laicos podemos ahora participar en muchas cosas que ni mis padres o mis abuelos hubieran podido imaginarse. Sin embargo el cuerpo ordenado de la Iglesia, los obispos y los sacerdotes, ve como cada dia el poder y la autoridad del magisterio se va concentrando más en Roma, en la Curia y en el Papa.
Y ese problema no es nada nuevo, esto se viene arrastrando desde el primer concilio, el de Nicea allá por el año 325 que fue el concilio convocado no por el Papa sino que fue convocado por el emperador Constantino. Fue durante el pontificado de Gregorio VII en el siglo XI cuando todo el poder y la autoridad de la Iglesia pasó a manos del Papa
situación que fue de gran importancia durante la crisis que hubo en 1409 cuando hubo tres Papas a la vez y para solucionar esta crisis se convocó al concilio de Constanza entre 1414 y 1418 y en el cual se afirmó que Un concilio general representando la Iglesia Católica militante tiene el poder inmediato de Cristo, al cual todo ser humano, sea cual sea su dignidad, aunque se trate del Papa, está obligado a obedecer. El siguiente concilio el de Basilea en 1431 repitió esta afirmación. Estas conclusiones conciliares dieron por terminado el problema de los tres Papas a la vez, pero sin embargo quedó en el aire la cuestión sobre el poder absoluto del Papa, hasta que el 1439 el concilio de Florencia definió que: La santa sede apostólica y el romano pontífice tienen el primado sobre la Iglesia universal. Quedó ahí el problema resuelto? NO, esta pregunta sobre la autoridad absoluta del Papa siguió hasta el concilio de Trento donde hubieron intentos de tratar el asunto pero no fructificaron y ahí siguió la interrogante, aún no estaba claro hasta donde llegaba el poder del Papa y como se tenía que armonizar con el poder de los Obispos, es mas ni en el concilio Vaticano I en el año 1870 se dio clara respuesta a pesar de que este fue el concilio donde más enérgicamente se hablo para definir los poderes Papales.
Resolver el problema que hoy representa en la Iglesia la relación, teórica y práctica entre el Papa y el colegio episcopal, los obispos, significa poner en práctica lo que el concilio Vaticano I dijo : El romano pontífice tiene que ser factor de comunión y unidad entre todos los obispos y todos los creyentes. O sea que el Papa tiene que ser el que promueva la unión entre todos los que formamos la Iglesia de Dios aquí en la tierra. Esto fue ya plenamente reconocido por Pablo VI, y ahora Juan Pablo II lo ha vuelto a reconocer al proponer un diálogo en la Iglesia para buscar las formas actuales más adecuadas para eliminar todas las barreras que están impidiendo la unidad de todos los cristianos, porque como dice el mismo Juan Pablo II se trata en este punto concreto de “Abrirse a una situación nueva”.
Situación en la que el pueblo de Dios, o sea todos nosotros, tiene un papel sumamente importante dentro de la Iglesia de hoy, porque se trata de creyentes que se deben caracterizar por tres cosas fundamentales: La libertad, el amor mutuo y la entrega a la tarea del Reino.
Por lo tanto, si nos decimos que somos parte activa de la Iglesia se nos debe distinguir por ser libres, querer a los demás y tener como fin en la vida el trabajo por el Reino de Dios.
En nuestro caso, y no estoy moralizando, Cuantas veces cantamos, coreamos y gritamos a viva voz !!!LA IGLESIA SOY YO!!! y fuera de eso nada de nada, seguimos calentando sillas y siendo espectadores cuando en realidad nuestro papel debe ser el de ejecutores por mejores obras. por nosotros mismos, por nuestras familias, nuestros amigos, nuestras comunidades.
Los cristianos que quiso el concilio Vaticano II son cristianos, clero y laicado, valientes y audaces porque tienen la libertad que les dio Cristo mismo, que se unen en amor a sus semejantes y juntos se lanzan a la tarea de hacer que el Reino de Dios este AQUÍ Y AHORA, al alcance de todos.
Todo lo anterior significa comprometerse con el evangelio, pero no nos engañemos con falsos conceptos de compromiso, hoy si pero mañana no. Comprometerse con el evangelio es tomar, apasionadamente una gran responsabilidad, un gran compromiso de ejecutar la triple tarea que plantea el concilio a los cristianos, la libertad, el amor y la causa del Reino.
Lo que nos pasa es que: Es más fácil no comprometerse y dejar por sentado que toda esa tarea solo le corresponde al clero, ya que tenemos la idea de que la Iglesia funciona bien porque nuestro párroco hace muchas obras o que las cosas andan mal porque nuestro párroco no hace nada, entonces se nos hace bien fácil que cuando las cosas no andan bien, hablamos mal del papa o del obispo o de todo absolutamente todo lo que nuestro cura o monja en turno estén haciendo mal, pero no movemos ni un dedo para tratar de arreglar las cosas.
