Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

miércoles, 15 de julio de 2020

EL PRINCIPIO DEL PRINCIPIO

La génesis del Movimiento de Cursillos ha de buscarse en la repercusión que tuvo el conocimiento del ambiente de entonces en el grupo de jóvenes seglares que intentamos estudiarlo a fondo, allá por los años cuarenta.

La inquietud que nos produjo, quedó plasmada en la estructura y desarrollo del rollo “Estudio del Ambiente”, que fue el primero de todos y el que originó y promovió el que se pensaran y estructuraran todos los demás.

Lo esencial de dicho Estudio es:
1) la identificación entre ambiente y relaciones interpersonales.
No son los elementos estructurales (cuya importancia es indudable) sino que es la comunicación entre personas lo que determina el ser, el estado y la dinámica de los ambientes.

2) que dichas relaciones interpersonales se establecen en tres planos claramente diferenciados, que en palabras de la moderna psicología social denominaríamos: 


- un plano de identidad (relaciones entre “nosotros”): que se centra en la relación de cada uno consigo mismo y se desarrolla entre quienes por su mútua identificación pueden realmente expresarse en primera persona del plural (“nosotros pensamos, decimos, nos proponemos”, etc.)

- un plano de alteridad (el de las relaciones con “quienes nos acompañan en la vida” nuestros - compañeros-), que expresa la proximidad sin identificación.
un tercer plano, el del entorno (los demás o el ambiente en general), cuya comunicación es esporádica o tiene lugar solamente a nivel de un clima colectivo.

3) que el trato adecuado dentro de cada plano, es y debe ser diverso, no tanto por “táctica” como por asumir con respeto la situación de cada persona con relación a uno mismo. Toda eficacia en la fermentación de ambiente se basa en la adecuada relación de cada uno consigo mismo y después en la relación “entre nosotros”. Pero tratar a “los que nos acompañan en la vida” como nos tratamos a nosotros o entre nosotros, o como tratamos al entorno impersonal, es la causa de la incomunicación existente entre quienes poseen el gozo de la fe y quienes aún no han tenido la suerte de descubrir el Evangelio. 


4 ) el desconocimiento que solemos tener de los otros, aconsejó incluir en el rollo una descripción de actitudes, una tipología, que indudablemente rompía con las esquematizaciones al uso, que o se basaban en juicios de valor o en circunstancias ajenas a la persona.

Sin que pretendamos sacralizar esta tipología, incluída en el Estudio del Ambiente, lo cierto es que fué un salto para pasar de los esquemáticos “buenos y malos”, “creyentes y no creyentes”, “practicantes y no practicantes”, “cultos e incultos”, “ricos y pobres”, a un planteamiento que exigía conocer y acercarse a la persona -a cada persona- sin exclusiones ni juicios previos.

Así identificábamos a los que creen en Dios, aman a Dios y quieren hacer el bien; y a los que creen en Dios, aman a Dios y quieren estar bien; a los que creen en Dios, pero nada más; a los que no creen porque ignoran a Dios; y a los que no creen porque rechazan a Dios.

No se trataba de etiquetar posturas, sino de dejar de valorar y enjuiciar a las personas más acá de sus intenciones, es decir, sin conocerlas.

Obsérvese que de los tres tratamientos diferenciados que proponíamos para cada uno de los “planos” de comunicación, nacen, por inducción, los tres elementos básicos del método de Cursillos. Lo que proponíamos para lo previsto para "los demás" o "el ambiente en general" da pie a la articulación del "Precursillo"; y lo previsto para "quienes nos acompañan en la vida" (nuestros compañeros, prójimos o próximos) no es ni más ni menos que lo que explica el Cursillo; y lo que preconizábamos en el frente del "nosotros" es la clave del Postcursillo.

Valga quizá recordar que en el segundo plano (Cursillo) indicábamos que el camino lógico es la aproximación de la persona, y el iniciar la relación por "el corazón", para continuar por la inteligencia ("la cabeza", en los primeros escritos) y debiéndose sólo después espolear su voluntad, para que ella, en su integridad, pueda reconciliarse consigo, con la realidad y con Dios. Compárese este itinerario, por ejemplo con la trayectoria secuencial de los rollos Seglares del Cursillo.

