Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

domingo, 17 de febrero de 2013

"¿Quién dicen los hombres que soy yo?" (Mc. VIII, 27)


Pues mira, Jesús, muchos dicen que eres un inútil.

El hombre de hoy no siente necesidad de ti. Se las arregla muy bien él solo. La ciencia progresa a pasos de gigante, sin apelar a ti. La medicina, por sí sola, vislumbra la solución de tremendos problemas: problemas que hace unos años eran insolubles sin Dios. Se lucha con medios humanos contra la miseria, contra el sufrimiento, contra el hambre, contra la guerra, contra la muerte. Hay esperanzas de conseguir la victoria en estas luchas. El mundo actual considera que por sí solo tiene recursos suficientes para hacer al hombre feliz. Así que tú aquí no pintas nada. Eres, todo lo más, una hipótesis: pero una hipótesis que no es necesaria para explicar nada, ni para solucionar nada.

Muchos hay, parecidos a los anteriores, que dicen que tú eres un pasado de moda.

Explican éstos que, a medida que la ciencia avanza, los hombres piensan menos en ti. Vamos a la conquista de la naturaleza. Cuando esta conquista empezaba y quedaban enormes extensiones por descubrir, tú estabas de moda como explicación de esos vacíos, como única luz de esas tinieblas. Pero a medida que nos liberamos de las plagas, de las sequías, de las inundaciones, tú vas desapareciendo. Tu imagen era antes el espejo de lo que el hombre deseaba obtener: felicidad, plenitud de vida, paz. Pero ahora, esa felicidad, esa paz y esa plenitud de vida se están consiguiendo sin recurrir a ti. Y cuando todo eso se logre plenamente, de lo cual el hombre de hoy está seguro, nadie se acordará de ti.

Millones de hombres dicen que no eres interesante.

Ven a los cristianos divididos, vulgares, tristes. No se les nota ninguna diferencia con los mahometanos o con los agnósticos. Y más de una vez, la diferencia que se les nota es desfavorable. Iglesias muy hermosas: y dentro de ellas, hermanos que se ignoran, indiferentes los unos a los otros, anónimos, tristones, presurosos. A lo mejor en la puerta un mendigo al que nadie hace el menor caso. Y dicen los que esto ven con tantísima frecuencia: "Poco vigor debe tener una doctrina que engendra a semejantes seguidores. Poco encanto, poco atractivo debe tener ese Dios, ese Jesucristo tan poco eficaz, que no cala en las vidas y en las costumbres de los que se dicen sus fieles y sus amigos. No vale la pena detenerse a pensar en él, detenerse a mirarle siquiera". Así piensan y así dicen de ti, Jesús.

Y otros muchísimos hombres dicen que eres un ser inaceptable.

Esto lo dicen porque hay gentes que se han aprovechado de ti. Gentes tuyas, que te han explotado, logrando en tu nombre consideración, influencia, dinero. Muchos comerciantes han logrado pingües ganancias vendiendo dulzones Corazones de Jesús con rostro de jovencita. Traficando con imágenes, relicarios, libritos, chirimbolos y objetos sagrados religiosamente expuestos, religiosamente pregonados y religiosamente cobrados. Por ver esto, no te aceptan.

Y no es sólo eso. En muchas guerras, los blancos han matado en tu nombre, diciendo que defendían tu causa, y bajo las bendiciones de alguna mitra y aun de alguna púrpura: y a la vez, en la misma guerra, los negros han matado también en tu nombre, diciendo que defendían tu causa, y bajo las bendiciones de otras mitras y aun de otras púrpuras. Y viendo esto, no te aceptan.

Y queda algo más todavía. Tú toleras el mal. Cuentas con el mal en tu plan de creación. Pero el que lo sufre, el que ve morir a sus hijos achicharrados, el que ve cómo veinte soldados violan a su esposa atada a un árbol, el que escupe a trozos su estómago por la boca, el que orina sangre durante años porque le destrozaron a azotes en una cárcel, éste no puede comprender esa tolerancia tuya, esa indiferencia tuya ante la sangre, el sudor y las lágrimas de los hombres. Por eso, no te tragan.

Finalmente, tampoco te aceptan por esto: los que dicen poseerte, se han presentado muchas veces como dueños y señores de la verdad. Elegidos. Con el Más Allá asegurado, por guapos y por altamente nacidos. Mientras los otros, los pobrecitos pecadores, los pobrecitos paganos, no tenían nada que hacer ni nada a esperar. Por todo esto, Jesús, no te aceptan.

-¿Quién dicen los hombres que soy yo?

Millones de seres humanos dicen hoy de ti que eres un inútil, un pasado de moda, algo que no interesa, un ser inaceptable.

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