Eso es mas fácil que comprometernos, eso es mas fácil de hacer . Eso nos impide que seamos libres y que podamos sanear nuestro propio corazón y abrirlo a la necesidad de todo ser humano de querer y ser querido.
Eso es muchísimo más fácil que entregarse. En esto me pongo a pensar, mejor dicho pensemos, reflexionemos qué es lo que fuera de nosotros si Cristo mismo hubiera actuado como estamos actuando en nuestros días, sin entrega verdadera que lleva al máximo sacrificio.
Hace 35 años que el concilio Vaticano II nos hizo libres para amar y trabajar por el Reino, no hay excusas, YA NO.
Somos bautizados, ejerzamos con vigor, con energía y tenacidad todo lo que nos hace el bautizo: Sacerdote, profeta y rey.
Somos sacerdotes y como tales debemos actuar. Si somos cristianos, olvidemos el concepto de ir a oir misa, y tomemos el concepto de ir a celebrar misa, porque el sacerdote ordenado consagra en el altar el pan y el vino y lo transforma en la sangre y en el cuerpo de Cristo y nosotros los sacerdotes existenciales, sacerdotes de la vida diaria, en nuestro altar personal, nuestro corazón,ofrecemos nuestra vida al Señor.
Si tenemos este concepto en mente, tal vez entonces en nuestras misas no habría niños corriendo o gritando por los pasillos, no habrían señoras y señores hablando y masticando chicle o simplemente no habría tantos y tantos hermanos preocupados por el tiempo que ya ha durado la misa.
Si tenemos este concepto en mente, de ser concelebrantes, tendríamos entonces fieles que guardan un profundo respeto a la eucaristía, y guardan un profundo respeto a la casa de Dios. Somos profetas porque es nuestra misión divulgar la buena nueva a todos los rincones de la tierra.
Y somos reyes porque nuestra libertad y nuestra entrega nos hace soberanos de nuestro destino que debe estar orientado hacia el Reino de Dios.
Hablar de los cristianos que quiso el concilio, es hablar de mujeres y hombres que se marcan un fin en la vida: La tarea, el trabajo y la lucha diaria por hacer cada dia mas presente el Reino de Dios en este mundo.
Pero el concilio no solo quiso laicos comprometidos con el evangelio. También quiso un Papa que fuera modelo de unidad entre todos los cristianos del mundo. Unidad en el respeto y a la libertad de cada ser humano que forme parte de la Iglesia universal. Un Papa que pusiera en efecto lo que el concilio quiso poner en practica: Un nuevo orden en la estructura administrativa de la Iglesia, nuevo orden que hiciera que todos los que integran la jerarquia, fijaran sus mentes y sus metas en que el evangelio se viva dia a dia. Un nuevo orden que hiciera mas simple el sistema organizativo de la Iglesia haciéndola mas sacramental que jurídica y en eso incluye un nuevo orden para la curia romana, el instrumento mediante el cual el Papa ejerce su poder sobre los mismos obispos y sobre todos los fieles. Con eso se evitaria significativamente el uso y el abuso del poder que tanto afecta a la jerarquia desde siglos atrás.
El Concilio quiso un Papa que fuera la cabeza del colegio episcopal y todos juntos, Papa-Obispos, ejercieran el gobierno de la Iglesia.
El Concilio quiso también obispos que fueran ejemplo de vida cristiana dentro de sus respectivas diócesis. Obispos que fueran dignos sucesores de los primeros apóstoles y que llevaran el evangelio a todo rincón del mundo. Obispos que estuvieran mas atentos al sentir social de sus comunidades ejerciendo los tres oficios que le han sido conferidos y que son propios del episcopado: el oficio de enseñar, el oficio de santificar y el oficio de regir.
El primero de ellos el de enseñar mediante la predicación del evangelio porque estan dotados de la autoridad de Cristo para llevar a cabo esta misión.
El segundo oficio es la santificación de los fieles mediante la celebración y administración de los sacramentos especialmente la eucaristía.
Y el tercer oficio el de regir a su pueblo con el ejemplo de vida cristiana ya que el obispo rige a su pueblo con sus consejos, con sus exhortaciones y teniendo en cuenta que esto es solo posible cuando se hace servidor de su grey.
En lo que respecta a los sacerdotes dichas tareas no les son muy diferentes que digamos, también estan obligados a velar por las comunidades que les han sido encargadas. Los sacerdotes están en sus comunidades como hombres de Dios al servicio de sus hermanos.