El hombre puede ser más y mejor. 
IDEAL


Puede serlo donde está. 
SEGLAR CRISTIANO EN EL MUNDO


Si descubre su corazón.
–con espontaneidad– 
PIEDAD


Si asume su inteligencia
–con convicción– 
ESTUDIO


Si orbita su voluntad
–con decisión– 
ACCIÓN


Si descubre, asume y orbita su persona en su globalidad. 
DIRIGENTES


Si acepta que su realidad está integrada por personas. 
ESTUDIO DEL AMBIENTE


a las que puede ayudar. 
CRISTIANDAD EN ACCIÓN


siempre que se realice de una forma personal. 
CURSILLISTA MAS ALLÁ DEL CURSILLO


en amistad. 
REUNIÓN DE GRUPO

Otro tanto podríamos hacer con lo que aquel primer rollo prefigura del precursillo y del poscursillo.

Lo esencial es captar que esta idea germinal, motivada para acercarnos a las personas sin manipularlas, en nada apunta a la mera presencia de tales personas a unos actos, ni a su militancia en un sector determinado, profano o intraeclesial. No buscábamos que las personas asumieran nuevos compromisos, sino que aceptaran a dar sentido al propio compromiso, al que ya tienen en la realidad, cuando no han sido manipuladas previamente. A ese compromiso que nace de la vida, y singularmente de la convivencia, deseábamos y seguimos deseando convertirlo en un compromiso de amistad.

Nada más, pero también nada menos.

El estudio serio y la práctica inmediata y concreta de todo esto, nos llevó al conocimiento y al convencimiento de que la verdad de lo específicamente cristiano, no era encarnado en su vida por los que se consideraban cristianos: Lo esencialmente evangélico quedaba desdibujado en las realidades que se vivían, porque no era captado en su entraña viva, sino que tan sólo era dificultosamente visible en algunas connotaciones periféricas orientadas, sin duda, más al cumplimiento chato y sin nervio, que hacia su sentido iluminador y dinamizador de la vida de la persona.

Esta visión que iba esclareciendo muchas cosas, incluía el no pequeño riesgo de sentirse espectadores lúcidos de ciertos acontecimientos, en lugar de sabernos y sentirnos implicados en los mismos, en el mismo mundo, y comprometidos en la misma aventura.

La conciencia del serio peligro que siempre corre el cristiano cuando no acierta a captar el hondo sentido de la parábola de la buena y de la mala semilla, le hace amenudo constituirse en juez de vidas y conductas, cuyo juicio, sin duda alguna, evidentemente, pertenece tan sólo al Señor.

El asignar alegremente etiquetas de buenos y malos, no hace más que ahondar innecesariamente el imaginario abismo con que intentamos separar a unos de los otros, privándonos del bien mútuo y recíproco que un contacto humano y sincero, nos reportaría sin duda a todos.

Desde el principio del principio del Movimiento de Cursillos, se intentó un acercamiento cálido hacia los que no pensaban ni se portaban como se nos había enseñado tenía que comportarse la gente de Iglesia, y nos asombró ir comprobando, con contundentes evidencias sucesivas, que la buena noticia era mejor captada y mejor entendida y acogida en las áreas lejanas y ajenas a lo que normalmente se venía llamando cristiano. Y que ello y nos asombró ir comprobando, con contundentes evidencias sucesivas, que la buena noticia era mejor captada y mejor entendida y acogida en las áreas lejanas y ajenas a lo que normalmente se venía llamando cristiano desbordaba los límites del apostolado organizado. Había que pasar de la preocupación estructural a la personalista, de la tentación de un dirigismo profesionalizado, a la actitud de hacer camino en compañía.

Ello nos hizo pensar, reflexionar y seguir profundizando en la potencia real e inaudita que, en la realidad práctica que vivíamos, tenían las afirmaciones del Señor:

“Los últimos serán los primeros”, “No he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores”, y los que trabajaron menos, cobraron igual, etc.

Extracto del libro "MANIFIESTO, LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD REALIDAD AUN NO REALIZADA"
Eduardo Bonnín y Francisco Forteza 

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