Parque de la Visitacion: 2425, boul Gouin Est, Montreal.
Acerca de nosotros
Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.
Páginas del blog
Eduardo define así:
"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".
lunes, 5 de agosto de 2019
BBQ del Movimiento de Cursillos de Montreal
sábado, 3 de agosto de 2019
«Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio»
Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.
Comentario:Rev. D. Jordi POU i Sabater (Sant Jordi Desvalls, Girona, España)
«Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio»
Hoy, como ayer, hablar de Dios a quienes nos conocen desde siempre resulta difícil. En el caso de Jesús, san Juan Crisóstomo comenta: «Los de Nazaret se admiran de Él, pero esta admiración no les lleva a creer, sino a sentir envidia, es como si dijeran: ‘¿Por qué Él y no yo?’». Jesús conocía bien a aquellos que en vez de escucharle se escandalizaban de Él. Eran parientes, amigos, vecinos a quienes apreciaba, pero justamente a ellos no les podrá hacer llegar su mensaje de salvación.
Nosotros —que no podemos hacer milagros ni tenemos la santidad de Cristo— no provocaremos envidias (aun cuando en ocasiones pueda suceder si realmente nos esforzamos por vivir cristianamente). Sea como sea, nos encontraremos a menudo, como Jesús, con que aquellos a quienes más amamos o apreciamos son quienes menos nos escuchan. En este sentido, debemos tener presente, también, que se ven más los defectos que las virtudes y que aquellos a quienes hemos tenido a nuestro lado durante años pueden decir interiormente: —Tú que hacías (o haces) esto o aquello, ¿qué me vas a enseñar a mí?
Predicar o hablar de Dios entre la gente de nuestro pueblo o familia es difícil pero necesario. Hace falta decir que Jesús cuando va a su casa está precedido por la fama de sus milagros y de su palabra. Quizás nosotros también necesitaremos, un poco, establecer una cierta fama de santidad fuera (y dentro) de casa antes de “predicar” a los de casa.
San Juan Crisóstomo añade en su comentario: «Fíjate, te lo ruego, en la amabilidad del Maestro: no les castiga por no escucharle, sino que dice con dulzura: ‘Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio’ (Mt 13,57)». Es evidente que Jesús se iría triste de allí, pero continuaría rogando para que su palabra salvadora fuera bien recibida en su pueblo. Y nosotros (que nada habremos de perdonar o pasar por alto), lo mismo tendremos que orar para que la palabra de Jesús llegue a aquellos a quienes amamos, pero que no quieren escucharnos.
Nosotros —que no podemos hacer milagros ni tenemos la santidad de Cristo— no provocaremos envidias (aun cuando en ocasiones pueda suceder si realmente nos esforzamos por vivir cristianamente). Sea como sea, nos encontraremos a menudo, como Jesús, con que aquellos a quienes más amamos o apreciamos son quienes menos nos escuchan. En este sentido, debemos tener presente, también, que se ven más los defectos que las virtudes y que aquellos a quienes hemos tenido a nuestro lado durante años pueden decir interiormente: —Tú que hacías (o haces) esto o aquello, ¿qué me vas a enseñar a mí?
Predicar o hablar de Dios entre la gente de nuestro pueblo o familia es difícil pero necesario. Hace falta decir que Jesús cuando va a su casa está precedido por la fama de sus milagros y de su palabra. Quizás nosotros también necesitaremos, un poco, establecer una cierta fama de santidad fuera (y dentro) de casa antes de “predicar” a los de casa.
San Juan Crisóstomo añade en su comentario: «Fíjate, te lo ruego, en la amabilidad del Maestro: no les castiga por no escucharle, sino que dice con dulzura: ‘Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio’ (Mt 13,57)». Es evidente que Jesús se iría triste de allí, pero continuaría rogando para que su palabra salvadora fuera bien recibida en su pueblo. Y nosotros (que nada habremos de perdonar o pasar por alto), lo mismo tendremos que orar para que la palabra de Jesús llegue a aquellos a quienes amamos, pero que no quieren escucharnos.
FER VOLAR COLOMS
Confieso que no sabía lo que
significaba la expresión FER VOLAR COLOMS, y me he permitido jugar con las
palabras, después de que alguien me contó el significado que Eduardo daba a la
expresión.
FER VOLAR COLOMS (“Hacer volar palomas”) es una expresión de todo un canto a la libertad, que significa más o menos, dejar volar la imaginación, divagar, hablar de proyectos inviables, de pretensiones futuras, lanzar las ilusiones y los sueños que… algún día se pueden hacer realidad.
FER es HACER y el cristiano
no puede solo estar o ser, sino que tiene que hacer, que proyectarse hacia los
demás porque solo crecemos en el corazón de otras personas. Es lo que pretende
el cursillo, que el cristiano fermente sus ambientes, el ENCUENTRO CON LOS
HERMANOS a través de la amistad, para hacerles saber que Dios en Cristo les
ama.