Es cierto que en estos días hay algunos sacerdotes que han abandonado la Iglesia, como también es cierto que hay muchos laicos que también la han abandonado y también es cierto, muy cierto que en la mayoría de los casos eso es debido a los malos entendidos de los papeles que cada quien debe ejecutar dentro de la misma institución.
Hay que respetar el campo de cada quien. Los laicos debemos respetar el terreno asignado a los sacerdotes y no podemos estarles mandando sobre lo que queremos que hagan o digan. Hay comunidades en las que los sacerdotes están bajo un microscopio tratándole de buscar hasta la falla más insignificante.
Por el otro lado los sacerdotes deben respetar el terreno de los laicos y no deberían de mandar ni dirigir sino guiar,orientar y alentar dentro de las luces de los criterios cristianos. Hay comunidades en las que nada se hace hasta que el sacerdote haya dicho la última palabra.
Los dos extremos están muy fuera de lugar, muy por fuera de lo que el Concilio quiso
Cuando se pasan las fronteras de dichos campos viene la confusión y por lo consiguiente el desaliento y la deserción. Y todo esto porque se ha perdido de vista, por ambas partes, lo mas importante y que debe ser norma de vida para todo cristiano; El evangelio.
La responsabilidad por lograr el Reino de Dios aquí y ahora es de todos, absolutamente de todos, empezando por de donde se quiera empezar, Papa-obispo-sacerdote-laico, O bien Laico-sacerdote-obispo-Papa. Cada quien dentro de la responsabilidad que su dignidad le mande y corresponda.
El huir, el salirse de la Iglesia no es lo mas adecuado, eso sería, a mi particular punto de vista, un signo de cobardía, un signo de falta de valor y demuestra una irresponsabilidad hacia lo que nos obliga nuestro bautizo. De todas maneras cabe aquí la pregunta: ¿A dónde ir? Si nuestra Iglesia es la única que Cristo fundó. Por lo tanto si queremos seguir siendo llamados cristianos, pues tenemos que luchar fuerte y decididamente por hacer que nuestra Iglesia esté más alerta al signo de los tiempos en todos los aspectos de la vida diaria, tal y como lo quiso Vaticano II. (padre, ya cumplí con mi tarea de la clase de Biblia).
Tal vez el concilio quiso abarcar tantas y tantas cosas a la vez que algunas no quedaron del todo claras y representan aspectos que hay que cuidar mucho si queremos conservar la unidad de la Iglesia universal. Un concilio no es un punto de llegada, sino todo lo contrario es el punto de partida desde el cual, los cristianos en general tienen el derecho y el deber de seguir profundizando su entendimiento en la fe y las consecuencias que esto les traiga.
Sin duda alguna podemos afirmar que el concilio quiso una Iglesia menos autoritaria y menos triunfalista. Quiso una Iglesia, un Papa, unos Obispos y unos Fieles más dispuestos a dialogar y aprender, a escuchar y sobre todo a centrar sus intereses y preocupaciones en quienes peor lo pasan en este mundo.
Pocos días antes de la apertura del concilio, el Papa Juan XXIII había dicho que la Iglesia tiene que ser, ante todo, la Iglesia de los pobres.
He de confesarles mis hermanos que, al revisar todo este material para traérselos ahora, reavivo en mi, muchas de mis inquietudes y sueños de principiante de trabajador por el Reino.
Sueño con una Iglesia donde no haya mas lucha por el poder temporal sino que el único poder sea el poder del evangelio.
Sueño con una Iglesia que tenga una sola ley de sometimiento, sometimiento a la ley del amor. Una Iglesia en donde todos juntos trabajemos en armonía por una sola causa: instalar el Reino de Dios aquí y ahora.
Una Iglesia con las puertas abiertas donde pueda entrar toda la humanidad y sentirse en casa, sentirse bienvenido.
Sueño con una Iglesia tal y como la empezó a dibujar el Concilio Vaticano II, pero que ahora la responsabilidad de lograrla, de conseguirla, está en estas dos manos, esta en tus manos ______________, está en tus manos _____________, y en tus manos _________________ está también esa responsabilidad.
Está en las manos de cada uno de nosotros.
Solo, hasta que logremos esto, podremos entonces gritar a viva voz
!!!!! LA IGLESIA SOY YO!!!!!!!!
José A. Sanchez
Referencias
*Libro "La Iglesia que quiso el concilio" por Jose Maria Castillo, Sacerdote Católico escritor y teólogo de la corriente de pensamiento denominada teología de la liberación.
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