Dios obra el milagro de la sanación
Alguien por el que siento un profunda estima tiene el corazón herido, su salud está desquebrajada por una grave enfermedad. Rezo intensamente por él porqué sé que Dios sana. Es una verdad que nadie puede negar. Cuando hacemos referencia a la sanación hablamos de una imperiosa necesidad actual. La voluntad de Dios es que todos estemos sanos, no es cierto que quienes sufren enfermedades, sean del cuerpo o del alma, es porque Dios lo desea. Quienes tienen este pensamientos no intentan encontrar en Él la respuesta a su crecimiento interior y a sus necesidades de salud.
Dios envío a su Hijo para darnos la vida y dárnosla en abundancia. En boca de Jesús no hay una sola frase en la que dijera que la tribulación, el sufrimiento, el dolor o la tribulación fueran voluntad de su Padre. Lo único que manifestó es que Dios permite la enfermedad en la vida humana como manifestación de su gloria. Entendiendo esto comprendemos que Dios anhela que el hombre esté sano en espíritu, cuerpo y alma.
En la Biblia hay infinidad de textos en los que Dios manifiesta su inmenso amor y su eterna bondad. A mi me sobresalta el Salmo 147 que exclama que «Él sana a los de corazón roto y venda sus heridas…».
Rezo por mi amigo, pero también le aconsejo que ore él con fe y con confianza abundante porque quien pide y ruega al Señor, es escuchado. Dios gusta de escuchar las plegarias de quien le invocan porque es un Padre amoroso que se deleita en la confianza de sus Hijos aunque conozca sus necesidades, dolores, sufrimientos, desesperanzas y enfermedades. Pero, además, le recomiendo que se confiese, para purificar su corazón del pecado y renunciar a lo malo que hay en su interior y acudir a Él en su petición con la gracia santificante de la confesión. Que acuda a la Eucaristía para recibir al que es dueño de su vida, el único en cuyas manos está devolverle la salud quebrada. Y, finalmente, que ore por su médico para que a través de sus conocimientos y de sus manos Dios pueda actuar en él porque Dios utiliza instrumentos para obrar el milagro de la sanación.
Dios no quiere a ningún hijo suyo enfermo, quiere sanar sus dolencias porque lo único que anhela es su felicidad, libre de todo dolor.REPORT THIS AD
Dios envío a su Hijo para darnos la vida y dárnosla en abundancia. En boca de Jesús no hay una sola frase en la que dijera que la tribulación, el sufrimiento, el dolor o la tribulación fueran voluntad de su Padre. Lo único que manifestó es que Dios permite la enfermedad en la vida humana como manifestación de su gloria. Entendiendo esto comprendemos que Dios anhela que el hombre esté sano en espíritu, cuerpo y alma.
En la Biblia hay infinidad de textos en los que Dios manifiesta su inmenso amor y su eterna bondad. A mi me sobresalta el Salmo 147 que exclama que «Él sana a los de corazón roto y venda sus heridas…».
Rezo por mi amigo, pero también le aconsejo que ore él con fe y con confianza abundante porque quien pide y ruega al Señor, es escuchado. Dios gusta de escuchar las plegarias de quien le invocan porque es un Padre amoroso que se deleita en la confianza de sus Hijos aunque conozca sus necesidades, dolores, sufrimientos, desesperanzas y enfermedades. Pero, además, le recomiendo que se confiese, para purificar su corazón del pecado y renunciar a lo malo que hay en su interior y acudir a Él en su petición con la gracia santificante de la confesión. Que acuda a la Eucaristía para recibir al que es dueño de su vida, el único en cuyas manos está devolverle la salud quebrada. Y, finalmente, que ore por su médico para que a través de sus conocimientos y de sus manos Dios pueda actuar en él porque Dios utiliza instrumentos para obrar el milagro de la sanación.
Dios no quiere a ningún hijo suyo enfermo, quiere sanar sus dolencias porque lo único que anhela es su felicidad, libre de todo dolor.REPORT THIS AD
¡Señor, pongo hoy en tus manos todas aquellas personas que a mi alrededor sufren dolencias físicas o espirituales! ¡Tu, Jesús, te hiciste hombre para redimirnos y sanar a los enfermos, míralos con piedad y cura aquellas heridas que cada de ellos uno tengan! ¡Reconforta a cada uno de ellos con tus manos amorosas y misericordiosas y con la fuerza de tu poder haz que sus corazones se llenen de esperanza para superar todos sus males; y permite que confíen plenamente en la eficacia del dolor para su santificación, transformación y salvación! ¡Haz, Señor, que siempre sepamos ver que tu nos otorgas el dolor como designio de tu gran amor y tu infinita misericordia! ¡Ayúdanos a saber llevar la cruz de la enfermedad y que nuestro sufrimientos tengan un fin de eternidad! ¡Espíritu Santo, envía a cada enfermo la gracia de la fe para que ésta crezca en su interior, para que su esperanza no se debilite y la paz habite en su corazón!