Permítanme
empezar este ensayo con una sencilla pregunta;
¿Por qué las
cosas hoy día andan tan mal?
La respuesta es
bien simple y está resumida en dos frases:
La primera del
dominio publico
“El mal actúa mientras el
Bien lo permite”
O muchos otros
sabrán casi de memoria esta del escritor y político británico Edmund Burke “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los
buenos no hagan nada.”
El mundo de hoy día esta revuelto, lleno
de crímenes y aberraciones, muchas de las veces estos actos de barbarie son
cometidos de manera cotidiana, tanto que hasta nos parecen normales.
Estos actos se cometen en todas
las esferas sociales, políticas y religiosas.
Ante estos hechos nadie, inclusive
nosotros mismos, nos hemos atrevido a levantar la voz para denunciar estos
actos y simplemente hemos preferido quedar callados y dejar que estas
injusticias se sigan cometiendo.
En la esfera social vemos como el
consumismo va acabando con nosotros que caemos presas de tener “Lo último” en
la tecnología aunque no sepamos cómo utilizarlo. Vemos también como la
distinción de las tan mal llamadas clases sociales se va marcando cada día mas,
alejando a los que tienen recursos económicos de los que viven día a día con
salarios miserables que los empresarios otorgan.
El lema de la división entre estas
clases sociales es “Tanto tienes, tanto vales”
En muchas ocasiones vemos como,
tanto hombres como mujeres, necesitan tener dos o tres trabajos para poder
satisfacer las necesidades de sus familias a
costa del tiempo que deben pasar con ellas originando crisis de toda
índole.
En la esfera política el abuso del
poder, la corrupción y el enriquecimiento ilícito es pan de cada día, pero no
hacemos uso de los medios establecidos para poder expresar nuestras
inconformidades y sacar del poder a quienes mal nos representan.
En la religiosa, pasa algo
parecido y aun así seguimos impávidos.
Lo que resulta lamentable es que
en cualquier ámbito circulen personas que se dicen cristianas y que en sus
actos no reflejan los valores que sus creencias les otorgan en los siete
maravillosos regalos que Dios nos da: Los Sacramentos.
Enfoquemos
nuestra atención solamente al primero de ellos: El Bautismo, mediante el cual recibimos,
como un regalo de Dios, las tres virtudes teologales: FE, ESPERANZA Y CARIDAD y
al mismo tiempo nos hacemos recipientes de la triple dignidad que este sacramento otorga: El ser Sacerdote, Profeta y Rey.
El cristiano de hoy día tiene que
tener esas tres virtudes teologales como carta de navegación en su quehacer
evangelizador y hacer pleno uso de cada una de las dignidades otorgadas para
trazar un rumbo seguro.
El panorama en nuestros ambientes
demanda, no hay una palabra más adecuada para recalcar nuestra misión, demanda,
ser un auténtico profeta de pleno siglo ya que anunciamos el Reino de Dios, pero
también estamos obligados a denunciar lo que impide que ese Reino impere ya de
una vez por todas en cada ámbito del planeta.
No debemos permitir que la gente se esté
muriendo de hambre, que existan las guerras, los maltratos a la naturaleza,
asesinatos, robos, abortos, falta de respeto a la persona por racismo, etc.
Tenemos la
obligación como cristianos consientes y actuantes de demandar todo lo que está
en contra del plan de Dios.
Debemos ir
formando conciencia, pero una conciencia que empuje a la acción dinámica y
radical que elimine tanta aberración: Estudiantes matando compañeros de
escuela, madres matando o abandonando criaturas, padres desentendidos de la
formación de sus hijos, abusos o ataques a nuestros semejantes simplemente por
tener un color de piel diferente o su inhabilidad de poder dominar un idioma
determinado, entre otras muchas situaciones.
Resulta muy caro para una sociedad la poca
formación moral, ética y religiosa de sus integrantes.
Como sociedad, debemos de entender que la
pérdida de tiempo y la ignorancia, son lujos que no nos podemos permitir.
El precio que se
paga, por esto, es muy alto.
Citando de nuevo
al político británico Edmund Burque, podemos afirmar que:
“Hay un momento limite en el
que la paciencia deja de ser una virtud”
Nuestra pasividad disfrazada de paciencia, nos
arroja al pecado más cometido, pero al mismo tiempo, el pecado menos reconocido
o confesado: Estamos cometiendo pecado de omisión
Cerrar los ojos es omisión
La falta de compasión es omisión
La falta de formación es omisión
Dejar de ejercer misericordia es omisión
Dejar que el mal impere es omisión
Cometemos, también, pecado de omisión contra la Iglesia,
a la cual pareciera que la abandonamos en un asilo y la vamos a ver de vez en
cuando, especialmente cuando necesitamos un sacramento y en vez de tener
conciencia de lo que esto significa, lo convertimos en un evento social
empleando medios económicos que no tenemos, pero que nos hace lucir muy bien en
una foto para el recuerdo.
En algunas ocasiones
acudimos a la Iglesia para descargar nuestra conciencia, buscando un perdón a
nuestras excusas por la falta de acción requerida en nuestros ambientes.
Hoy día en que el
papel del laico consiente es importante en la evangelización del mundo moderno,
vemos como proliferan los grupos, asociaciones o movimientos y que algunas
personas militan en ellos únicamente buscando algo personal, dejando a un lado
el espíritu evangelizador y comunitario que los debe regir.