VOLAR es un sueño al que el
hombre nunca renunció, durante siglos volar fue sinónimo de SOÑAR., etc. Y lo
sigue siendo cuando empleamos la expresión “dejar volar la imaginación”. Lo
cierto, como dice Carl Jung, es que el que mira hacia fuera, sueña; y el que
mira hacia dentro (es decir, busca en su interior), despierta. Es lo que en
Cursillos llamamos el ENCUENTRO CON UNO MISMO, también recogido en la
introducción a la Guía del Peregrino cuando dice: “Unos hombres con ayuda de la
ciencia y el apoyo económico, han recorrido la distancia que hay de la piel del
hombre a la Luna; nosotros intentamos algo inmensamente más difícil: llegar
desde la piel del hombre a dentro del hombre”.
COLOMS son palomas, un símbolo
de paz (la paloma de la paz) aunque nosotros en Cursillos vivimos rodeados de
GAVIOTAS, que representan la GRACIA ACTUAL, que es como una luz, un chispazo.
La historia, que siempre narra el Padre José Luís López, cuenta la agonía de
unos soldados náufragos en una pequeña barca sin agua potable ni alimento,
durante la Segunda Guerra Mundial, cuando a uno de ellos muy creyente, se le
posó una gaviota mientras estaba rezando. La atrapó con la mano, con sus huesos
hicieron anzuelos y con sus entrañas pescaron; de esta forma, sobrevivieron
durante un tiempo hasta que fueron rescatados. Dios permanentemente nos envía
gaviotas que debemos reconocer y aceptar, para que la Gracia de Dios se
encuentre con la libertad del hombre. Es lo que en Cursillos llamamos el ENCUENTRO
CON DIOS.
En cualquier caso, nosotros,
desde nuestro carisma, que no es otro que el Carisma de Eduardo (porque un
carisma es un don o regalo, que se da a una persona concreta, en beneficio de
todos los demás y reconocido por la Iglesia), tenemos que seguir profundizando
en la definición del Cursillo cuando dice que: es comunicar la mejor noticias:
que Dios nos ama; por el mejor medio: la amistad; y dirigido a lo mejor de cada
uno, que es su ser de persona.
Hemos de vivir de que Dios
nos ama. Si cambiamos el orden, la vida se hace muy pesada, un poco
“moralista”. Y no es que no haya que amar a Dios. ¡Claro que sí! Pero el
comienzo de la vida cristiana es el amor que Dios nos tiene, y esto es lo que
contemplamos en la Cruz y se nos explica en el Cursillo.
Tener claro que el amor de
Dios es una PRESENCIA (descubrir el amor de Dios como presencia en la persona),
no una IDEA. Ello nos lleva a una actitud de alegría. Hay que contagiar (esta
alegría), no convencer.
El Cursillo va por la vía de
la amistad. El cristianismo es convivencia, comunidad… es comunicarse con el
otro en tanto que es persona (dirigido a su ser de persona) no por sus
cualidades concretas o su posición social, sino porque es él, porque es
alguien. Esto es lo genuinamente cristiano, es la clave que diferencia al
cristiano, estar dispuesto a tratar como persona a cualquier hermano. Ya nos
dice Simone Weil que “cuando quiero saber si alguien es creyente, no escucho en
primer lugar lo que me dice de Dios, sino cómo me habla del hombre”.
Pero con frecuencia, los
cristianos apenas pensamos en escuchar y dejarnos enseñar por aquellos que no
comparten nuestra fe, los más alejados, que a veces son los más próximos. Hemos
de respetar sinceramente su postura. Lo que siempre podemos compartir es la experiencia
humana. Un proverbio mexicano dice que todos los hombres estamos hechos del
mismo barro, pero no del mismo molde.
Aunque muchas son las formas
de amistad, y la amistad es la forma más profunda de relación de los seres
humanos, el único y verdadero amigo es Jesús de Nazaret.
¿Por qué? Porque Jesús nunca falla, porque con el testimonio de su vida nos dejó resueltos todos los problemas en el Evangelio, porque no elude ninguna polémica; Jesucristo contesta a todos, remata y juega todos los balones que le llegan, y nos deja un mensaje de amor, de confianza y de esperanza en un Reino de Dios que tiene que ser vivido ya en esta vida, porque el viaje de la vida es la recompensa.
¿Por qué? Porque Jesús nunca falla, porque con el testimonio de su vida nos dejó resueltos todos los problemas en el Evangelio, porque no elude ninguna polémica; Jesucristo contesta a todos, remata y juega todos los balones que le llegan, y nos deja un mensaje de amor, de confianza y de esperanza en un Reino de Dios que tiene que ser vivido ya en esta vida, porque el viaje de la vida es la recompensa.
El Evangelio no es un
compendio de normas (que debemos cumplir a rajatabla), sino que nos inicia en
el camino de la fe, del criterio y del sentido común. Y siempre que flaqueamos,
y acudimos al Evangelio, encontramos la solución a nuestro problema, una
solución siempre balsámica.
Ahora bien, la clave de esta
amistad con Jesucristo es la fe: lo que más conmueve a Cristo es la fe en su
persona. Cristo premia siempre la fe en su persona, y cuando curaba a los
enfermos nunca se atribuía a sí mismo las curaciones: “tu fe te ha salvado”.
En estos momentos de
zozobra, de falta de confianza en uno mismo y en los demás, me gustaría
transmitir un mensaje de esperanza y de fe. La FE requiere entreno y el entreno
(estar entrenado y en forma) da confianza, como corrobora San Ignacio al
decirnos “realiza actos de fe y la fe vendrá”.
DE COLORES
Guillermo Dezcallar
Guillermo Dezcallar
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