Vemos en ellos un
activismo muy personalizado.
Es sumamente
frustrante ver como personas que se dicen muy de Iglesia se alejan de estas asociaciones,
grupos o movimientos cuando se presentan algunas situaciones un poco
complicadas con el pretexto de decir que “Esto no es cristiano” o “Esto No está
Bien” pero que no hacen nada pudiendo ser una parte importante de la solución
al problema presentado.
Se alejan de los
problemas para sentirse en paz consigo mismos sin importarles el destino al que
se enfrenta la asociación, el grupo o el movimiento al que dicen pertenecer y
en muchas ocasiones su destino, como persona y como grupo, tiende a la
inactividad y a su desaparición dentro del campo evangelizador.
Estas personas se
alejan buscando su propia paz, pero es una paz al estilo Poncio Pilatos, Paz que
pretenden alcanzar, lavándose las manos
y mirando hacia otra dirección.
Esta es una
acción de cobardes, ya que hay que tener las agallas de hacer frente a lo que
se tiene por verdad y verdad respaldada por el simple hecho de ser verdad.
“Quien
no está convencido, ya está vencido” Eduardo Bonnin Aguilo
Se dicen
seguidores de Cristo pretendiendo ignorar que Cristo mismo se rebeló contra las
injusticias que se le presentaron en su tiempo.
Hay que ser
cristianos de verdad y la verdad se encuentra en Cristo mismo
La verdad se
encuentra también en el respeto a nuestras instituciones Eclesiales; Se
encuentra en estudio de nuestras asociaciones,
de nuestros grupos y movimientos laicales, solo ahí podremos encontrar sus
raíces y el porqué de su ser y de su existir para poder entender y aplicar su
finalidad.
Sin este
conocimiento, la verdad está muy lejos de nuestro alcance
La omisión también
está en la falta de formación ética y moral, cuando siendo conscientes de que
debe ser integral, permitimos que sea parcial y generamos personas
incompetentes en todos los ámbitos del quehacer humano.
Es cuando nos
sometemos a los mandatos de aquellas personas que, abusando de su poder de
representación, nos imponen leyes y decretos que la mayoría de las veces
obedecen solo a sus obscuros intereses y que recibimos con los brazos cruzados.
Conformismo es
sinónimo de pasividad.
Nos estamos convirtiendo
en cómplices de todo lo que nos afecta y que callamos por no ejercer la
dignidad y el mandato de ser profeta.
Esto pudiera
parecer un llamamiento a la insubordinación, nada más lejos de esto.
Lo que se
pretende es crear conciencia de que somos los profetas modernos y que la hora
de la acción hace tiempo que llego y que hemos hecho oídos sordos.
Otro sol nos
alumbrara cuando hagamos vida en nuestras vidas lo que el poeta y político
cubano José Martí dijo: “Vale más un minuto de pie que cien años de
rodillas”
Un cristiano
inactivo no es un cristiano en toda la extensión de la palabra.
Hoy más que nunca
el ser cristiano significa ser seguidor de Cristo, con todos sus derechos pero
también con todas sus responsabilidades.
Todo lo malo que ocurre en el mundo, en la
Iglesia, en nuestro campo de acción laical, ocurre porque dejamos que ocurra,
pero lo más importante que debemos concientizar, es que, si dejamos que esto ocurra,
que si dejamos que el mal actué, esto siempre nos va a alcanzar.
El mal o el bien, se haga donde se haga, siempre
acaban repercutiendo a toda la humanidad.
Debemos de ser conscientes que nuestro mundo
cada día es más pequeño, por la velocidad de las comunicaciones y el avance y
alcance de redes sociales.
Debemos de concientizar que, a nivel espiritual,
todos estamos conectados, no somos seres independientes, sino que pertenecemos
a un todo.
El Mar es Mar porque cada gota que lo forma
tiene la conciencia de unidad, tiene la conciencia de que es Mar.
Somos seis mil millones de gotas humanas, de las
cuales sólo podemos formar un pequeño charquito con las que sí tienen esa
conciencia de unidad.
Pero el resto de los demás miles de millones de
gotas humanas, tienen que concientizar, que con la omisión de nuestros actos a
favor del Bien, se fortalece el mal, y que no podemos pensar que no nos va a
afectar en nuestras vidas cotidianas, tanto a nosotros, como a nuestros hijos.
Debemos de darnos cuenta de la pequeñez de
nuestra conciencia, cuando pensamos que, con que nosotros estemos bien, lo
demás no importa.
Somos tan pequeños y retrogradas que
no alcanzamos a ver que no podemos quedarnos sentados en casa, y dejar que el
mundo continúe girando sin pensar y tomar conciencia de que si el bien NO actúa, el mal SÍ actúa.
Todo el mal que permitamos que se haga, no
importa en qué parte del mundo, algún día nos alcanzara.
Tenemos que
recuperar la dignidad de ser hijos de Dios, hermanos de Cristo y templos vivos
del Espíritu Santo.
Hay que hacer
caso al consejo del Papa Francisco cuando afirma:
“Depende
de nosotros pedir ser liberados del egoísmo, del pecado, de las cadenas de la
esclavitud”
Referencias:
v El
pecado de omisión y la ignorancia. Curso en línea. “El misionerismo.
Décima sexta entrega.
Por: José Luis Pérez Gallego | Fuente: Catholic.net
v Píldoras
de Fe
v Libre interpretación por José A.
Sánchez